A 36 años de su desaparición, la madre de Oscar Dezorzi les reprochó a las fuerzas de seguridad que sigan negando su responsabilidad

Por Betiana Spadillero Gaioli
de ANALISIS DIGITAL

En la audiencia de este viernes, se escucharon los desgarradores relatos de familiares de Oscar Alfredo Dezorzi, quien fue detenido el 10 de agosto de 1976 y permanece desaparecido. Se trata de Santa Teresita Giacopuzzi (madre), Jorge Carlos Dezorzi (hermano) y Emanuel Dezorzi (hijo).

El caso forma parte de la denominada Área Gualeguaychú, la cual se acumula a las causas por violaciones a los derechos humanos cometidas en Concordia y Concepción del Uruguay durante la última dictadura cívico-militar. Están imputados el ministro del Interior de facto Albano Harguindeguy; el entonces jefe del Regimiento con asiento en Concordia, Naldo Miguel Dasso; quien fuera jefe del Ejército en Gualeguaychú, Juan Miguel Valentino; Santiago Kelly del Moral, retirado del Ejército con el grado de teniente coronel; y los ex policías de la provincia Marcelo Pérez y Juan Carlos Mondragón.

“Siempre negaron que eran ellos”

“Lo sacaron de mi casa… Él estaba durmiendo. Estaba medio engripado, lo sacaron en ropa interior, le dieron un saco, no le dejaron ponerse las medias, sí los zapatos. Fueron tres a buscarlos, estaban vestidos de civil. Ellos se negaron siempre a decir quiénes eran”.

Santa Teresita Giacopuzzi vio cómo se llevaron detenido a su hijo Oscar, el 10 de agosto de 1976; sin explicaciones ni órdenes que avalaran el procedimiento. “Mi hija alzó la persiana y alcanzó a ver que lo subieron a un auto. No de ahí no supimos más nada de él”, afirmó, en su declaración ante el Tribunal Oral Federal de Paraná.

Oscar tenía 26 años cuando lo privaron de su libertad. A los 18 años se recibió de maestro y fue llamado a cumplir el servicio militar, no obstante, pidió prórroga para estudiar Ingeniería Mecánica en Buenos Aires. Al poco tiempo, regresó a la capital provincial, para seguir la carrera y de paso responder al llamado del Ejército. Ya entonces tenía interés en trabajar con los chicos de escasos recursos, lo que le costó castigos por parte de las fuerzas de seguridad.

Luego, profundizó su compromiso como militante de la Juventud Peronista (JP) y estudiante universitario. “Él militaba, trabajaba en los barrios. Era muy amigo de Claudio Fink, que también desaparecido”, refirió Santa Teresita.

Cuando se produjo el golpe de Estado, el 24 de marzo de 1976, despidieron a Oscar del Plan Avícola, lo bajaron del padrón de estudiantes de Ingeniería y debió regresar a Gualeguaychú. Allí se empleó en diferentes ocupaciones, hasta que lo secuestraron.

“A los pocos días que se lo llevaron, fue mi nuera, con la mamá, a (Concepción del) Uruguay. A los ocho días volvimos a ir. Ahí un oficial nos dijo ‘a este chico lo llevaron ayer a Paraná’. Fuimos al Arzobispado y nos dijeron que vayamos al Regimiento de Gualeguaychú. Después supimos que lo castigaron al chico que nos dio esa información”, contó.

La testigo señaló que en el Ejército fueron recibidos por Gustavo Zenón Martínez Zuviría, segundo Jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada II. “Él nos decía que se sorprendía de que un chico tan preparado trabaje de electricista. Pero nunca nos dijo nada. Siempre negaron que fueron ellos”.

La búsqueda siguió en Paraná. “Nos tuvieron en el Comando. Nos hacían esperar en el frío. No nos querían atender porque decían que no teníamos audiencia. Nosotros no sabíamos nada de eso. Fuimos recibidos por el teniente Zapata, pero se negó a darnos información”, lamentó.

En el marco de las averiguaciones, el capellán del Ejército de Paraná, Julio Metz, le aseguró que había visto en dos oportunidades a Oscar en la unidad penal local y que había hablado con él; aunque no recordó las fechas de tal circunstancia. También dijo que mantuvo contacto con Celestino Dionisio Toller, por entonces juez de Instrucción de Gualeguaychú, quien les advirtió sobre el riesgo que corrían.

Consultada sobre el vínculo de su hijo con Héctor Murúa, enfatizó que eran muy amigos y que tenían planes de ir al sur a trabajar de maestros. Sin embargo, “después se vendió, y trabajaba para ellos… Para los militares”.

Respecto a si conocía al médico Marcelo Rossi, indicó que su hija Silvia trabajó en su consultorio. “Nosotros no nos imaginábamos para qué era. Él está acusado de haber presenciado torturas. No nos imaginamos que era para sacar información. Él sabía a quién llevaban, colaboraba con los militares”, apuntó; al tiempo que admitió: “Uno después se pone práctico. Te das cuenta quién te persigue. Uno se da cuenta, pero son pícaros”.

En cuanto a la relación con la detenida-desaparecida Norma Noni González, manifestó que no la conoció, aunque sí entabló una amistad con la madre de la joven cuando realizaban viajes a diferentes ciudades, buscándolos. “Sé que ellos andaban mucho juntos, trabajaban en los barrios”, reafirmó.

Los intentos por conseguir algún dato llevaron a Santa Teresita a Concepción del Uruguay, Paraná, Buenos Aires e incluso Coronda. “Alguien le comentó a Jorge (Dezorzi) que podrían haberlo llevado a Coronda. Le dije a mi hijo que seguía yo, porque a él lo podía hacer desaparecer. Pero yo nunca tuve miedo”, afianzó. A su vez, narró que se presentaron recursos de amparo y que se entrevistó con representantes de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Cruz Roja Internacional, sin obtener resultados. Igualmente, radicaron una denuncia ante la Embajada de Italia, cuando supieron que Oscar había gestionado la ciudadanía del país europeo.

Esas gestiones eran complementadas con su militancia en la organización Madres de Plaza de Mayo de Gualeguaychú. “Nos turnábamos los jueves e íbamos de a dos a la plaza. Los militares nos decían de todo, nos maltrataban para que reaccionáramos. Pero nosotras no decíamos nada”, confió. De ese grupo de luchadoras, sólo tres siguen en la búsqueda. “Yo tengo 82 años. A mí me toca andar más, porque soy la que tengo menos años”.

“Yo sigo haciendo cosas, aunque no viajo más a Buenos Aires. A Oscar lo apoyé siempre en lo que hacía, a mí también me interesan estas cosas. Nunca le reproché nada. Cuando nació su hijo, le dije que capaz que era hora de dejar todo eso, pero él me dijo que ‘ahora más que nunca había que trabajar, aportar un granito de arena, que era por su hijo y por los demás’”.

“Ellos decidieron hacerlo desaparecer”

Emanuel Dezorzi tenía cinco meses y medio cuando secuestraron a su padre. “El relato que me hicieron fue que el 10 de agosto del ’76, un grupo de personas llegó a la casa de mis abuelos. Los encañonaron, preguntaron por mi papá. Lo sacaron de la casa, lo llevaron a un auto y nunca más se supo de él. La mañana siguiente mis abuelos fueron a la seccional de la Policía de Entre Ríos e hicieron la exposición. Una persona les dijo que no tenían nada que ver, que había sido un procedimiento llevado a cabo por la Policía Federal, que vayan a Concepción del Uruguay. A partir de ese momento empezaron a hacer gestiones en distintas dependencias”.

Si bien no recuerda cómo fueron esos primeros años de búsqueda, pudo reconstruir los hechos en función de lo que su familia le manifestó. Recordó el pesar que atravesó su madre Alicia Benetti y mencionó un episodio en el que el juez Toller le aconsejó que “dejara de averiguar, porque le iba a pasar lo mismo” que a Oscar. “Mamá quedó muy asustada. Sentía que la seguían. Había gente apostada en las esquinas de casa. Le costó mucho conseguir trabajo. No sé cómo hizo para seguir. Tenía 20 años cuando pasó todo esto. Se quedó sola con un hijo”, contó.

Asimismo, remarcó que ella comenzó “a sentir una mirada distinta de la gente de Gualeguaychú; mucha gente que meses antes era amiga, empezó a cruzar la calle para no encontrarse con ella, la evitaban”.

“Ella está convencida de que si esa noche hubiésemos estado juntos los tres, mi viejo no hubiese sido el único desaparecido. Yo creo que es algo que no ha podido resolver al día de hoy. Es una lástima que no pueda estar acá hoy, por cuestiones de salud”, lamentó en ese sentido. Y subrayó las secuelas de esa ausencia: “Crecí sin padre. A esto de no tener padre, se suma la incertidumbre de no saber. No saber si está vivo, si está muerto, si está internado en un psiquiátrico sin poder identificarse. La desaparición produce que, aún hoy, en nuestro interior, lo sigamos esperando, que sigamos pensando que puede estar vivo”.

Al término de su declaración, Emanuel Dezorzi pidió decir unas palabras. “Hace 36 años, un mes y cuatro días que secuestraron a mi viejo. Cuando uno ve la causa judicial, se puede advertir que de ese momento hasta el año 83-84 hay cinco o seis presentaciones y resoluciones hechas por autoridades militares. Me alegro mucho de que este momento haya llegado, pero es difícil ponerme en el lugar de mi abuela y sentir que, a pesar de todas las gestiones, no podía tener un expediente al cual seguir. Creo que ese es un daño tremendo, que no tiene forma de ser resarcido”.

“Que mi abuela haya tendido que esperar 36 años para que esto se esté llevando a cabo, me parece una injusticia. No saber qué pasó con mi viejo. Que mi abuelo se haya muerto sin saber qué pasó. Y que mi abuela siga buscándolo a los 82 años… Eso no tiene reparación alguna. Si lo hubiesen matado y nos dijesen dónde está, eso sería mucho peor. Pero ellos decidieron hacerlo desaparecer”.

Testimonio de Jorge Dezorzi

La jornada también contó con el testimonio de Jorge Dezorzi, hermano de Oscar, quien estaba en Paraná al momento de la detención ilegal. Inmediatamente, viajó a Gualeguaychú para ponerse al tanto de las gestiones que estaban realizando y trasladarlas a la capital provincial. “Una vez me llegaron comentarios de que había traslados y viajé a la cárcel Coronda. Pero no supe nada. Después me di cuenta de lo peligroso que era ir solo, mostrar el documento, pero había averiguaciones que teníamos que hacer en persona”, detalló.

En su declaración, confirmó que su hermano militaba en el peronismo, que trabajaba en los barrios ayudando a las personas y que “sabía que estaban pasando cosas, pero no demostró tener temor”. Igualmente, lo vinculó a Noni González y Claudio Fink, que al igual que Oscar continúan desparecidos.

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