
Por J. C. E. (*)
El pasado viernes 3 de abril asistimos a un espectáculo de crueldad extrema estribando en las necesidades de los -¡oh casualidad! más necesitados. Las colas, que pronto se transformaron en amontonamientos y desorganización y en padecimientos, estaban formadas por quienes –si querían cobrar sus escuálidos haberes-, debían concurrir al banco y armarse de paciencia y pensar que era la única posibilidad que tenían de hacerse de unos pesos hasta dentro de 30 días.
El panorama llegó por momentos a tornarse de una crueldad conmovedora al ver las condiciones de la espera. Alcanzamos a divisar en la esquina una ambulancia de un servicio privado, pero lo que no vimos fueron ambulancias de apoyo para los que la espera se hizo interminable. A las canchas de fútbol van, a cubrir las necesidades de los adultos mayores, parece no tener sentido hacerse presente. Con descontar parte de los sueldos no alcanza si un servicio esencial no está en condiciones de solidarizarse con sus conciudadanos.
Este es uno de los sometimientos al que queremos referirnos: los viejos sometidos a tratos deplorables.
El otro sometimiento va dirigido a las necesidades básicas y los bolsillos de la gente.
Tres supermercados, uno en Paraná, otro en Oro Verde y el tercero en Gualeguaychú, fueron clausurados por no respetar los precios máximos establecidos. Es decir que la gente, después de la odisea (parece que la pandemia no llega a los bancos ni a sus veredas), de pasar horas esperando por su dinero, va a algún supermercado y tiene que pagar lo que al empresario le parece adecuado para su economía en la coyuntura.
Van a cobrar, pasan horas esperando y lo que creían que les alcanzaría, con la magia que les conocemos, para llegar con las necesidades más o menos cubiertas al mes próximo, queda en la caja impersonal e irrespetuosa de un supermercado.
“Son pocos pero son…”, dice César Vallejo en Los heraldos negros.
El funcionario Fabián Paidomani, a cargo de los procedimientos, dijo que "las clausuras son preventivas, por la situación que estamos atravesando, y los comercios no se habilitan hasta tanto no se adecuen con los precios".
A veces las penas son endebles, estos comerciantes, evidentemente insensibles a la durísima realidad que se vive y faltando el respeto a las disposiciones del gobierno en este tema de los precios máximos se pondrán en orden y reabrirán sus locales sólo con remarcar pero al revés, es decir, en vez de incrementar los valores de la mercadería, ponerlos conforme a los precios máximos enmarcados en la Resolución 100/2020 del Poder Ejecutivo Nacional.
No deberían ser necesarias estas reflexiones, con pandemia o sin ella, deberíamos ser más ordenados, solidarios, buena gente, que la hay, pero es la que sufre los embates de quienes aprovechándose de una situación límite y delicada disfrutan escuchando un poco más de ruido de monedas en sus cajas registradoras.
Hace 80 años el filósofo español José Ortega y Gasset pronunciaba en un discurso que quedó para la historia, ¡”Argentinos, a las cosas”!
Parece que en algunos no surtió el menor efecto y otros ni siquiera se enteraron.
(*) Especial para ANALISIS