
Antonio Tardelli
Casi nunca se corresponde con el original la apariencia que las personas deciden exhibir: todo el mundo esconde o al menos disimula sus aspectos menos presentables. Mucho más un candidato en campaña, donde una imagen cotiza mejor que mil palabras, sobre todo en virtud de la disputa que se desata por la mirada de los ciudadanos y por la escasa predisposición de los votantes para adentrarse en las minucias de los programas de gobierno. Siempre se ofrece una imagen, un rostro que define al personaje, pero en las semanas previas a las elecciones los dirigentes políticos se saben especialmente expuestos, particularmente examinados, y por lo tanto dedican al punto una atención preferente.
Inherentes a la política, las máscaras se seleccionan con un cuidado mayor. Por tanto, es conciente y deliberada la caracterización que de sí mismo hizo el candidato a Presidente de la Nación por el Frente de Todos. Alberto Fernández acaba de presentarse como un liberal progresista. Reveló que integra una flamante categoría: la rama del “liberalismo progresista peronista”. El ex jefe de Gabinete inaugura rubros: estrena la figura del Presidente Probable (o sea alguien que prácticamente ha sido ungido como primer mandatario sin que se haya formalizado la primera vuelta electoral) y propone una definición inédita en los términos del nutrido vademécum justicialista.
Sería cosa buena comprobar que, en efecto, desde diciembre la Argentina será gobernada por un liberal progresista. Más: sería una rareza que de una oferta electoral tan pobre, como la de este mes y la próxima de octubre, surgiera un Presidente de tales características. Nada mal estaría, en virtud del estado de cosas, que el próximo jefe de Estado ejerciera el poder con los valores de un liberal progresista. Sobre todo si ese liberal progresista surge de las filas del peronismo, que por supuesto ha tenido referentes de perfil semejante, pero que no siempre se llevó bien con lo que se define como progresismo y casi nunca con el liberalismo político. Es posible que nada mejor que un liberal progresista pueda entregar hoy, en 2019, el peronismo, y particularmente un peronismo hegemonizado por su versión kirchnerista.
(Más información en la edición gráfica 1103 de la revista ANALISIS del jueves 29 de agosto de 2019)