Por Edgardo López Osuna (*)
Desde el momento en que Javier Milei expresó su deseo de ser candidato presidencial aparecieron críticas a su personalidad, a su forma de vida, a su entorno.
Además de los “eternos rosqueros argentinos” diciendo: no tiene equipo, que no tiene programa, que no tiene territorio. Que no tiene nada.
Se burlaban de él en programas de TV, radio, streaming, redes, etcétera. Que es amante de su hermana, que está loco, que es místico, que necesita un estudio psiquiátrico, que no se peina, que no sabe nada de política.
Es claro que lo “fogonearon” desde el PJ, porque los “increíblemente desacertados encuestadores” decían que Milei le restaba votos a Juntos por el Cambio.
Desde allí, ese sector lo empezó a mirar con simpatía, azuzando su participación mediática, invitando a compartir sus espacios, buscando morderle electorado a su circunstancial rival.
No vieron que les restaba votos a ellos mismos también. La gente se cansó de los políticos que no solucionan nada. Se aventuró.
Nadie, ni los políticos, ni los medios, ni los empresarios, ni ningún otro sector que de alguna manera influya en la política nacional, primero creyó que podía obtener considerable cantidad de votos y menos que se podría convertir en presidente.
No entendieron, y siguen sin hacerlo, del profundo cambio cultural que vive el país y en buena parte del mundo.
Hoy las noticias primero corren por las redes y sus derivados y luego los periodistas se nutren de ello para “informar”
Se la pueden pasar todo día, apoyando a Milei o criticándolo y eso no va a mover un milímetro el amperímetro electoral. Ya no va más por ahí.
Hace 30 años, Bernardo Neustadt (por nombrar uno) te inclinaba para un lado u otro una balanza electoral. Hoy el resultado de eso es nulo.
Ya pasaron 17 meses de gobierno al que muy pocos veían exitoso. “Que no pasa el verano, que no llega a fin de año, que pónganle nafta al helicóptero, etcétera.
Hoy siguen con la sanata, “que esto no aguanta, que esto se cae, que nos endeudan, y otras sandeces.
No es igual a procesos anteriores, no hay déjà vu para quien mira y lee economía.
Bien, es hora que los argentinos reconozcan que TODOS los índices de la economía han mejorado.
Todo lo que se le pedía al presidente cuando asumió, todo se cumplió, en cuanto a lo macro.
Dólar súper estable, inflación baja, superávit gemelo, desburocratización de la economía, baja de impuestos, se terminó (a medias) con el cepo que tanto daño le hace si quieres una economía sana,
Se simplificaron muchísimas operatorias, se quitaron gastos superfluos del estado (hay mucho por hacer aun), se están eliminando los llamados ñoquis. En verdad Argentina se está preparando para ser un país serio, insertado en el mundo de hoy.
El bienestar de lo micro ya llegará. En tan poco tiempo es imposible ver resultados si elegiste 20 años antes destruir una economía mediante el populismo irresponsable.
Ahora bien: ¿quiénes siguen criticando?
Fundamentalmente los que están perdiendo privilegios.
Empresarios acostumbrados no a competir, sino a que el Estado le ponga las condiciones rentables a costa del bolsillo de sus clientes.
Periodismo sin pauta. Iglesia sin recursos pagados por contribuyentes, Gremios acostumbrados a reclamar de todo sin entender que lo mejor es mejorar su productividad, el conocimiento adquirido de los empleados, la eficiencia y la eficacia.
Es resumen, se quejan los que estaban acostumbrados a vivir en el populismo y, piensa quien escribe, que si no se adaptan a los nuevos tiempos desaparecerán quejándose.
Se quejan los necios y desplazados de un sistema que colapso, feneció.
Deberían entender que el mundo va para otro lado, donde prima el esfuerzo, la preparación, la capacitación, por sobre la queja eterna y el reclamo a “Papá Estado” que nos dé más.
(*) Edgardo López Osuna es empresario Pyme de Entre Ríos.