Bilinkis: “Vamos a terminar votando al que proponga el mejor algoritmo de gobierno”

Lo que se viene. “Las realidades virtuales están madurando como nunca, por la combinación de cascos más livianos, precios más razonables y el 5G”, dice Bilinkis.

Lo que se viene. “Las realidades virtuales están madurando como nunca, por la combinación de cascos más livianos, precios más razonables y el 5G”, dice Bilinkis.

Santiago Bilinkis es economista, emprendedor y divulgador de las últimas tecnologías. Concedió una entrevista al diario Clarín, donde compartió su perspectiva vinculada con la política, la cultura y la relación de las personas con su entorno.

Bilinkis es economista por la Universidad de San Andrés, fue fundador y CEO de Officenet, luego adquirida por Staples. Cofundó otras empresas tecnológicas como Restorando, Trocafone y Quasar Builders.

En 2010 fue seleccionado para ir a Singularity University, donde se interiorizó en Inteligencia Artificial, Robótica, Biotecnología, Neurociencia y Nanotecnología.

Recibió el premio a la Personalidad Destacada de la Ciencia y la Tecnología de la Ciudad, el “Domingo Faustino Sarmiento”, del Senado. y el Konex 2018 como una de las personas más innovadores de la última década.

Hubo un día en la vida de Santiago Bilinkis (48) que todo cambió y fue en 2010. Hasta entonces, Bilinkis era esa joven promesa del mundo de los negocios que ya había entrado a la cancha y metido unos cuantos goles: desde la creación y el manejo de Officenet -una empresa de insumos de oficina que se transformó en modelo de gestión, se expandió por la región y terminó comprada por el gigante Staples-, hasta otros emprendimientos tecnológicos que ya lo mostraban como un innovador y hasta lo hacían posar en tapas de revistas.

Pero Bilinkis entonces decidió dar un “volantazo” en su vida y apostar por lo que quiso desde que era chico. “Yo quería ser inventor, me encantaba. Cuando me regalaban un juguete electrónico lo primero que hacía era desarmarlo, querían entender cómo funcionaba todo”, le cuenta ahora a Clarín. Explica que cuando terminó la secundaria (en el Nacional Buenos Aires) decidió seguir economía (en la Universidad de San Andrés), pero que la economía era apenas una de las tantas vocaciones que tenía. Tras 15 años de gerenciar Officenet -cuenta ahora- “había llegado el momento de recuperar algo de mi sueño infantil”.

Ese “algo” de aquel sueño de inventor terminó de materializarse en Singularity University, una institución académica ubicada en el corazón de Silicon Valley, esa zona de EE.UU. donde florecen las principales empresas globales de tecnología. Más que un centro académico, Singularity tiene como misión reunir a expertos de diversas áreas del mundo bajo un objetivo común: aprovechar las tecnologías exponenciales (esas que adquieren escala global rápidamente) para beneficio de toda la humanidad. En los hechos, es algo así como la selección mundial de las “mentes brillantes”. Bilinkis llenó el formulario y fue elegido.

“Esa fue la bisagra en mi vida. Volví hace 10 años y acá nadie hablaba de inteligencia artificial, de robótica, de biología sintética. Para mí era como si me hubiera agarrado un grupo de extraterrestres y me llevaron a otro planeta y vi el futuro por un rato que nadie estaba viendo y me soltaron de nuevo acá. Cuando volví tenía mucha necesidad de contar”. Así arrancó la segunda vida profesional de Bilinkis. Ya no más el joven-emprendedor-promesa. El “nuevo Bilinkis” sería, ahora, un divulgador de la ciencia y de las últimas tecnologías. El “gurú tech” que estaba faltando.

Atrás quedó ese chico de clase media de Villa Crespo (padres profesionales) que fue hijo único hasta los 11 años y vivía rodeado de una biblioteca enorme. “Era hijo único y me aburría. Cuando me pudría de jugar con los autitos no tenía más remedio que leer. Leí más en mi infancia que en el resto de mi vida”. Dicen que las lecturas marcan para siempre. En el caso de Bilinkis, habrá que darle crédito.

 

 

-¿Por qué la gente prefiere pasar más tiempo con sus celulares que con sus seres queridos?

-Es la pregunta que a mí me quita el sueño desde hace dos años. Todo arrancó con la observación cotidiana de este fenómeno que te subís al subte y todo el mundo está mirando su pantalla; vas a la sala de espera de un médico y todos están mirando su pantalla, incluso si fueron acompañados. Antes íbamos a los bares a conversar, ahora a trabajar con la computadora y el celular. Decidí investigar el tema y la conclusión a la que llegué es que esto no está pasando por casualidad, que hay un grupo de compañías que aprovechando muy bien los hallazgos más recientes en neurociencia, economía del comportamiento y psicología, están diseñando las aplicaciones para generar un efecto adictivo. Suena a teoría conspirativa, pero es así. La Universidad de Stanford- que es la de tecnología más importante en Silicon Valley- tiene un laboratorio que se llama “Laboratorio de Teoría Persuasiva” cuya meta explícita es investigar cómo se pueden usar las apps y las páginas web para controlar lo que la gente piensa y hace.

 

- ¿Esto lo hacen con las principales apps?

-Sí. Y es lo que hace que quieras mirar un capítulo de una serie en Netflix y termines mirando ocho. Y te tenías que acostar temprano y son las 3 de la mañana y estás poniendo un capítulo más y un capítulo más. Es lo que hace que estemos cualquier tiempo muerto mirando Instagram u otra red social. Es lo que hace que sintamos una necesidad desesperante si nos olvidamos el teléfono.

 

-¿Tan efectivos son diseñando aplicaciones adictivas?

-Son muy buenos. Tienen muchas de las mentes más brillantes del mundo abocadas a eso. Y el mecanismo en general es el uso de inteligencia artificial, algoritmos.

 

-Todos compiten por tu atención, esto es lo que se llama la economía de la atención...

-Sí, y eso es lo que hace que estemos tan dispersos, que nos cueste tanto concentrarnos. Pero uno de los datos más impactantes es que ahora -como nunca antes - estamos conectados, comunicados, pero con las tasas de soledad más altas de la historia. Nunca hubo tanta gente que se sienta tan sola.

 

-¿Qué es la soledad?

- Esto es muy interesante. No sabía de este tema y aprendí investigando: la clave para no sentir soledad es poder estar solo.

 

-Sin angustiarse...

-Sí. No sentirse mal estando solo. Cuando vos perdés la capacidad de introspección, de que el tiempo que estás solo sea constructivo, ahí sentís la soledad. Y por eso uno puede estar solo rodeado de gente, que es la peor soledad. Es lo que estamos viviendo ahora: estás en contacto con todos los compañeros de la primaria que nunca antes veías, y sin embargo las relaciones nunca fueron tan superficiales.

 

-La economía de la atención llegó para quedarse. Pero recibimos a cambio servicios útiles, como Google Maps, entre tantos. ¿Cuál es el balance? ¿Qué posición tomamos?

-Está buena la pregunta. Yo claramente no me pasé al bando de los anti tecnología. La tecnología me encanta. Lo que pasa es que tenemos que hacer un uso más inteligente. Una muy buena metáfora es la comida chatarra. Cuando aparecieron las primeras cadenas, no teníamos una idea clara de que no era comida buena y la llamábamos “comida rápida”. En algún momento nos dimos cuenta que era muy rápida pero que era malísima: tiene muchas calorías, grasas muy altas y pasamos de llamarla comida rápida a “comida chatarra”. La seguimos consumiendo, pero tratamos de limitarnos. Si vamos con nuestros hijos les decimos que es para darse un gusto de vez en cuando. Con la tecnología es igual: la estamos consumiendo como si fuera buena, pero tiene cosas buenas y otras no tanto. Y cuando te das cuenta que muchas de las herramientas que utilizás cotidianamente te hacen daño, podés manejar mejor qué espacio le das en tu vida.

 

- Pero pocos pueden identificarlo...

- A mí me parce peligroso que usemos las cosas sin entender cómo funcionan. Cada servicio tiene términos y condiciones que uno acepta al entrar. Lo que estamos haciendo es firmando un contrato -escrito por la otra parte- sin leerlo siquiera. Igual es imposible leerlo, están diseñados para que no lo puedas hacer, pero estás consintiendo un montón de cosas. Pongo un ejemplo, acabo de volver de Silicon Valley. Ahí ahora hay unas aspiradoras robóticas que pueden aspirar toda tu casa usando sensores. Lo primero que hace es recorrerla para armarse el mapa y no chocarse contra los muebles. Después, una vez que conoce el departamento, se mueve con más libertad. Pero también le pusieron un sensor que no sólo ve los objetos, sino que toma un mapa tridimensional de tu casa. E hicieron una asociación con Google, que primero mapeó todas las calles, después el interior de edificios icónicos y ahora también está mapeando el interior de tu casa y vos ni lo sabés. Simplemente, diste aceptar.

 

-Es la misión de Google. Ellos se propusieron “digitalizar el mundo”.

-Sí, pero te diría que antes de digitalizar el interior de tu casa debieran tener un consentimiento informado. Debiéramos saber cuál es el uso que se va a hacer de esa información.

 

-¿Y qué uso van a hacer de esa información?

-No sé. Supongo que van a inventar nuevos productos, que van a estar buenísimos, como Google Maps. Cuando pusieron Street View nos parecía insólito. Hoy tenés el mundo entero relevado. Después empezaron con satélites a sacar fotos para armar edificios tridimensionales. Pero uno debiera saber los usos que hacen con nuestra información.

 

-¿Qué hacemos frente a esto?

-Mi rol es el de divulgador. Trato de contar estas cosas y que cada uno decida qué hace. No creé una ONG. Ni estoy peleado ni me quiero pelear con estas compañías. Hacen productos espectaculares, pero hay que nivelar la cancha. Estamos jugando un partido con la cancha en 45 grados, nunca vamos a meter un gol si en el arco está tres pisos para arriba. Los usuarios tenemos que entender cómo funcionan las plataformas y poder tomar decisiones informadas, firmar términos y condiciones diseñados para ser entendidos. Encontremos un punto intermedio, donde los usuarios puedan entender lo que se está tratando de hacer con nosotros y decidamos si te quiero dejar que entres a mi casa y filmes todo, o que me trates de tener todo el día mirando series.

 

-¿Cómo está cambiando el mundo del trabajo?

-A riesgo de sonar a verdad de Perogrullo, vivimos en un mundo que cambia cada vez más rápido, pero pocos se dan cuenta que van ocurriendo estos cambios. El síntoma es la obsolescencia cada vez más temprana de la gente. Había una época en la que a los 60 años te retirabas de una empresa y te daban un reloj como símbolo de tu aporte. Ahora, la mayoría de las personas si están en una empresa -y no se caen en la mitad del camino- quizás lleguen a los 50 o 55 años. Pero si te quedás sin trabajo a los 45 ya sos viejo. Nunca las personas de esa edad tuvieron tanto para aportar como ahora –están energéticos, física y mentalmente impecables, con experiencia- sin embargo la experiencia hoy, es una contra.

 

-No es valorada...

-No solo eso, es contraproducente.

 

-¿Por qué?

-Porque la experiencia es tener mucho pasado y cada vez el pasado es un peor predictor del futuro. Entonces, cuando las reglas de juego cambian, tener mucha experiencia te ubica en un peor lugar. Porque todos tenemos resistencia al cambio. Entonces si yo me formé con un cierto modelo mental, cambian las reglas y probablemente te conviertas en un objeto reaccionario, conservador. El gran desafío que tenemos los adultos es entusiasmarnos con lo que viene, soltar amarras con lo que pasó y sacarle el halo de prestigio a nuestra propia experiencia. Si la competencia del futuro es entre un inexperto flexible y un experto rígido, va a ganar el inexperto flexible por goleada. El desafío es ser expertos flexibles.

 

-¿Cómo ves a la escuela ante un panorama laboral tan cambiante?

-Totalmente en otra sintonía. Está impartiendo contenido del siglo XIX con método del siglo XX. Hay que traerla al siglo XXI. Los chicos se están dando cuenta.

 

- Sos ministro de Educación…

-Renuncio.

 

- ¿Qué hacés? ¿Cuáles son las primeras medidas?

- Es muy difícil hoy encarar reformas de cierto grado de profundidad, porque además tienden a generar mucha polarización y mucha resistencia. Fijate lo que pasó con los cambios que hicieron en la Ciudad. Lo loco es que los pibes tomaron las escuelas para que no se hiciera el cambio. No sé si el cambio era bueno o no, pero la agenda de los chicos era reaccionaria. Era que no cambie. No decían “ese cambio no, queremos esto”. Los chicos no tienen agenda de cambio. Los chicos tienen que tomar las escuelas para que la escuela sea la escuela del siglo XXI y no lo hacen.

 

-¿No es demasiada responsabilidad para ellos?

-Mirá las movilizaciones con las temáticas de género. Me parece buenísimo que esta generación tenga semejante compromiso con el tema, pero que hagan lo mismo con la educación, inventemos un pañuelo que los chicos usen diciendo “loco traigan la escuela al siglo XXI”. Me sorprende mucho, que los chicos de secundaria o universitarios no tengan esa agenda.

 

-La inteligencia artificial tiene algún límite?

-Algo interesante es que por primera vez surgieron empresas en escala sobrehumana. Facebook tiene 2.300 millones de usuarios, son empresas que ya no pueden ser gestionadas por seres humanos. En Youtube se suben unas 300 horas de video por minuto. Si uno quisiera separar los videos que tienen contenido de agresión racial, o impropio, nadie podría hacerlo. La única manera es a través de algoritmos. Son empresas donde la inteligencia artificial es la única herramienta posible para gestionar el negocio, no se puede manejar de otra forma. Antes estaba el jefe, el empleado y el consumidor. El jefe daba una orden al empleado, que la hacía. Ahora entre la empresa y el usuario hay una capa intermedia, de software, e increíblemente nadie le puede dar órdenes directas. A lo sumo se le puede decir que maximice el algoritmo.

 

-Y el peligro puede ser que nos gobiernen los algoritmos...

-Es así. Los sistemas humanos también están yendo a una escala sobrehumana. Administrar un país, por ejemplo, por el nivel de decisiones que hay que tomar, no es factible de ser bien hecho por seres humanos. Va a estar mucho mejor resuelto por algoritmos. El problema va a ser cómo construimos esos algoritmos. En algún momento, en vez de designar ministros de Economía, cada político voy a tener que decir “yo voy a usar el algoritmo tal” y otro va a decir “yo voy a usar este otro”.

 

-Vamos a votar algoritmos.

-Vas a votar al político que proponga los algoritmos que vos creés que van a gobernar mejor, porque obviamente un algoritmo tiene ideología. Según como esté entrenado, puede tomar una decisión u otra.

 

- ¿Por qué la realidad virtual nunca arrancó?

-No es tan así. El cambio más notorio que vi ahora en Silicon Valley es la maduración de las realidades alternativas, incluye tanto la realidad virtual como la aumentada. Estamos llegando al punto en el que la combinación de aparatos más livianos, cómodos y precios más razonables, más el 5G -con un ancho de banda monumental- permiten hacer mundos inmersivos. Si hoy nos cuesta dejar el celular, va a haber gente que no se va a querer sacar el casco, porque realmente vas a poder crear experiencias tanto mejores de lo que nos pasa en la vida cotidiana.

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