Festejo de los jugadores de la Selección argentina tras el triunfo ante Francia en el Mundial de Qatar.
Por Ernesto Tenembaum (*)
La canción se escuchó fuerte, primero, luego de la final de la Copa América. “Hay que alentar a la Selección, oh, oh, hay que alentarla hasta la muerte, y no me importa lo que digan esos putos periodistas...”. Se volvió a oír en el vestuario luego del conmovedor triunfo en Qatar. Y resonó varias veces más en el micro que trasladaba a los jugadores. Mientras esto ocurría, en las redes empezaron a circular videos de periodistas deportivos que, en general, se ensañaban sin piedad con Lionel Messi, Angel Di María y con el cuerpo técnico de la Selección. Frente al predio de la AFA, además, se colgó un cartel donde decía “Ni olvido ni perdón a los traidores a nuestra Selección”, acompañado con la lista negra que, supuestamente, incluía a todos los “traidores”.
No soy periodista deportivo, pero -como es obvio- soy periodista. Empecé en esto a los 16 años. O sea (¡ay!) hace 43. No es la vocación más útil del mundo, hay que reconocerlo, pero es a lo que me dedico con pasión desde entonces. Eso, tal vez, explique que el cantito no me cayó nada bien. En todos estos años, el periodismo fue objeto de muchos ataques. Muchas personas lo detestan porque, en realidad, detestan la crítica o tienen demasiados chanchullos que tapar: preferirían que nadie contara nada sobre ellos. Por eso, lo que sentí al escuchar ese insulto –“putos periodistas”- de boca de los hombres más admirados del país es que iba a ser un gran favor para quienes nos odian. Además, me dolió. Así que el primer reflejo fue defensivo. Soy periodista. No me gusta que insulten a periodistas.
Pero la reacción defensiva -otra cosa que se aprende con los años- no es el mejor método para entender lo que sucede. Así que, con mucha dificultad y esmero, intenté preguntarme algo muy difícil. ¿Y si Messi tuviera razón cuando insulta al periodismo? Al fin y al cabo, es Messi. Ustedes han visto lo que es Messi. Resulta difícil pensar que pueda no tener razón en algo. ¿Y si Di María tuviera derecho a gritar “esos putos periodistas”? Le debemos tantas emociones a Di María que, como mínimo, tiene derecho a que consideremos su opinión, aunque la exprese de manera, ciertamente, agraviante. Que esos muchachos, a los que le debemos una de las más grandes alegrías de nuestra vida, griten eso es un lío para nosotros los periodistas. Podríamos responder insulto con insulto. O hacer como si no pasara nada. No creo que sea lo más inteligente.
Al final de esta nota trataré de explicar por qué creo que tienen parte de razón: no toda, pero una parte. Y también por qué me parece lógico que puteen como putean, que no es lo mismo que tener razón. Pero, antes de eso, necesito hacer unas aclaraciones que relativizan, al menos un poco, esas conclusiones.
En los días posteriores al triunfo contra Francia se desató una especie de caza de brujas contra algunos periodistas. El mecanismo por el que esto se ponía en marcha era mediante la difusión de pequeños fragmentos de editoriales pronunciadas por algunos de ellos. Es un método tramposo y bastante injusto. Difundir el video de un periodista -o de cualquiera- es una técnica ya clásica de escrache. Que un periodista, una vez, o dos, o cinco, haya dicho que Lionel Messi no estuvo a la altura de las circunstancias no dice nada de ese periodista, si no se conoce qué dijo otras veces sobre Messi, en qué circunstancias dijo eso, cómo había jugado Messi ese día.
El caótico movimiento de las redes sociales tiene gente especializada en ese recurso. Cortan un pedazo de la vida de una persona -el peor-, omiten los mejores momentos de esa persona, no aclaran el contexto y repiten esa caricatura hasta el infinito. Entonces transforman a esa persona en algo muy distinto a la persona real, mucho más detestable: en su peor parte.
Los deportistas podrían decir que con ellos hacen lo mismo y tendrían razón. Gonzalo Higuaín, por ejemplo, ¿es el que erraba goles? ¿Eso debe quedar de su carrera? ¿O era realmente un crack que, en algunas oportunidades, como cualquiera, erró? En sus equivocaciones, sus esfuerzos, sus logros, ¿no habrá una parte del camino hacia estos triunfos? Hay mucha crueldad en ese mecanismo que consiste en repetir hasta el hartazgo el momento defectuoso, el yerro, el paso en falso: sobre todo cuando esa persona pasa por un mal momento en la consideración popular. Ese recorte que se hace ahora sobre ciertos periodistas no refleja necesariamente lo que ellos son. Pero, claro, ¿cuántas veces somos los periodistas los que hacemos esos recortes sobre otros?
La segunda objeción respecto de la campaña contra el periodismo deportivo tiene que ver con el mal uso de la palabra “panqueque”. Si un equipo -la Selección nacional- juega mal y pierde contra Arabia Saudita, es de buen periodista decir que ese equipo jugó mal y perdió. Si, luego, el equipo se repone y se transforma en una maravilla, también es de buen periodista contarlo. Eso no tiene nada que ver con ser “oportunista” o “panqueque”. No hacerlo -elogiar o criticar más allá de cómo juegue el equipo- es contar algo que no ocurrió: romper el contrato básico que existe entre un periodista y su audiencia. Sería raro que un periodista elogiara a la Selección luego de la derrota del primer partido. Un periodista no es un hincha. Y, además, pocos hinchas elogian a su equipo cuando juega mal y pierde contra un contrincante débil.
Finalmente, lo mismo ocurre respecto de la información que se difunde. Si una información es cierta y relevante, lo correcto es que un periodista la cuente. De eso se trata este trabajo. Antes del partido contra Países Bajos, se conoció que Rodrigo De Paul sufría algún tipo de lesión. Como el entrenamiento fue a puertas cerradas, es obvio que desde adentro se filtró el dato de que no había practicado con el equipo titular y que algún problema tenía. Hubo periodistas que informaron incorrectamente que se trataba de un desgarro que lo dejaba fuera del mundial. Pero otros, correctamente, contaron que se estaba estudiando el tema y que alguna lesión tenía.
La circulación de esa información fastidió al técnico Lionel Scaloni. “Muchachos, parece que jugamos para Holanda”, dijo. Solo eso. Scaloni fue siempre moderado y respetuoso, pero ahí se enojó. Era lógico porque la filtración complicaba su trabajo. Es una pena, pero a veces el trabajo correcto de un periodista puede enojar a personas nobles como el técnico de la Selección.
(*) Esta columna de Opinión de Ernesto Tenembaum fue publicada originalmente en el portal de Infobae.