
En la etapa inicial, al conjunto de Juan José López le costó muchísimo plantarse como protagonista a la altura de las circunstancias. Nervioso, vio cómo los primeros instantes eran patrimonio del voluntarioso equipo de Mario Sciacqua, con Esteban Fuertes como eterna carta de peligro y Carlos Luque y Damián Díaz como el empuje en tres cuartos de cancha. Primero, el Bichi amenazó con un cabezazo que pasó cerca, y después Leandro Caruso respondió con una chance antes de que le despejaran el balón.
Recién sobre el final del período se despertó el local, con las subidas de Paulo Ferrari y las pinceladas de Erik Lamela y, sobre todo, con las diagonales de Diego Buonanotte por la derecha. Entonces, Caruso volvió a amenazar con un remate desde afuera apenas desviado y una exquisita definición de Lamela, que terminó ahogada entre la defensa rival y Diego Pozo.
En el complemento se notaba la urgencia creciente de River, hasta que a los 12, en la primera chance seria y de contraataque, Díaz avanzó velozmente por la senda central, tomó mal parada a la defensa local y habilitó a Fuertes, quien entre defensores no dudó y batió a Juan Pablo Carrizo con un disparo a su derecha.
El gol caló hondo en los ánimos de River, que además de no encontrar el camino pese a superpoblar la zona de ataque se trenzó en los roces y discusiones típicos de la impotencia. Recién otra vez en el tramo final el Millonario tomó conciencia de cómo plantarse en estas instancias y, a pura voluntad ante un adversario que no quería saber más nada, se dedicó a empujar arriba e ir a matar o morir.
Así fue que, a los 36, el ingresado Rogelio Funes Mori irrumpió por el medio, habilitó hacia la izquierda a otro atacante llegado del banco, Mariano Pavone, éste devolvió el balón al centro, Funes Mori no pudo empujar y por el segundo palo lo logró Caruso, con Pozo vencido. Con ganas y sin rendirse, los de Núñez llegaban al ansiado empate. Aunque sabían que no era suficiente.
Los circuitos locales, difíciles de coordinar pero potenciados por la necesidad, volvieron a encenderse en el cierre, cuando Pavone estrelló un balón en el palo y Funes Mori terminó la jugada con un tiro desviado. Esa última levantada no dejó mucho más que el gol, pero sí esa imagen de perseverancia y esperanza que no viene mal en estos días turbulentos en River. Como la de Matías Almeyda que, lesionado en el aductor y el tobillo, no quiso mermar a su equipo saliendo sin reemplazo (Jota Jota había hecho los tres cambios) y aguantó de pie en el campo mientras pudo.
La persiana se bajó así con sensaciones encontradas. Lejos estuvo el gol de Caruso de alejar a los fantasmas de River, pero al menos representó un dejo de reacción. Aunque el resultado frío no haga más que aumentar sus preocupaciones, publica TyC Sports.