La timba financiera de Macri y la destrucción del país

Por Roberto Schunk (*)

Especial para ANÁLISIS

Al principio del gobierno de Mauricio Macri se decía que iba a ser un gobierno gradualista. Que iba a corregir todos los problemas que venían del gobierno anterior de manera gradual. Pero a días del recambio de autoridades, el 16 de diciembre de 2015, se tomó una medida que de entrada dejó eso de lado.  

En esa fecha, el flamante primer mandatario modificó el decreto 616 del 9 de junio de 2005, que contenía una de las decisiones más importantes del gobierno del ex presidente Néstor Kirchner, adoptada para pasar de un régimen de valorización financiera que venía de la dictadura cívico-militar a otro de valorización productiva del capital.

El decreto determinaba que las operaciones alcanzadas por él debían pactarse y cancelarse en plazos no inferiores a los 365 corridos (contados desde la fecha de liquidación de las divisas en el mercado de cambios o de la última renovación del préstamo) y establecía una retención sobre los fondos ingresados equivalente al 30% de los mismos, los que quedaba indisponibles por el plazo de un año, mediante la constitución obligatoria de un depósito en el sistema financiero local.

¿Cuál era el objetivo de ese decreto?

Establecer encajes y tiempo mínimos para desalentar el ingreso de fondos especulativos de corto plazo. Los conocidos como “capitales golondrina”.

En forma paralela a la modificación de este decreto, el gobierno de Macri aumentó la tasa de interés a través de las Lebac y empezó a tomar deuda externa en dólares.

En síntesis, antes del 10 de diciembre de 2015 la Argentina era un país en el que para ganar plata las empresas tenían que producir bienes y servicios y para cobrar salarios había que participar trabajando en esas empresas. 

Y en enero de 2016 para ganar plata había que comprar Lebac, porque si el país tomaba mucha deuda externa el precio del dólar se estabilizaba al aumentar su oferta en el mercado y la tasa de interés de esos títulos de deuda emitidos en pesos por el Banco Central de la República Argentina era la que se podía obtener en dólares: nada más ni nada menos que el 40% anual por tener planchado el valor del dólar artificialmente a través del mecanismo de la deuda. 

La Argentina pasó, no gradualmente sino de un mes a otro, de ser un país en el que, con todos sus defectos (falta de acumulación productiva, bajos niveles de inversión, etc.) para ganar plata había que fabricar algo y donde se ganaba dinero trabajando y los capitalistas tenían que producir bienes y servicios, a ser un país donde se ganaba plata comprando Lebac, o sea, con la especulación financiera.

Y ese mecanismo estaba medianamente garantizado porque nos estábamos endeudando en el resto del mundo en dólares y dicha moneda iba a estar barata mientras a la Argentina le prestaran plata y el Banco Central quitara pesos de la economía vía Lebac, un bono que “obligatoriamente” le encajaba a los bancos comerciales (gran negocio para estos) y estos recibían depósitos de los particulares y no podían prestar ese dinero, sino que era absorbida por el BCRA recibiendo ese bono y además permitiendo su compra a los clientes de dichos bancos comerciales.   

El interrogante que surge entonces es el siguiente: si tengo una panadería ¿qué hago?, ¿compro harina para hacer pan y facturas o compro Lebac, si comprar este título me rinde el 40%, llegando inclusive al 80%?  

Buenos Aires se convirtió en la plaza especulativa más redituable del planeta y nuestro país llevó adelante un proceso de endeudamiento externo que en los años 2016 y 2017 nos llevó a ser el país que más deuda tomó en el mundo. 

A este proceso se lo conoce como la bicicleta financiera. Los especuladores, incluyendo a nuestra burguesía rentista, que tienen los dólares depositados en el exterior, los grandes fondos de inversión, las compañías de seguros, los fondos comunes de inversión, traían los dólares a nuestro país sin ningún tipo de restricciones -ya que se había dejado sin efecto el decreto 616/2005 que establecía encajes y tiempos mínimos para desalentar el ingreso de fondos especulativos- y podían irse del país cuando quisieran. 

¿Cómo era el proceso?

Traían dólares, lo cambiaban por pesos, compraban Lebac, obtenían el 40% anual de interés y salían recomprando el dólar a un precio similar al que lo habían vendido, ya que seguía estando a ese valor porque la oferta de divisas que había al interior de la economía argentina estaba sostenida por el brutal proceso de endeudamiento del Estado. 

Reitero: pasamos de un régimen de valoración productiva a uno de especulación financiera del capital en términos de un mes. Por lo tanto, lo que queda claro es que no hubo ningún “gradualismo”, sino que cambiamos de régimen de un mes a otro.

En aquel momento se decía que con estas medidas se iba a ir reduciendo paulatinamente el déficit fiscal y externo. Ambas cosas no fueron así, ya que el déficit fiscal siguió aumentando en 2016 y 2017 y, fundamentalmente, el déficit que aumentó del 2,5% a un poco más del 5% del PBI en dos años fue el del balance de transacciones corrientes de la balanza de pagos, financiándose con un brutal endeudamiento, la apertura de los mercados y la competencia, que eran los argumentos que se esgrimían en ese momento.

Este enfoque, que para nosotros es la bicicleta financiera, para Macri y los economistas que llevaron adelante la política económica fue el enfoque monetario de la balanza de pagos.  Ellos nos enseñan que si abrimos todos los mercados y desregulamos el sector financiero todos los precios confluyen a uno y se acaba la inflación. 

¿Fue la primera vez que se aplicó esto en la Argentina?

No. Fue la tercera. Hubo tres períodos de sobreendeudamiento en la moneda norteamericana que dieron como resultado un dólar barato: esto que nos pasó en 2019 ya nos había pasado en 1982 con la crisis de la deuda, cuando la Argentina se sobreendeudó desde el golpe militar hasta la crisis del ’82 y nos endeudábamos para tener un dólar barato y estabilizado, especulando en pesos, con rendimientos astronómicos en dólares (la “plata dulce”). Y la situación se repitió también en la década del ’90 con Carlos Menem. 

Hay una pregunta que deberíamos hacernos a esta altura y es por qué la mayoría de los “economistas” no menciona que Macri derogó el decreto 616/2005 de Kirchner, que no permitía la entrada de capitales especulativos al país.

Y la respuesta es que eso sucede porque la mayoría de los economistas que opinan por los medios masivos de comunicación son educados a través del saber convencional que toma como verdad revelada el enfoque monetario de la balanza de pagos. Además, y esto es lo más importante, representan los intereses del poder económico sin importar las consecuencias desastrosas que estas políticas generan para el conjunto del pueblo argentino.

¿Cómo puede ser que por tres veces nos hayan endeudado y quebrado al país, llevándose los dólares al exterior los mismos actores económicos?

Tuvimos tres períodos de sobreendeudamiento. El primero fue de 1976 a 1982 y terminó en crisis y quiebra. Después llegó Alfonsín y distribuyó las cajas PAN, que eran cajas con alimentos para mitigar las graves consecuencias en que nos había dejado la dictadura militar. Por esa medida a Alfonsín lo llamaron populista. Luego vino la década del ’90, nuevamente dólar barato y endeudamiento, que terminó en la crisis del 2001 con otra montaña de gente lanzada hacia a la pobreza.

Y otro tanto sucedió en el 2019. Hoy tenemos 40% de pobreza y debemos una montaña de plata que es impagable, pero hay un grupo de argentinos que tiene cerca de u$s 400.000 millones de dólares en el exterior (declarado). 

¿Cómo puede ser que nos haya pasado tres veces lo mismo? 

Han quebrado nuestro país.

Muchos de nosotros vivíamos en un país normal. Nacimos en un país normal hace más de 50 años. ¿Qué es un país normal? Uno en el que los chicos iban a la escuela pública y en el que a nadie se le ocurría mandar los hijos a una escuela privada. Donde los hospitales funcionaban, las fábricas funcionaban, los trabajadores tenían aportes jubilatorios y obra social. Un país normal en el que la diferencia entre pobres y ricos era de 5 veces como en Europa.

Hoy esa diferencia es de 14 veces.

El mundo cambió en la década del ’70 con el surgimiento de la globalización. Aunque esta palabra no nos dice mucho, lo que hay detrás de ella son dos cosas.

Por un lado una preeminencia de los capitales financieros sobre los productivos. El mundo se hizo financiero y especulativo y, en lo productivo, los que gobernaban necesitaban bajar los costos, ya que en esos momentos los consideraban demasiado altos. 

La ganancia de las grandes corporaciones mundiales venía bajando porque después de 30 años de un Estado benefactor de raigambre keynesiano los salarios en los países centrales eran altos, a los impuestos en gran medida los pagaban los ricos y a los que producían petróleo se les ocurrió unirse formando la OPEP decuplicando el precio del barril de petróleo. 

Con un insumo clave como el petróleo con el precio disparado, salarios altos e impuestos altos, surgió la globalización y uno de los planteos más importantes fue cómo se iban a bajar los costos, para lo cual había que bajar los salarios. 

Una de las políticas para actuar en consecuencia fue propiciar la llegada de inmigrantes a los países centrales, aumentando la oferta de trabajo y deprimiendo los salarios, y otra de las medidas fue la deslocalización de los grandes capitales norteamericanos y europeos al sudeste y este asiático donde se podían pagar salarios de 50 dólares mensuales (offshoring).

Con los planteos neoliberales se le bajaron los impuestos a los ricos y el precio del barril de petróleo pudo bajar militarmente, con operaciones en medio oriente.

De esta manera, se fue conformando la globalización donde los bienes se empezaron a producir en lugares donde se podían pagar salarios baratos, fundamentalmente en el sudeste asiático, disminuyendo fuertemente los costos de producción y, como consecuencia de ello, menores precios de los bienes a pagar en los países desarrollados. 

La otra parte fundamental era el capital financiero, que adquirió vida propia con la salida del patrón oro en 1971 y las desregulaciones del sistema financiero en la década del ’80, dejando como resultado la especulación financiera a lo largo y a lo ancho de todo el mundo.

Se gana plata especulando financieramente y fabricando las cosas lo más barato posible en el lugar donde se puedan pagar los salarios más bajos: esta es la globalización. 

En la Argentina -que tenía un régimen de valorización productiva hasta 1974 y comienzos del ’75- vivíamos de fabricar bienes y servicios de todo tipo. Desde productos surgidos en la industria alimentaria hasta aquellos que se producían en la industria metalmecánica, química y petroquímica, entre otros.

Las exportaciones industriales aumentaron del 8% en 1963 al 19% en 1974. Los mayores incrementos se dieron en: maquinarias y equipos eléctricos (2000%), material de transporte (5600%) y metales, químicos y petroquímicos (391%). Y exportábamos tecnología y plantas “llave en mano” (cosechadoras Vassalli, válvulas para petróleo Merex, etc).

Es muy importante destacar para convalidar lo que se está señalando lo manifestado por dos economistas argentinos en el año 1973: “Si no surge una dictadura liberal poderosa y represiva, el continuo esfuerzo por erigir una sociedad industrial en Argentina será una fuerza irreversible” (Mallon y Sourrouille, 1973).

Pero lamentablemente en la dictadura cívico-militar, en la década del ’90 y en el gobierno macrista nos insertamos pasivamente en esa globalización financiera, especulativa y rentista y por ello insisto en remarcar que lo primero que hizo Macri fue derogar el decreto 616/2005 de Néstor Kirchner para insertarnos nuevamente en el mundo de la timba financiera. 

Ese mundo financiero nos endeudó, luego vino la crisis de la deuda y nos dejó un 40% de pobres y una deuda insostenible. 

La pregunta que me parece apropiada hacer en este momento del relato es la siguiente: ¿es solo eso?

Claro que no. Eso es lo que tiene mayor visibilidad: un país con una deuda externa impagable y 40% de pobreza. 

Pero lo que sucedió además en esos tres procesos -1976-1982, década del ’90 y 2016-2019- es que al mantener un dólar barato durante tanto tiempo era más conveniente irse de vacaciones a Miami, Punta del Este o Río de Janeiro que irse de vacaciones a Mar del Plata, Colón o Villa Carlos Paz. 

El dólar era barato ficticiamente: solo lo era porque el país se estaba endeudando aceleradamente en dólares y lo que nos tiene que quedar claro es que no era un precio de mercado en que el Estado no tenía nada que ver. 

El país se endeudaba para subsidiar los hoteles de Miami, Punta del Este y Río de Janeiro y perjudicar a los hoteles de Mar del Plata, Colón y Carlos Paz, destruyendo el empleo en estas ciudades y subsidiando el empleo en las primeras. 

Con este ejemplo resulta fácil poder entenderlo, pero no es solamente en los hoteles y demás servicios del turismo, sino que esto vale para todos los productos y servicios. 

Un juguete de plástico si el dólar es barato ficticiamente es más conveniente traerlo importado que fabricarlo en nuestro país. Lo mismo que los lentes, las galletitas, los caramelos.

El país se endeuda para subsidiar la industria del resto del mundo y entonces los empresarios argentinos que habían desarrollado capacidades para producir bienes complejos, sobre todo los pequeños y medianos, no logran sobrevivir y van a la quiebra a la quiebra. 

¿Y el sector científico-tecnológico del país?

En los tres períodos mandamos a nuestros científicos a lavar los platos. Se fueron los mejores a otro país en busca de nuevas oportunidades, destruyendo a este sector. 

Lo mismo sucedió con el sistema educativo como por ejemplo con las reformas de 1992, transfiriendo la escuela secundaria que estaba en la órbita del gobierno nacional a las provincias sin financiamiento, destruyendo a la escuela pública y provocando a su vez el quiebre de los sistemas jubilatorios provinciales. O con el impulso permanente del macrismo a la educación privada desfinanciando al sistema público.

Además, teníamos una empresa pública, la más importante del país, YPF, que producía gas barato para las industrias, gasoil barato para el sector agropecuario. Pero la endeudamos durante la dictadura y la privatizamos en los ’90, vendiéndosela a una empresa española que estaba mucho más atrasada tecnológicamente que YPF. 

A principios de los ’70 había un sistema científico-tecnológico en nuestro país, incluyendo a la empresa señalada precedentemente, que contaba con laboratorios de investigación propios. 

Los tres períodos de sobreendeudamiento nos dejaron la deuda externa y los pobres y, al mismo tiempo, destruyeron nuestras capacidades productivas que están fundamentalmente en las pequeña y medianas empresas que saben hacer cosas porque para hacerlas hay que fabricarlas y de esa manera se aprende. En síntesis, nos destruyeron las construcciones de largo plazo:

1.- Las capacidades productivas que están en los empresarios.
2.- El sistema científico-tecnológico.
3.- El sistema educativo.

O sea, que cuando estos irresponsables se retiran de la conducción política del Estado no solo te dejan la deuda con el 40% de la población pobre, sino que además te quebraron las piernas y no te dieron muletas. No podés caminar. Te destruyeron el aparato productivo. 

(*) Exministro de la Producción de la provincia

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