Cuando aparecen situaciones complejas en las escuelas, la noticia se difunde como un hecho policial más, pero es necesario analizar qué cuestiones atraviesan a niños y adolescentes como un problema más profundo. Muchas veces atravesados por la crisis económica, la ruptura de las familias, la incertidumbre del futuro, la droga, el bullying, los niños y jóvenes se ven imposibilitados de manejar estas situaciones. Un informe del programa Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral) bucea sobre los protocolos existentes y la forma de manejar esta complejidad al interior de las instituciones educativas.
En 2018, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), invitó a estudiantes de escuelas secundarias de todo el país a escribir ensayos sobre los temas que más les preocupan. El embarazo adolescente resultó ser la principal perturbación.
De los 1.500 trabajos recibidos, 450 (el 30%), versaron sobre el tema. Otros temas que preocupan a las y los chicos son: la violencia hacia las mujeres, la discapacidad, el acoso escolar y el ciberbullying, la diversidad sexual y religiosa, el racismo, la xenofobia y la discriminación por el aspecto físico.
Por otra parte, la depresión es una de las enfermedades que más preocupa a los responsables de la Organización Mundial de la Salud (OSM). Hoy es la tercera causa de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes, pero se calcula que en 2030 se convertirá en la primera. El trastorno depresivo empieza a aumentar en frecuencia a partir de la adolescencia, porque es un periodo que conlleva sufrimiento.
La depresión es uno de los principales factores de riesgo de suicidio en los adolescentes. Con frecuencia coexiste con otros problemas de salud mental, como ansiedad crónica y trastornos conductuales graves (consumo de drogas, promiscuidad, conductas delictivas y agresividad).
La crisis económica que se agrava en Argentina, la fractura de las familias, la vulnerabilidad social en la que viven millones de chicos, conforman un combo que recala en las escuelas donde niños y adolescentes permanecen por varias horas, se encuentran con sus pares y se ven interpelados por una institución que no siempre logra contenerlos.
Semanas atrás, un alumno de una escuela secundaria de Paraná llevó un arma de fuego generando alarma entre sus compañeros y docentes. El pasado lunes, dos niños de 10 y 11 años fueron hallados intentando vender cocaína en otra institución de la capital provincial. Dos hechos concretos que nos obligan a abrir el interrogante de qué está pasando con los chicos entrerrianos y cómo se manejan estas situaciones en las instituciones.
La visión desde la escuela
Consultado por este tipo de situaciones, el rector de la Escuela Bazán y Bustos, ubicada en Barrio El Sol de Paraná, Cristian Weinmeister, admitió ante Cuestión de Fondo: “En la escuela hemos vivido distintas situaciones en las cuales los estudiantes tienen, en la relación de convivencia con sus compañeros, algunos problemas que se pueden manifestar de alguna manera, esperando que todo eso se solucione dentro del ámbito áulico o escolar, de acuerdo a lo que establece la normativa y el acuerdo escolar de convivencia”.
“Por ahí, en la escuela no se generan situaciones de violencia propias del ámbito institucional, sino que a veces los estudiantes traen algunas cuestiones socio familiares o que se viven en el barrio por las distintas situaciones de público conocimiento. Estos dos años de pandemia también hicieron que los estudiantes, en este reencuentro dentro de las escuelas, hayan tenido algunas cuestiones que no se han podido manifestar en otros momentos, como esto del acercarse con otros compañeros, encontrarse nuevamente y volver a establecer vínculos con ellos, por ahí hace que algunos conflictos se diriman de otra forma”.
En cuanto al modo de trabajo, el directivo dijo que “en el ámbito institucional tratamos que esos conflictos, si se generan dentro de estos espacios, se puedan solucionar de la forma que amerita como el diálogo, la intervención con el adulto, llamar a los padres, ver de qué manera se están dando algunas situaciones dentro de las familias o en el barrio con otros grupos de jóvenes o también con algunos adultos”.
“Las cuestiones son bastante diversas, hay muchos factores que pueden influenciar en la violencia en los jóvenes que son nuestros estudiantes, pero concretamente en el ámbito escolar en lo que va del año no hemos tenido mayores conflictos”, aclaró.
Programa específico y protocolos
En el ámbito del Consejo General de Educación (CGE) funciona el Programa para el Abordaje de Situaciones Educativas Complejas (PASEC), a cargo de Débora Schoj y Dardo Iturbide. Schoj explicó ante Cuestión de Fondo la forma de trabajo y aseguró que “existen protocolos para tratar todas las problemáticas complejas, la mayoría de ellas porque en algunas estamos en construcción, pero los protocolos lo que hacen es ordenar la intervención, darle una forma o línea de trabajo pero cada situación al ser compleja demanda de intervenciones complejas por tanto las aristas son múltiples y las miradas también deben serlo”.
Ante esto, admitió que “los protocolos deben ser revisados con los profesionales del Programa para el Abordaje de Situaciones Educativas Complejas”.
Consultada por los datos concretos sobre cantidad de intervenciones, la funcionaria sostuvo que “hay registros por Departamento y a lo largo de toda la provincia y esos datos los trabajamos como política pública para poder dar resguardo a los gurises dentro de la escuela; pensar estrategias de intervención al interior de las escuelas que puedan dar respuestas y brindar cuidado”.
“Son datos sensibles, por tanto los cuidamos para no exponer ni a los chicos ni a las instituciones, pero sí puedo decir que ha habido un crecimiento, que la pandemia generó muchos movimientos en el interior de cada uno, en la subjetividad, y el encuentro con el otro ha proporcionado escenarios que a veces exacerban esas conductas que se vienen gestando dentro de cada uno. En general observamos que se exacerban en el escenario de la escuela”, reconoció.
Consultada por el modo de manejar situaciones de conflicto en las escuelas, indicó que “cuando aparece una situación que requiere la intervención de PASEC lo que hace la institución es elevar una ficha de intervención a la Supervisión, desde allí se hace la sugerencia pertinente y lo eleva al programa. Tenemos referentes provinciales y referentes Departamentales, quienes trabajan en articulación con las coordinaciones de la ESI, por lo tanto no hay forma de pensar una situación compleja solos, sino que siempre es en articulación con otros, y dentro del programa se trabaja con duplas de trabajo para poder pensar en la complejidad. Y las escuelas trabajan de la misma forma, al interior de la escuela con los recursos que tiene como docentes y personal directivo, incluso el personal no docente, pensando estrategias que vamos acompañando y por fuera en articulación con otros organismos del Estado, como COPNAF, salud y justicia”.
A la hora de analizar si los episodios violentos se generan por problemas generados en la escuela o son conflictos que los jóvenes traen desde su casa y decantan en las instituciones, Schoj señaló que “es un poco y un poco”. Y explicó: “Muchas veces el escenario social genera este tipo de violencia pero también lo que se vive en las familias, y los recursos simbólicos que tenemos para poder atravesar eso que recepcionamos. Hay quienes a través del acto pueden contarlo y pedir ayuda, y hay otros que es a través de la palabra, que muchas veces es una palabra que hace daño como es el acoso entre pares. Pero hay que tener claro que cuando acontecen este tipo de situaciones hay un sufrimiento que no se puede desandar y por tanto acontece esa situación”.
Droga en la escuela primaria
Consultada puntualmente por la intervención que se aplicó ante la aparición de dos niños de una escuela primaria de Paraná que tenían en su poder bolsitas de cocaína, Schoj explicó que “la policía puede entrar a las escuelas” ante este tipo de situaciones pero advirtió que “hay que ajustar la forma en que lo hace”.
Reconoció también que “había un convenio con la Policía sobre los modos de entrar a las escuelas y el tratamiento de los chicos, pero se fue desdibujando en las distintas gestiones y hay que volver a trabajarlo”. “Cuando hay presencia de un arma es necesario que entre alguien que tenga manejo de armas y ese alguien es la policía, pero hay que ver cómo ingresa, de qué forma le sacan el arma al chico, cómo se maneja la situación con los otros chicos y demás. Lo mismo cuando hay estupefacientes; en este caso puntual, gracias al ingreso de Toxicología descubrieron que era cocaína y los chicos fueron trasladados al hospital San Roque donde les dieron los cuidados pertinentes. Hasta ahí estuvo bien. No es que la policía no debe ingresar sino que es necesario analizar cómo ingresan a la institución y cómo hacen ese lazo para que los chicos involucrados y el resto de los estudiantes no queden estigmatizados, no se asusten, etcétera”, explicitó.
La funcionaria reiteró que “según el protocolo, ante la presencia de armas y drogas en las escuelas, se debe llamar a la policía. Hasta ahí el protocolo está bien, el tema es ver de qué forma hacen ese ingreso, cómo lo pensamos, para que no genere caos y sea un resguardo”.
Y afirmó que “los docentes y las instituciones tienen los protocolos, los conocen, pero de ahí a que se aplique de forma correcta, a veces sucede y a veces no. Cada institución y cada situación es tan particular, que más allá de los protocolos hay que tomarse el tiempo para poder pensar cómo se aplica en cada institución, con cada chico, con cada familia, con cada contexto y circunstancia. Por eso es un trabajo muy artesanal”.
En ese marco, agregó que “el tratamiento de los datos, zonas, escuelas donde hay mayores situaciones de violencia, no se difunden para ser cuidadosos de resguardar a los chicos. El policía de Toxicología que habló en los medios dio detalles– cuántos pibes eran, que el hecho ocurrió en el recreo, qué hizo la seño- que no eran necesarios, porque en verdad lo que nos debe preocupar a todos como sociedad es que hay chicos de esa edad que están manejando estupefacientes en cualquier lado; en este caso se dio en la escuela, pero podría haberse dado en cualquier lado. Eso nos tiene que prender la alarma como sociedad y a cada uno en el espacio que habita, para ver de qué forma se hace cargo de eso y da resguardo”.
Por último, informó que “esta semana la Coordinación de ESI, de quien depende el Programa PESAC, tiene acordada una reunión con el área de Minoridad para trabajar esta temática puntual”.
Datos sobre bullying
En 2018 se conocieron los datos del operativo de evaluación Aprender, que se realizó el año anterior, y además del rendimiento de los estudiantes también consultó a estudiantes y profesores sobre el “clima escolar”, y en particular las situaciones de bullying.
Solamente un 35% de los rectores afirma que la escuela “tiene herramientas” para afrontar ese tipo de situaciones, pero el 65% hace agua ante conflictos de esa naturaleza.
Sin embargo, el 99% de los rectores afirma que su escuela cuenta con los acuerdos escolares de convivencia, que, en teoría, son el vehículo para canalizar los conflictos y encontrar una solución puertas adentro. El 97% da cuenta que los conflictos se superan con la intervención y participación de alumnos, profesores y directivos.
Solamente un 55% de las escuelas secundarias de Entre Ríos relevadas en el Aprender 2017 indica que da intervención a un gabinete psicopedagógico para trabajar los problemas de violencia escolar, y apenas un 28% indica que, ante un conflicto, adopta medidas punitivas, como suspensiones o amonestaciones.
El dato significativo respecto de Entre Ríos es que un 19% de los estudiantes utiliza las redes sociales para insultar, ofender o amenazar a sus compañeros. El 60% admite que ello ocurre “pocas veces”. En cambio, cuando se trata de agredir al profesor, un 27% manifestó que ello ocurre “pocas veces”; el 72% dijo que no ocurre “nunca”.
A nivel país, según surge de esa evaluación, 6 de cada 10 estudiantes de la secundaria (63%) dijeron haber presenciado escenas de “discriminación por alguna característica personal o familiar, ya sea religión, orientación sexual, nacionalidad, etnia o características físicas”. Esta misma pregunta se realizó a los estudiantes de escuelas primarias, donde el porcentaje que respondió haber presenciado situaciones de discriminación baja al 55 por ciento.
Esta mayor frecuencia de hechos violentos en la escuela secundaria que en la primaria se da, además de en la identificación de discriminación, en los insultos entre compañeros, agresiones por redes sociales, maltrato a docentes y daños en la infraestructura escolar. Las únicas dos situaciones que se dan con mayor frecuencia en la escuela primaria son “molestar a los que les va mal o repitieron” y “molestar a los que se sacan buenas notas”, según una lectura que hizo el sitio chequeado.com de las cifras nacionales.
La misma pregunta sobre discriminación también fue respondida por directivos de las escuelas secundarias, quienes identificaron una menor frecuencia que los estudiantes. Mientras que un 12% de los alumnos respondió que “siempre” suceden estas discriminaciones, el porcentaje baja al 0% en los directivos. Igualmente, un 62% de los directores respondió que estos hechos suceden en alguna medida, similar al porcentaje de los estudiantes.
Además, poco más de la mitad de los estudiantes secundarios (54%) respondieron que entre ellos se insultan, amenazan o agreden por redes sociales con algún tipo de frecuencia. Este mecanismo fue identificado por un 82% de los directores, aunque sólo un 35% de los directivos consideró que la institución cuenta con herramientas para afrontar situaciones de acoso u hostigamiento a través de redes sociales.
Estos datos que brindó la evaluación Aprender son similares a los que informó Unicef Argentina en 2011. Según su estudio, el 66% de los alumnos presenció situaciones de humillación entre ellos mismos, mientras que el 23% estuvo preocupado por resultar víctima de tal situación.