Entre aciertos y torpezas, entre equívocos y profecías de dudoso sustento, Chile avanza hacia su destino soñado por unos y negado de raíz por otros.
Por José Carlos Elinson
Especial para ANALISIS
Entre aciertos y torpezas, entre equívocos y profecías de dudoso sustento, Chile avanza hacia su destino soñado por unos y negado de raíz por otros.
Avanza decía, pero debo retractarme. Chile, y no precisamente en soledad, retrocede hacia un pasado tormentoso donde la sangre y el fuego disputan espacios en los que la sinrazón despliega las banderas de los desencuentros.
Como una fotocopia vieja y deslucida de los ´70 el salpicón de focos ígneos, las piedras contra los carabineros, las pequeñas manifestaciones de lo que podrían ser émulos de las guerras de guerrillas de Martín Miguel de Güemes, retornan a los primeros planos en una república que no atraviesa por sus días más lúcidos.
En la Bolivia resquebrajada bajo la incontinencia política de Evo Morales que ha optado por dejarse doblar el brazo y llamar a las reclamadas elecciones bajo la mirada admonitoria de la OEA. Digamos, la invasión de países por países, las demostraciones de fuerzas con el respaldo de potencias políticas extrañas a su realidad. La historia de las disputas de pobres contra pobres tan arraigadas en América Latina, vuelve a los primeros planos y los conflictos se tornan personales como en el caso de la alcaldesa golpeada,, pintada y orinada en plena calle de Cochabamba.
Paraguay en tanto, como aquel personaje de Raúl Scalabrini Ortiz, está solo y espera, y en Brasil la figura de Luiz Inacio Lula Da Silva vuelve a cobrar relevancia después de su liberación y los habitantes del país del norte viven el efecto Jair Bolsonaro pero al revés. Es dable recordar que cuando Lula fue a la cárcel, sumaba el 40% de intención de votos contra el 20% de Bolsonaro. Con Lula preso y sin heredero con los suficientes blasones, el ex militar se alzó con una victoria electoral que, a todas luces no era para él.
Argentina y Uruguay, se sabe, siempre suelen ser los últimos en subirse al furgón de cola de la derecha genuflexa, apropiadora y entreguista.
Después, la contradanza. Uruguay y Argentina terminan pactando con los sectores cívico militares para arribar los acuerdos más degradantes y espurios, Paraguay se mantendrá firme junto a Scalabrini esperando en soledad, Bolivia demorando su soledad productiva mínimamente diversificada y tratando de reacomodarse a un sistema más politizado que político.
Brasil, escribiendo su más reciente historia de esperanza para muchos y de condena diversa para otros encontrará en la antinomia Lula – Bolsonaro la razón del debate y el desgaste.
Chile, en tanto regresará con la esperanza en alto, con la memoria de Don Salvador Allende, con la poesía de Pablo Neruda, con el setentismo cantado y venerado en la voz de Pablo Milanés recordándonos: “Yo pisaré las calles nuevamente / de lo que fue Santiago ensangrentada / y en una hermosa plaza liberada / me detendré a llorar por los ausentes”.