Los abusos contra niños y niñas en la Iglesia se extendieron por todo el Mundo. (Imagen Ilustrativa)
Es el peor de los pecados. Pero también el peor de los delitos. Los abusos sexuales contra menores de edad son, lamentablemente, una horrorosa postal que se repite en la Iglesia Católica de todo el Mundo. Y que ahora queda al desnudo en Francia. Una investigación -que llevó más de dos años y medio- llegó a la conclusión de que en 70 años -desde 1950- más de 330.000 niños y niñas fueron abusados en las instituciones religiosas. De esas víctimas 216.000 corresponden a menores de edad que fueron ultrajados por sacerdotes, y el resto por personas allegadas a la Iglesia como catequistas, supervisores escolares o movimientos juveniles, entre otros. Hay entre 2.900 y 3.300 curas involucrados. Sin embargo, pese a lo terrible de ese número, los casos serían muchos más.
El documento de 2.500 páginas elaborado por la Comisión Independiente sobre Abuso Sexual en la Iglesia (CIASE) es contundente y aterrador. El jefe de la misma, Jean-Marc Sauvé, narró el horror con el que se habían encontrado y describió las cifras como “abrumadoras”. La propia Iglesia francesa expresó “vergüenza y horror” por el hallazgo y pidió perdón. Para las víctimas este documento es “un punto de inflexión en la historia de Francia”.
La indagación fue encargada por la Iglesia Católica francesa en 2018. Los investigadores pasaron más de dos años y medio en medio de una dura tarea que involucró la pesquisa en registros judiciales, policiales como también eclesiásticos. Y, por supuesto, hablando con víctimas y testigos. El informe denuncia que la “gran mayoría” de las víctimas eran niños preadolescentes de diferentes orígenes sociales. A contramano de lo que ocurre con el resto de la sociedad, el 80% de los abusos sexuales tuvieron como víctimas a varones, en particular de entre 10 y 13 años. Y un dato proyecta las terribles secuelas que dejan esos actos: el 60% de las víctimas (tanto hombres como mujeres) sufrieron problemas psicológicos y afectivos graves después de sus desgarradoras experiencias, destaca el informe elaborado por Gabriel Michi, periodista y director del portal MundoNews (*).
Como conclusión, la investigación recomendó cambios en la cultura y las prácticas de la Iglesia. Y allí se instauró otro debate: el “secreto de la confesión” en casos de abuso. El informe señala que debería tener ciertas limitaciones y que esa confidencialidad no debería nunca anteponerse a lo que dice la Ley, en particular con delitos tan graves. Algo que es rechazado desde la propia cúpula de la Iglesia Católica francesa, pese a haber sido quien encargó la pesquisa.
No fue la primera vez que los abusos sexuales contra niños y niñas sumergió en un escándalo a la Curia francesa. De hecho, en 2019, el cardenal Philippe Barbarin fue condenado a seis meses de prisión en suspenso por no denunciar agresiones de ese tipo perpetradas por el sacerdote Bernard Preynat. El depredador había atacado sexualmente al menos a unos 70 jóvenes boy-scouts entre los años 1986 y 1991. El fallo contra el cardenal Barbarin fue apelado y luego fue absuelto, pese a los reclamos de los damnificados. Sin embargo, el Papa Francisco aceptó su renuncia. En tanto Preynat, el cura pedófilo, fue condenado en 2020 a cinco años de prisión.
La palabra del Papa Francisco
El Papa Francisco sostuvo que era una “vergüenza” lo ocurrido en la Iglesia Católica francesa durante las últimas 7 décadas. Y bregó por romper con los muros del silencio que por años rodeó a la institución. Durante la audiencia, Francisco se dirigió a los cuatro obispos franceses que estaban presentes -los monseñores Hervé Gobilliard (obispo auxiliar de Lyon) Yves Le Saux (obispo de Le Mans), Laurent Dognin (obispo de Quimper y Léon) y Pierre Yves Michel (obispo de Valence) y les pidió a todos los líderes religiosos “que continúen con todos sus esfuerzos para que tales tragedias no vuelvan a ocurrir” .El Sumo Pontífice también solicitó a los fieles franceses a asumir sus responsabilidades para garantizar que la Iglesia se convierta en una “casa segura para todos”
Y fue más allá. Francisco manifestó: “Quiero expresar a las víctimas mi tristeza, mi dolor por el trauma sufrido, y también mi vergüenza, nuestra vergüenza, mi vergüenza por la incapacidad de la Iglesia durante demasiado tiempo para ponerlas en el centro de sus preocupaciones. Oro, y oremos todos juntos, a ti Señor, la gloria, a nosotros, la vergüenza. Este es el momento de la vergüenza.”
El caso argentino
Los casos de abusos sexuales contra menores no son una excepción de la Iglesia Católica francesa. En los últimos años se repitieron las denuncias en todo el Mundo. Durante décadas (y siglos) el silencio fue un socio inevitable del peor de los pecados que se daba puertas adentro de las instituciones eclesiásticas. Los abusos sexuales contra menores se configuraron, encima, en un contexto donde la mayoría de esos niños y niñas estaban bajo la supervisión y el cuidado de los miembros de la Iglesia.
Llevó muchos años para que esos velos de impunidad comiencen a correrse y se pueda exponer el horror que se escondía en las penumbras de sus muros. Y llevó muchos más años para que la Justicia tome cartas en el asunto y llegue a condenas efectivas contra los abusadores de sotana. Algunos de los casos que llegaron a sentencias judiciales se dieron en la República Argentina: el más conocido fue el del poderoso y mediático padre Julio César Grassi, titular de la “Fundación Felices los Niños”, donde él mismo cometió abusos contra los menores que estaban bajo su custodia. Grassi fue condenado (en junio de 2009) a 15 años de prisión por abuso sexual y corrupción de menores agravado, pero evitó ir a la cárcel en varias oportunidades con distintos artilugios leguleyos. Recién en 2013, con la ratificación de la condena, terminó siendo detenido y hoy permanece preso en una Unidad penitenciaria de la ciudad de Campana, provincia de Buenos Aires, resaltó el informe elaborado por Gabriel Michi, periodista y director del portal MundoNews.
Por otro lado, en noviembre de 2004 fue condenado a 8 años de prisión el sacerdote Luis Sierra por abusar sexualmente de tres monaguillos que asistían como alumnos a un colegio religioso de Claypole, provincia de Buenos Aires, donde él era docente. Tres años después, en noviembre de 2007, la Justicia sentenció al sacerdote Mario Napoleón Sasso a 17 años de prisión porque consideró que había abusado sexualmente de un grupo de niñas de entre 11 y 14 años que concurrían al comedor comunitario que estaba a su cargo en la localidad bonaerense de Pilar.
Una excelente y profunda investigación realizada en 2017 por las periodistas Lucía Toninello y Mariana García, de la agencia de noticias Télam, encontró al menos 62 religiosos (59 sacerdotes y tres monjas) argentinos denunciados por abusos sexuales contra menores de edad. Y tan sólo tres de esos casos habían sido sancionados con la máxima pena prevista por el derecho canónico: la expulsión del sacerdocio. Miguel Ángel Santurio (condenado a 14 años por abuso sexual agravado contra 5 chicos), José Mercau (sentenciado a 14 años por “abuso y sometimiento sexual agravado” en perjuicio de cinco chicos en un hogar del Tigre) y Cristian Gramlich. El Papa Francisco fue quien ordenó la expulsión de ambos sacerdotes.
Pero eso, lamentablemente, parece ser una excepción. Porque en la mayoría de los casos y aún cuando avanzan las causas judiciales contra los sacerdotes (y hasta incluso se llegue a una condena) la Iglesia como institución se resiste a echarlos. Y ni hablar de ser el actor que inicia la denuncia. “La mayoría de los casos no son denunciados. La Iglesia no los denuncia, son las víctimas las que se animan a contar lo que les pasó y para ellas es un proceso muy doloroso. Estos números muestran la arbitrariedad del juicio canónico, porque salvo en casos que son indefendibles o han tenido mucha trascendencia pública, la expulsión no se concreta”, explicó (a Télam) Carlos Lombardi, abogado de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico y uno de los pocos especialistas en derecho canónico del país que no pertenecen a la Iglesia, según señala la agencia.
Encima, las víctimas deben soportar la lentitud de la Justicia. Para el momento en que las periodistas hicieron su investigación (2017), sólo 8 de los 62 denunciados habían sido condenados. Además de los mencionados hay que sumar a Ladislao Chomin. sentenciado en 2012 a 4 años de prisión por abuso sexual de una niña en Misiones y que cumplió prisión domiciliaria; Hermano Isaac Gómez, condenado a 11 años de prisión por el abuso sexual agravado de un menor; Domingo Pacheco, condenado a 13 años de prisión por abusar de un menor en Corrientes; Héctor Pared, sentenciado a 24 años de prisión por abuso sexual en un hogar de Florencio Varela, Buenos Aires, y que murió en septiembre de 2003; Fernando Enrique Picciochi, condenado en 2012 a 12 años de cárcel por abusar sexualmente de al menos cinco niños; y unos pocos más.
La condena más alta
Otro caso emblemático de la Argentina fue el del sacerdote Justo José Ilarraz, quien recibió la condena más alta en la historia del país contra un religioso por abusos sexuales y corrupción de menores: 25 años de prisión. Fue durante su era como prefecto de disciplina y guía espiritual en el seminario Nuestra Señora del Oráculo de Paraná, entre 1985 y 1993 y los niños abusados fueron al menos siete. A lo largo del juicio -en 2018- se escucharon los testimonios desgarradores de las víctimas. Este fue otro caso donde la prensa tuvo un rol clave: el trabajo del periodista de investigación Daniel Enz, director del excelente semanario ANÁLISIS, fue revelador para correr ese velo del horror y descubrir -contra todo tipo de presiones- las barbaridades que Illaraz había cometido. El fallo fue una luz de esperanza de que, como en otros, la historia comenzaba a cambiar. Pero falta mucho camino por recorrer. Y muchos muros de silencio e impunidad por derrumbar.
Una dolorosa realidad global
Así como en Argentina, esos vientos de cambio están rompiendo el lamentable blindaje que rodea a los abusos sexuales contra niñas y niños por parte de actores de la Iglesia. Estos son algunos ejemplos de cómo, poco a poco, la Justicia está comenzando a abrir los ojos y condenar a los depredadores sexuales con sotana:
* Estados Unidos: Según bishop-accountability.org, una ONG que hace un profundo seguimiento de los casos de pederastia en el seno del Clero y que incluso ofrece un buscador para identificar a los sacerdotes abusadores, la Iglesia Católica estadounidense recibió denuncias de más de 18.500 víctimas de abusos sexuales por parte de más de 6.700 clérigos, sólo entre los años 1950 y 2016. Y hay algunos de esos casos que fueron por demás emblemáticos. Por ejemplo, en febrero de 2019, el Papa Francisco destituyó al poderoso ex cardenal Theodore McCarrick (88), acusado de agresiones sexuales hace casi medio siglo. Lo emblemático de este caso fue que en EE.UU. nunca se había llegado a expulsar de la Iglesia a un cargo tan alto dentro de su jerarquía. Pero no fue el único caso en territorio norteamericano: un año antes, la Fiscalía de Pensilvania desnudó el encubrimiento por parte de la Iglesia de más de 300 sacerdotes pedófilos en ese Estado, lo derivó en la renuncia del arzobispo de Pittsburgh, Donald Wuerl. Por otro lado, un capítulo aparte merece una multipremiada investigación del Boston Globe, que descubrió una gran cantidad de abusos sexuales contra menores cometidos por más de 90 sacerdotes de esa diócesis en la década del 2000 y que esos delitos habían sido encubierto por el entonces arzobispo Bernard Law, quien murió en 2017, mientras escapaba de la Justicia, mientras seguía gozando de cierta protección en el Vaticano.
* Irlanda: una mega denuncia que explotó en la década de 2000 dejó al desnudo abusos sexuales contra alrededor de 14.500 niños. Eso llevó a las sanciones contra muchos sacerdotes. En 2018, como un gesto hacia las víctimas, el Papa Francisco se reunió con uno de ellos. El joven era uno de los tantos que en su niñez había sido abusado por el padre Tony Walsh, un depredador que atacó durante más de dos décadas, y que terminó expulsado del sacerdocio y encarcelado.
* Alemania: a partir del año 2010, distintas denuncias de abusos sexuales en el seno de la Iglesia germana salieron a la luz. En 2017, una investigación reveló algo espeluznante: al menos 547 niños del coro católico de Ratisbona habrían sufrido abusos sexuales (incluso violaciones) dese 1945 hasta comienzo de la década de 1990. Como si eso fuera poco, en 2018, otra investigación descubrió que al menos 3.677 niños habían sido víctimas de abusos sexuales entre 1946 y 2014. La mayoría de los 1.670 clérigos involucrados quedaron impunes y nunca fueron castigados. La sensación de que los encubrimientos de semejantes delitos eran moneda corriente entre sus filas obligó a que las máximas autoridades de la Iglesia Católica alemana ordenasen a una comisión independiente una pesquisa cuyo informe final, presentado en marzo de 2021, fue contundente: lograron identificar con nombre y apellido a 314 casos de menores de edad que habían sido víctimas de abusos sexuales dentro de la Iglesia por parte de 202 clérigos y laicos entre los años 1975 y 2008 sólo en la diócesis de Colonia.
* Polonia: después de negarlo en forma sistemática, la Iglesia Católica polaca terminó admitiendo -en 2019- que al menos 400 clérigos habían cometido abusos sexuales contra menores de edad en las últimas tres décadas.
* Australia: en 2019 el poderoso cardenal George Pell -hombre de gran llegada al Vaticano- fue condenado a seis años de prisión por violaciones y agresiones sexuales de dos monaguillos en 1996 y 1997; su condena fue confirmada en la apelación presentada en segunda instancia. Sin embargo, la sentencia fue anulada luego por el Tribunal Superior de Australia, que lo absolvió en 2020 por el beneficio de la duda. En tanto, el arzobispo australiano Philip Wilson fue condenado por encubrir agresiones sexuales contra niños cometidas en los años 1970 por un sacerdote. Pero, como en el caso de Pell, su condena también fue anulada.
* Chile: en su viaje a dicho país, en enero de 2018, el Papa Francisco protagonizó un hecho muy polémico ya que defendió públicamente al obispo chileno Juan Barros, a quien acusaban de haber ocultado los crímenes sexuales del sacerdote Fernando Karadima. Eso generó un enorme rechazo y las víctimas hicieron oír su repudio. El Sumo Pontífice volvió sobre sus pasos y decidió invitar a algunas de las víctimas al Vaticano, a la vez que convocó a todos los obispos chilenos. Luego éstos presentaron sus dimisiones en bloque y algunas fueron aceptadas. Finalmente, en octubre de 2018, la Justicia chilena condenó a la Iglesia a pagar indemnizaciones a tres víctimas por un monto que rondaba los 671.000 dólares.
Estos son sólo algunos de los ejemplos que se extienden por todo el Planeta sobre casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica contra niños y niñas. Pero son muchos más y están extendidos en casi todos los países. Durante años esos hechos fueron escondidos en medio de un hermetismo que lo único que hizo fue revictimizar a las ya sufrientes víctimas. Y perpetuar esos crímenes impunes. Ahora, poco a poco, todo ese dolor va saliendo a la luz. Es un acto de justicia frente a los dolientes. Y una forma de decir basta al peor de los pecados. Al peor de los delitos. Que así sea.
(*) Este informe de Gabriel Michi fue publicado originalmente en el portal Mundo News.
https://www.mundonews.com.ar/post/el-peor-de-los-pecados-el-peor-de-los-delitos