El primer tiempo fue decididamente malo, de lo peor que se vio en lo que va de la temporada. Es que ambos equipos carecieron de ideas como para llevar algo de peligro al arco rival. En ese contexto el Rojinegro no creó situaciones claras de gol, solamente aproximaciones y las mismas desnudaron la soledad que vivió el Flaco Quiroga. Además Leonardo Acosta estuvo bien custodiado durante todo el primer tiempo y no se pudieron ver sus chispazos de fútbol. En síntesis, Patronato no creó situaciones.
Por el lado del dueño de casa, solamente llevó algo de riesgo desde la pelota parada, más precisamente mediante corners. La más clara fue a los 40 minutos, Jorge Luna, encaró de derecha a izquierda, dejó en el camino a Márquez y Andrade, se metió en el área y sacó un débil remate que se perdió cerca del palo izquierdo de Sebastián Bértoli.
Minutos más tarde, nuevamente de un córner, se armó un borbollón dentro del área, la pelota le quedó a Javier Páez que se sacó de encima la marca y le pegó pero la pelota se fue lejos del arco Santo. Solamente eso pasó en los primeros 45 minutos, demás está decir que se fueron al descanso sin goles.
El complemento fue un calco de la etapa precedente. Es que ambos equipos volvieron a carecer de ideas para intentar llevar algo de riesgo al arco adversario. Cuando se esperaba que alguno de los entrenadores introdujeran cambios para intentar cambiarle la cara a su equipo, del descanso volvieron los mismos protagonistas y la realidad no cambió mucho.
La mayor parte del tiempo pasó de manera desapercibida. Ambos equipos lucharon en la mitad de la cancha pero se olvidaron de los arcos. Sabido es que lejos de las áreas es complicado crear situaciones y es lo que pasó en la Tacita de Plata.
Sobre el cuarto de hora final el dueño de casa se animó más. Los jugadores de contención comenzaron a mostrar signos de cambios y la mitad de la cancha se transformó en una zona de libre paso. Fue así que Luna comenzó a tener más protagonismo y a habilitar a sus compañeros. De todas formas las situaciones nos fueron claras y solamente llevaron peligro a través de tiros de larga distancia que fueron bien resueltos por Bértoli.