
Una de las concesiones más relevantes de los últimos años, la que involucra a parte del complejo Toma Vieja, quedó entrampada en una nube de dudas e incertezas: el predio, cedido a una unión transitoria de empresas compuesta por grupos inversores de Buenos Aires y de Paraná en 2003 por un plazo de diez años, está a la deriva. Allí, con una inversión de 400 mil pesos, se levantó una disco, Budha, y un restó bar, Señor Anderson. El complejo se convirtió rápidamente en un boom comercial entre 2004 y 2005, pero en 2006 comenzó a languidecer, y hoy está inactivo. En una recorrida por el sector, no se halló ningún movimiento comercial, característica de los años anteriores.
El restó bar está rodeado por una cinta roja y blanca, clara evidencia de clausura, y en la disco la maleza está invadiendo sectores que a duras penas un cuidador trata de mantener a raya. Lo que antes fue playa de estacionamiento para el público que llegaba desde distintos lugares –incluido Santa Fe— se ha reconvertido ahora en lo que siempre fue: una canchita de fútbol.
En febrero de 2006, los aguaceros que anticiparon los diluvios de marzo de este año provocaron los primeros deslizamientos de la barranca sobre la que se asienta el complejo de la Toma Vieja. Ese hecho alertó a las autoridades de la Municipalidad de Paraná, que dispusieron la clausura de Señor Anderson, e impusieron a los dueños del local, La Nueva Toma SA, la obligación de realizar un estudio de suelos y planificar medidas de seguridad antes de habilitarlo nuevamente. Como ese estudio nunca se hizo, el restó bar dejó de funcionar, y se trasladó, con categoría diferente y público más menguado, a un local de la zona del Puerto Nuevo.
La Nueva Toma se hizo cargo del predio del complejo turístico en 2003 tras una licitación convocada por la administración del ex intendente radical Sergio Fausto Varisco. La concesión fue otorgada por 10 años —es decir hasta 2013— a la UTE integrada por el grupo económico local MAC S.A. y por dos firmas de Buenos Aires: FACO S.A y M. Aramburu. A cambio, los privados asumieron la obligación de abonar mes a mes un canon irrisorio al Estado municipal, apenas 570 pesos.
La iniciativa se pensó en tres etapas: un boliche bailable sobre lo que fue la cisterna del primer sistema de agua corriente que tuvo Paraná; un restorán en la vieja casona donde funcionaban las máquinas a vapor y el acondicionamiento de los piletones para hacer espectáculos masivos, algo que nunca se hizo.
Los edificios que el Estado cedió para la juerga tienen un valor histórico para la ciudad. Allí estuvieron las instalaciones de la primera planta potabilizadora, que abasteció de agua corriente a Paraná desde la década de 1890 hasta fines de la década de 1930.
Budha ocupó el sótano donde funcionó la cisterna del antiguo sistema de bombeo de agua, y sobre la cual se había trazado una pista de karting. Mientras que el restó bar, Señor Anderson, ocupó la vieja casona donde funcionó la sala de máquinas a vapor del sistema de bombeo.
James Anderson fue, en 1887, el primer concesionario para la prestación del servicio de agua en Paraná. Dos años después, en 1889, durante la intendencia de Enrique Berduc, la ciudad asumió la prestación del servicio, aunque aquellas instalaciones estuvieron en funcionamiento hasta 1939, año en que se puso en marcha una plataforma de impulsión de agua en la zona de la Toma Nueva.
En los dos años en los que el negocio funcionó, Budha se convirtió en la disco más relevante de la región. Hasta que comenzó a languidecer, este año. «Pero aún cuando no funcione, al canon lo siguen pagando -afirma Gerardo Farías, subdirector de Concesiones de la Municipalidad de Paraná-. Todos los meses vienen y pagan. También están cumpliendo con la cuestión de los seguros. Pero el hecho de por qué no funcionan, tiene distintas explicaciones. En el caso de Anderson fue por un problema de deslizamiento de la barranca, y por eso lo clausuró la Municipalidad. Era peligroso que siguiera trabajando. Y como la inversión que tenían que hacer para solucionar ese tema era mucha, decidieron dejarlo en stand by. Con Budha ya es otro tema: hay una clausura, pero por otro problema».
Julio Ruberto, responsable del área de Control Comercial del Gobierno de la ciudad, subraya que la falta de inhabilitación de Budha responde a incumplimientos de la empresa concesionaria, La Nueva Toma SA. «El Municipio le solicitó un estudio de suelos por los problemas de deslizamiento de barrancas. Pero nunca se hicieron los trabajos que se le pidieron. Como mi área es responsable de eso, de velar por la seguridad de la gente que va allí, no se les permite abrir», señaló. «Habiendo tanta gente ahí arriba, como la que se reunía en cada apertura, se podrían agravar los problemas con la barranca por la misma vibración de la música, y eso podría ocasionar algún accidente», añadió.
Curiosamente, Ruberto debió volver hace dos meses a la Toma Vieja a controlar lo que ya sabía: que Budha ni Anderson habían hecho los trabajos que se les requirió en febrero de 2006, que todo seguía igual que antes, y que era imposible habilitar su reapertura. La vuelta del funcionario se hizo a pedido de dos concejales del Partido Justicialista, el titular del cuerpo, Juan Carlos Albornoz y la edil Blanca Belbey. «Fuimos a verificar si estaba en condiciones, pero se encontró que todo estaba igual, que no podían reabrir», explicó Ruberto.
-¿Qué interés tenían los concejales en Budha?
-No sé, seguramente es parte de su función.
Fuente. El Diario