Por Luis María Serroels

Especial para ANALISIS

En rigor de verdad, el error discursivo en que incurrió días pasados el senador nacional por Entre Ríos Alfredo De Angeli -en campaña electoral- al atribuirle al Supremo Entrerriano Francisco Ramírez haber sido Presidente de la Nación, da cuenta de un tropiezo que, si se lo analiza con amplitud, no es sacrílego ni tampoco exclusivo del conocido dirigente del campo. Existe una larga historia de sorprendentes resbalones verbales dentro del propio recinto de la Cámara Alta, que nutrieron a recordadas revistas de humor.

No sería extraño que tal equívoco se haya producido pensando en la República de Entre Ríos, uno de los grandes afanes del gran caudillo que sigue siendo considerado como “varón de estirpe gaucha, chasquero de la patria y abanderado de los principios de Mayo de 1810, que sirvió y afianzó la libertad inicial”. En tal caso el error no sería tan grosero. Pero ello muy lejos está de hacerlo merecedor de fuertes descalificaciones y mucho menos de plantear –como alguien sugirió ligeramente- su eventual abandono del cuerpo legislativo.

Habría que preguntar cuan lúcidos y bien dotados de cultura general y en especial de historia de sus respectivas provincias serían los restantes legisladores en caso de que algún reglamento ridículo prevea tal requisito (aclaremos que el pedido de cese provino de alguien con aspiración de desembarcar en un escaño el 10 de diciembre).

Si convivir en una cámara del Congreso con un legislador aparentemente deficitario en el conocimiento de la historia, provocase escozor a sus pares al extremo de sugerirse por ello su separación ¿cuánto más insoportable debería ser la convivencia con personas que saquearon las arcas del Estado y optan por resguardarse en los cuerpos legislativos a los que convierten en verdaderos aguantaderos para eludir los estrados judiciales?

Quien terció en la cuestión es un candidato a senador por la fuerza Consenso Federal y ello indica un desconocimiento de los reglamentos donde un blooper como el comentado jamás podría ser causa grave pasible de sanciones. Quizás sí –aunque desde luego sin carácter vinculante- se podría someter a los candidatos a preguntas a cargo de jóvenes estudiantes de ciencias políticas y ávidos de conocimientos.

No está de más advertir que la condición de autodidacta no significa en absoluto un déficit, en todo caso se convierte en un ponderable mérito.

Coincidimos en que en el caso abordado se trató de un desliz de los tantos que acontecen en el Congreso y de ningún modo dicho tropiezo puede ser generador de duras descalificaciones. Si se practicasen eventuales test, se advertiría que muchos hasta vacilarían a la hora de opinar sobre  el texto de la Ley Suprema. Claro que la función de los asesores resulta siempre una buena tabla de salvación.

Volviendo al motivo de este comentario, es oportuno recordar que el gobernador provincial entre 2007 y 2015, alentó y se esmeró bastante en “desramirizar” nuestra historia generando una falsa antinomia con el organizador de la Liga de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas (ese intento urribarrista que el actual mandatario Gustavo Bordet y otras personalidades han decidido con buen tino soterrar, reivindicando el ideario ramiriano mientras nos acercamos al bicentenario de su muerte, fue mucho más grave que el traspié del actual senador).

El acceso a la exposición pública de De Angeli en marzo de 2008, fue producto de duras decisiones del gobierno nacional de entonces que sobresaltaron a los hombres y mujeres del campo y que, contraviniendo toda legalidad, modificó asuntos de orden tributario mediante una simple resolución ministerial, siendo que el artículo 99º de la Carta Magna sólo se lo permite al Congreso. Esa sí que fue una acción reprobable.

Ningún legislador está obligado a ostentar un alto grado de conocimientos generales  -que sería lo ideal-, pero un tropezón en su manejo de la historia lejos está de generarle por ello desmerecimientos en su labor parlamentaria y menos hacerlo indigno de ocupar su banca.

Los exabruptos que de tanto en tanto obligan a ocupantes de un escaño poseedores de ponderables antecedentes a rectificarse y pedir disculpas, no autorizan a descalificar su desempeño en el recinto donde se debaten las futuras leyes de la Nación.

La historia registra no pocos casos de diputados y senadores que sólo se limitaron a tomar  café y levantar la mano a veces sin haber prestado la debida atención a lo discutido allí donde el corporativismo partidario es un clásico. Pero todos gozan de la misma consideración y honores de los que más se esmeran en honrar el escaño.

Baste con visitar la biblioteca del Congreso Nacional y allí se hallarán antecedentes de legisladores que cometieron insolencias y groserías impropias de la condición de tales.

La preocupación por darle cada vez mayor lustre y jerarquía a los cuerpos legislativos debe comenzar a ejercerse en el momento de ingresar al cuarto oscuro. Ello evitaría que los deudores con la justicia se escabullan de los magistrados y hasta se permitan seguir postulándose con un alto grado de descaro (hoy se dan ejemplos que a vastos sectores ciudadanos no parece preocuparles y a los tribunales tampoco). Para que la democracia se afiance y la República fortalezca sus sagradas instituciones básicas, simplemente basta con amarlas, honrarlas y hacerlas cada vez más fuertes.

Hace siglos un soldado romano dijo que “no debemos amar a Roma porque sea grande, sino que ella se hará grande en la medida que los romanos la sepamos amar”. Hermosa reflexión aplicable a nuestra Argentina.

Desde luego que debería actuarse con moderación y respeto a la hora de hacer pública una posición determinada o un párrafo oratorio, tal como el caso de De Angeli. Pero sugerir una medida draconiana de abandono de su tarea garantizada por las urnas no es bueno, como tampoco descalificar al extremo de una expulsión que por otra parte sólo se legitimaría en tanto se transiten los tramos reglamentarios pertinentes. Si se considera vergonzoso “tener legisladores así” (tal como se expresara), debería aplicarse mayor celo y preocupación frente a la presencia en los recintos de corruptos imputados desde los estrados judiciales y que ven en los fueros la vía segura para eludir jueces y fiscales. Los Tribunales de Comodoro Py pueden dar fe de ello.

En el Congreso Nacional hay muchos refugiados deudores de la ley penal que quizás sepan mucho de todo y en especial de historia argentina, pero no del valor de la honestidad con que deben ejercerse las funciones públicas, con bolsillos flacos, manos limpias y uñas cortas.

Mucho peor que el eventual grado de desconocimiento de tramos de nuestro devenir histórico, es conocer los códigos que condenan el delito y aun así pisotearlos. En buen romance, es tomar al Parlamento como asilo de los corruptos. De todos modos, nadie debe cercenarle a nadie la libertad de expresarse, como el caso de quien descalifica duramente al senador entrerriano y que motiva esta nota. Saber respetar a aquellos que tropiezan al  confundir datos de la historia es una buena condición y, valga mencionar, hasta donde se conoce, desde la propia Cámara no surgió comentario alguno. Así se busca mantener libres los caminos para transitar algo tan esencial como la convivencia en paz.

Quien fue destinatario públicamente de la demanda de ser retirado de su banca, es un calificado dirigente de entidades rurales y con larga experiencia en la defensa de los derechos de quienes sostienen con gran esfuerzo la riqueza que provee la producción agropecuaria. Muchos temas propios de su actividad específica son esclarecidos en un recinto donde se discuten y alumbran grandes cuestiones que hacen al desarrollo de nuestra producción primaria como vía de traer divisas al país. No es prudente tratar de ganar posiciones políticas afirmándose en un tolerable error humano.

Este periodista no mantiene ninguna relación personal ni compromiso con De Angeli, lo cual no es impedimento para que lo respete y aborde este episodio con ánimo esclarecedor. Nunca hemos mantenido algún diálogo, ni siquiera durante aquellas ardorosas jornadas de 2008 en que el campo se puso de pie. Nuestra prédica a favor de esa lucha respondió a un sentido de justicia.

El ciudadano que con inusitada dureza descalificó a De Angeli también merece respeto en su búsqueda de acceder a una banca por la vía del sufragio.

En realidad, más motivos para la crítica pública generan dos ex Presidentes de la Nación guarecidos en una banca para evitar la cárcel. Argentina, como rezaba una añeja bebida internacional, es Única en el Mundo. ¿Por qué? Porque se permite que corruptos seriales puedan volver a la Casa Rosada sin haber sido juzgados. El Código Penal se suspende hasta nuevo aviso.