El entramado de corrupción del kirchnerismo va más allá de Massa

Por José María Varangot (*)

 

Hasta ahora la mayor desconfianza que despertaba el actual gobierno de Massa, es la falta de aciertos en lo económico, la continuidad de una política orientada sólo a la subsistencia, con muy altos y crecientes índices de inflación, pobreza, déficit fiscal que lleva a gastar sin respaldo de una manera obscena, falta de un plan general, peleas internas y una Cristina Kirchner desentendida de los problemas de la gente, enfocada en solucionar los suyos con la Justicia. Ahora bien, la gente sabe que la democracia no es la economía, es un sistema de gobierno con reglas claras, que nos permite vivir en libertad y sin violencia, posibilitando gozar de un bienestar económico y social, que redunde en una mejora en la calidad de vida de los ciudadanos.

Desde hace un tiempo los argentinos padecemos precariedad institucional y desencanto, pues luego de 40 años de democracia no se advierte índices socio económicos que muestren un futuro promisorio, de esa desilusión culpamos, con razón, a los dirigentes políticos. En ese sentido, el hecho que en las PASO del 13 de agosto, hubieron 5 millones de votantes habilitados que no concurrieron, es demostrativo del desaliento. Si bien todos conocíamos nuestras falencias de índole económico, el desprestigio internacional, Inseguridad, disminución en el nivel educativo de nuestros jóvenes, importante porcentaje de pobreza, corrupción, etc., es más, de alguna manera nos jactábamos de “saber vivir con tantos problemas”, sin embargo, hoy advertimos con sorpresa, que los argentinos ya no estamos dispuestos a soportar esta falta de perspectiva de mejora, a tal punto que varios analistas comparan el nivel de descontento, con el de la crisis de fines del 2001. El cansancio se convirtió en hartazgo y necesidad de un cambio. Los argentinos estamos muy sensibilizados y dispuestos a asumir riesgos con nuestro voto.

El caso de la democracia argentina se parece a los modelos mencionados por los politólogos Levitsky y Ziblatt en su libro “Cómo mueren las Democracias”, en el que explican que hoy en día, su extinción se produce de una forma lenta, de a poco y muchas veces alentada por políticos que fueron votados en elecciones democráticas, sin intervención militar, (como era años atrás), sino merced a lo que llaman un “proceso civil”. Ojalá nuestras instituciones y la vocación argentina por continuar en democracia, sea más fuerte que cualquier intento de socavarla.

Entonces, si los problemas los hemos tenido siempre, cuál ha sido el disparador de éste ambiente de bronca generalizada y desilusión? Pues bien, la respuesta, es que los últimos hechos de corrupción, el de “chocolate Rigau” y sus 48 tarjetas de “ñoquis” de la legislatura bonaerense y más grave aún, el nivel de lujo y desaprensión que mostró Insaurralde, han sido lapidarios. En éste caso se trata del Jefe de Gabinete del gobierno de la provincia de Buenos Aires, puesto por Cristina y Máximo Kirchner, a modo de controlador de la gestión del gobernador Kicillof, quién declaró, que desconocía que su jefe de gabinete estuviera paseando por el Mediterráneo a bordo de un costoso yate. Es raro….más aún en momentos tan difíciles y en campaña para gobernador de la provincia y Presidente de la Nación. La opinión pública, a la luz de éstos acontecimientos, ha tomado conciencia que no estamos ante hechos aislados, por el contrario, para que ocurran, es indispensable la intervención y connivencia de altos niveles de conducción política y partidaria, es imprescindible el acompañamiento y accionar amainado de departamentos contables y jurídicos de la administración provincial. No son “avivadas de oportunistas”, se trata de verdaderas organizaciones delictivas. Todos lo sospechábamos, por supuesto, pero ahora explota, en un momento muy especial, transformándose en una cuestión sumamente sensible y que nos sume en un estado de enorme preocupación, de cara a las próximas elecciones.

De la “eterna paciencia de los argentinos” pasamos a un estado de enojo y resentimiento, pues la gente está necesitada. Se acabó aquello de “roban pero hacen….” Las picardías que ayer se perdonaban a la clase política, hoy son un delito grave que debe ser castigado. Si bien, en principio, pareciera que la mayor responsabilidad la lleva la clase política bonaerense, es claro que hay otros implicados, pues el silencio hace mucho ruido y es muy sospechoso comprobar cómo asiduos concurrentes a programas políticos de todo el arco partidario, eluden definirse en forma categórica, incluso siendo candidatos muchos de ellos. Recién en el 2° Debate presidencial, realizado el pasado Domingo 8 del cte. mes, Patricia Bullrich hizo referencia al caso en forma categórica, resultando muy sugestivo el silencio del libertario Milei, quien ni siquiera nombró a Insaurralde, alimentando aún más los rumores existentes, respecto de la colaboración encubierta entre Massa y Milei, sobre candidatos y fiscalización, entre otros rubros.

Si se investiga adecuadamente, lo de Insaurralde puede tener efectos colaterales muy graves, pues los casos como los bolsos de López, la Rosadita en Puerto Madero, sobreprecios en la obra pública, “Chocolate” con las tarjetas de los que cobran y no trabajan, hacen al mismo objetivo: la financiación de la política, que, a poco de investigar, inexorablemente nos llevará al juego y al narcotráfico. Todavía recordamos los dichos de Cristina sobre Insaurralde, manifestando públicamente que se trataba de “un hombre hombre puro en su vida privada y por eso es puro en su vida pública, porque la vida privada y la vida pública tienen que ser coherentes”. Otro error más en su lista de elección de funcionarios y van….

El affaire Insaurralde golpea en el bastión principal del kirchnerismo, el conurbano bonaerense, la fortaleza en la que Cristina y la Cámpora piensan soportar los embates e intentar rearmarse, en caso que Massa no gane las elecciones presidenciales.

 

(*) Abogado, Productor y Dirigente Agropecuario.

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