A 24 años de la Carpa Blanca

Carpa Blanca docente 1997

Por Marta Maffei (*)

Este 2 de abril de 2021 se cumplen 24 años de la instalación de la Carpa Blanca, emblema de la lucha de los educadores en nuestro país.  

Fue en 1997. Corría el segundo gobierno de Menem y crecía la conflictividad social. Políticas sostenidas en el Consenso de Washington, dictadas por el FMI y el Banco Mundial asolaban el patrimonio nacional: privatizaciones, desregulación, desindustrialización, pérdida de derechos laborales y sociales. Mandatos ferozmente ejecutados desde el Ministerio de Economía a cargo de Roque Fernández y para peor con el apoyo explícito o tácito de varios sectores de la burocracia sindical.

En educación, el plan privatizador se afianzaba en el desfinanciamiento. El gobierno nacional abandonó el “gasto” educativo y transfirió, a partir de 1992, todo el sistema a las provincias, sin fondos. Un camino que ya había iniciado la Dictadura cívico-militar en el 78.  

Las jurisdicciones, sin fondos y con más escuelas, avanzaron en los ajustes: recortes de personal, cierre de cursos y escuelas, rebajas salariales, precarización de los puestos de trabajo, pago en cuotas, con bonos y (el más frecuente) no pago (3,6,9 meses sin cobrar)

El Estado Nacional, desentendido de la financiación, promovía sin embargo normas generales para avanzar en la desestructuración del sistema. Sancionó la Ley Federal de Educación (1993) desestructurando, fragmentando la educación, profundizando la desigualdad y confusión. Ya no teníamos un sistema educativo era una sumatoria anárquica de múltiples sistemas aún dentro de cada provincia (las que aplicaban la ley, las que no la aplicaban, las que lo hacían en algunas localidades, en algunas escuelas, en algunas modalidades....) 

En ese escenario, CTERA instaló frente al Congreso de la Nación, una gran Carpa Blanca para alojar el rechazo, la protesta, la rabia, el dolor de cientos de miles de educadores descalificados, apabullados, empobrecidos, en un proceso maquiavélico de dispersión que complejizaba también  cualquier medida de acción con la que quisiéramos unificar. 

Y ahí estábamos los trabajadores de la educación de distintos rincones del país, turnándonos para ayunar, al menos 20 días por grupo, para decirle No al ajuste y la privatización. No al corrimiento del Estado Nacional en el financiamiento. No a la Ley Federal. No al autoritarismo. No al ninguneo de los educadores. No al sometimiento a los Organismos de Crédito. Para construir nuestro propio poder, el de influir en el curso de los acontecimientos del que se nos había excluido. Poder propio, poder del colectivo, poder social para recuperar las fuerzas, para romper los límites del papel que nos asignaba el poder económico. 

En la Carpa alojamos el rechazo a la injusticia, al sufrimiento, al desamparo del conjunto, pero también la dignidad de quién no se rinde, no abandonaba la lucha. Como dijo entonces J M Pasquini Durán: los maestros, sin violencias, con imaginación y entereza, instalaron nuevos métodos para la lucha gremial y para alojar esa voluntad de lucha.

Fue la iniciativa que permitió sintetizar las múltiples demandas locales surgidas de una anarquía intencional y nacionalizar las resistencias sobre los ejes que compartíamos: 

-  Evitar que la reforma del Estado, la precarización laboral y la desocupación continuaran avanzando sobre la educación.

- Exigir financiamiento nacional para asegurar de modo estable y permanente el funcionamiento del sistema.

-Resistir el proyecto del BM para nuestra educación.

- Denunciar y combatir los mecanismos de exclusión y diferenciación que las reformas neoliberales habían potenciado con una multiplicidad de subsistemas en las escuelas.

-Disputar en la comunidad el proceso de desacreditación de la escuela pública y sus educadores llevado adelante por el gobierno.

A una semana de instalada la carpa, la brutal represión desatada contra el pueblo de Cutral Có  que terminó con el asesinato Teresa Rodríguez. CTERA convocó entonces a parar y movilizarse el 14 de abril. La sorprendente masividad de ambas medidas nos alertó sobre las dimensiones de una resistencia que comenzaba a crecer y sobre el acompañamiento social que los educadores habíamos empezado a conquistar. 

Ese apoyo popular, la firmeza de los compañeros y la ausencia total de respuestas políticas le dieron continuidad a la lucha que se prolongó mucho más allá de cualquier expectativa. En números:

1380 ayunantes en tandas de 3 semanas sin interrupción alguna

4500 colaboradores turnándose para apoyar, atender, cuidar las 24 hs del a los compañeros que ayunaban

2.800.000 personas visitándonos en la Carpa igual que más de 4000 escuelas 

1003 días de permanencia del 2-4-97  al 30-12-99

En una oportunidad el ayuno se instaló durante dos días en todas las escuelas con un extraordinario acatamiento y un enorme acompañamiento de la comunidad.

Junto a los docentes estuvieron los familiares de José Luis Cabezas, de María Soledad Morales, de las víctimas de la AMIA y la Embajada de Israel, los padres de Miguel Bru y de Sebastián Bordón. Las Madres y Abuelas de Plaza de mayo, militantes de la Iglesia como Marta Pelloni, Carlos Cajade, o el padre Farinello, los jubilados, cientos de organizaciones sindicales, todos confluyendo  para exigir justicia.

A Durante todo ese tiempo la Carpa fue condensando multiplicidad de batallas pequeñas o grandes libradas por nuestro pueblo contra el modelo y al calor de esas luchas “nuestro” espacio, se fue transformando en la Carpa de la Dignidad. En realidad se concretó un espacio físico y simbólico para una multitud de  pequeñas-grandes batallas contra el modelo, la injusticia, la brutalidad, el silencio cómplice. Lo que se inició como un reclamo de los educadores se convirtió en una bandera popular

Durante esos 1003 días se constituyó también en un hito cultural a contrapelo de los rituales de la farándula oficial y de los agoreros que pronosticaban una pronta consolidación como parte del paisaje.  Nunca ocurrió. CTERA logró sostener el norte ideológico de su demanda en medio de una presencia constante de solidaridad que aglutinó el compromiso de escritores, músicos, artistas plásticos, bailarines, periodistas, gente de teatro, cineastas, titiriteros, murgueros, deportistas de todas las disciplinas, testimoniando una y otra vez la defensa integral de la cultura y la educación. La Carpa fue, además de una nueva forma de lucha y protagonismo un espacio de articulación sociocultural impensado.

 Y llegó el día en que el gobierno debió ceder. El 29 de diciembre de 1999 el Congreso sancionó la Ley de Financiamiento Educativo con continuidad asegurada. Por eso el día  30  le pusimos fin a la Carpa Blanca. Habíamos alcanzado el objetivo!! Teníamos que desarmarla.  Hubo fuegos artificiales, música, abrazos. Pero en el aire flotaba la emoción. Esa que sentimos cuando percibimos que tanto desvelo no fue en vano, que tanto esfuerzo, tanta convicción, tanto compromiso nos habían abierto al final, una puerta.  

Tengo grabada la postal de ese día, ayunantes, familiares, gremialistas, amigos todos en cadenas de abrazos y regados de emoción. Sentíamos orgullo al portar nuestro guardapolvo blanco. Habíamos alcanzado resultados positivos para los educadores y para el sistema educativo. Habíamos propuesto un espejo en el que muchos podíamos mirarnos. Habíamos incursionado en otras pedagogías, otras estrategias para enseñar también desde la lucha.

Y  aprendimos mucho en ese tiempo. Supimos que podíamos levantarnos en la adversidad, que nunca hay que darse por vencidos, que la unidad y la democracia a la hora de tomar las decisiones son sin duda el mejor respaldo. Que un grupo de compañeros ayunando le pudimos arrancar la educación pública a las garras del neoliberalismo. Que ayudamos a ver la realidad, que la solidaridad es el mejor camino de los pueblos.

Por eso celebramos y recordamos la Carpa Blanca que aquél 2 de abril comenzó el principio del fin del cónclave neoliberal que pretendió quedarse con la educación pública.

(*) Ex titular de Ctera

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