El riesgo de lealtades maquilladas

Marcha lealtad peronista 2020

Por Luis María Serroels (*)

Suele decirse que ciertas soluciones estructuradas para desarticular una concentración opositora, terminan en fracaso. Quizás la rememoración del Día de la Lealtad pudiera caer en la extemporaneidad o no, pero está claro que los fundamentos de esta fecha es lo que nunca se dignó honrar el kirchnerismo (ni siquiera maquillado por extremas necesidades políticas). 

Esta ocasión de 2020 quizás no se analizó adecuadamente siendo que el momento actual no era propicio para afianzar las relaciones desde la cúpula. Innumerables militantes K –con su jefa a la cabeza- no niegan las serias incompatibilidades con las raíces ideológicas que el estallido de los descamisados del ‘45 alumbraron y que en el Frente de Todos sería útil revisar serenamente.

Es problemático hallar fundamentos para justificar la condición de líder de un Alberto Fernández en tales circunstancias, cuando ni siquiera puede alinear sectores de su propio gobierno. El “todos unidos triunfaremos” mientras miles se refrescaban los pies en las fuentes, fue el emblema que años después fue deshonrado cuando como remedo, el vicepresidente cristinista Amado Boudou chapaleó en falsas aguas, para terminar entre las celdas.

Es muy difícil que el actual mandatario pueda tener los quilates suficientes para galvanizar a la mayoría de los argentinos (incluso opositores), ello es así porque el obstáculo insalvable es la figura de Cristina. Si ella un día se negó a un aporte voluntario para erigir el mausoleo en homenaje a Juan Perón, no fue precisamente por escasez de recursos.

¿Cómo unir sendos pensamientos entre dos Fernández para gobernar en consonancia, si uno de ellos le da la espalda al mismo ideario trazado por el líder que marcó el rumbo de la política por mandato del sufragio popular en tres períodos (en el segundo interrumpido por un golpe militar y el tercero por fallecimiento)?

Cuando Néstor Kirchner llegó a decir en un encuentro que el mejor mandatario de la historia había sido Carlos Saúl Menem, el ambicioso matrimonio proveniente de tierras australes reveló que nunca había sido fiel adherente a la doctrina justicialista.

Nada de lo que se intentó el reciente sábado 17 de octubre en aras de una unidad imprescindible, fue imposible en tanto el ala K juega con cartas de otro mazo. Mientras las más fuertes esperanzas y propósitos se centren en manejar el Poder Judicial, se garantice su libertad sin juicio y se modifique la Carta Magna al antojo, no habrá orden, unidad ni decencia. Cualquier intento de unión nacional será una utopía en tanto no se limpie la corrupción.

Si como se aguarda, el Tribunal Oral Federal  5 juzgará tras las elecciones próximas a Cristina, Máximo y Florencia Kirchner, por lavado de dinero mediante operaciones familiares utilizando Hotesur y Los Sauces.

Un hecho que más temprano que tarde iría a suceder y le estalló en las manos a un gobierno sin experiencia y mucha desconfianza, mostró que mutuamente duermen con un solo ojo.

Hoy el kirchnerismo –el real conductor- advirtió que dentro de la oposición hay buenas intenciones, capacidad y deseos de sacar al país de la grave situación. 

Los reproches de amplios sectores frente a errores evidentes del manejo de la economía y que no se escuchaban debidamente, esta semana fue la propia vicepresidenta quien debió darse un baño de humildad y realismo.

Los postulados de la doctrina justicialista de que se hicieron eco los que festejaron el Día de la Lealtad, no impidieron vislumbrar malos presagios. La ausencia de Cristina no sorprendió en tanto no es un clásico su silencio. Pero ¿por qué no suponer que las jornadas por suceder ya le anticipaban dolores de cabeza en la cúspide del poder?

La situación muy comprometida en materia económica no sólo genera desconfianza en el área respectiva del gabinete, sino que ante el mandatario existe un serio déficit en otras carteras que adquieren alta trascendencia.   

Es lógico que cualquier predisposición a ayudar al oficialismo, incluso apelando a Cristina Fernández, tendrá un valor enorme. Estas instancias que acercan y respaldan a las instituciones, es menester que esa situación también debe plasmarse en los cuerpos legislativos.

En tareas circunstanciales compartidas en situaciones límites, son un signo de inteligencia. Pero inteligente también debe ser el obrar  al momento de enfrentar a la justicia como lo exige la ley.  En materia de política nadie regala nada y las riendas del poder suelen ser débiles. No sería descartable que las relaciones fuertes entre oficialismo y oficialismo resulten necesarias en la Casa Rosada. Si la vicepresidenta no declina el poder real, le dará muy malas noticias a Alberto, pero la oposición deberá caminar en puntas de pie.  

A mediados de mayo de 2019 ya se había advertido que la viuda de Kirchner sería quien maneje las riendas. Pero en el fondo Alberto Fernández nunca podría garantizar las maniobras necesarias para evitarles las graves causas judiciales. El poder cedido formalmente desde las urnas al mandatario, no debería permitir superposiciones entre poderes ni  porciones compartidas. El problema deviene de desavenencias y la carencia de ideas superadoras en una puja sobre la mayor o menor responsabilidad. Es muy difícil en tal circunstancia evitar el equilibrio.

Una Cristina eventualmente subrogando a un mandatario en retirada, sería una mala copia de un original con tinta de baja calidad. A la vuelta de la esquina el poder suele hallar baches en forma de reclamos. Entre ellos, la reforma judicial, la sequedad de reservas, la deuda externa, la caída de financiamiento, sobre todo cuando se deba negociar con una oposición sedienta de reclamos.

Tal vez si las partes se hubiesen acercado con buena voluntad –en política nunca es bueno decir no sin otorgarse una nueva oportunidad- se evitarían graves consecuencias. Si el kirchnerismo se preocupara más por asegurar la estabilidad institucional antes que  impugnar fiscales y jueces intachables, la sociedad se ahorraría muchos fracasos y la Ley Suprema dormiría tranquila. Si CFK es la real diseñadora del poder, debería asumir la responsabilidad por sus errores.

Un trabajo de la Universidad de San Andrés realizado entre el 7 y el 16 de octubre sobre la calidad gestionaria de los principales funcionarios, marca el termómetro del desempeño en materia de políticas públicas. El resultado exhibido respecto del mes de abril muestra una caída muy fuerte y  claro rechazo. 

En abril mostraba un promedio global de 67%  positivo y 28% negativo, en tanto en octubre se invirtió: 35% positivo y 62% negativo (incluye Presidente y Vicepresidenta de la Nación).

Lo más sorprendente es que Alberto Fernández indica 37% positivo y 69% negativo;  Cristina Fernández 21%  positivo y 73% negativo;  Sergio Massa 21% positivo y 69% negativo. Los 1.060 datos de los encuestados resultaron catastróficos para el elenco oficialista. ¿Podría alguien revertir estos guarismos?  

¿Qué interpretación se le da al actual presidente de la Cámara Baja nacional, con ínfulas de aspirar a la Presidencia argentina, ante tan opaca performance?

En tanto, los serviles de las bancas bosquejan hasta lo que no se debe hacer para salvar a su jefa de ir a la cárcel. El problema radica en que hay que decir la verdad y nada más que la verdad bajo juramento.

“Lo mejor es decir siempre la verdad, a no ser que seas un estupendo mentiroso” (Jerome Klapka Jerome).

(*) Especial para ANALISIS

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