El agua subterránea: ¿amiga o enemiga?

Por Eduardo Pujato (*)

Las aguas subterráneas constituyen la parte de todos los recursos hídricos que se encuentra por debajo de la superficie de la tierra y representan más del 95% de las reservas mundiales de agua dulce en estado líquido. Dadas sus ingentes cantidades y su amplia distribución geográfica, su buena calidad en general y su resistencia ante las fluctuaciones estacionales y la contaminación, las aguas subterráneas representan una garantía de que la población mundial actual y futura contará con un abastecimiento de agua asequible y seguro, y son predominantemente un recurso renovable que, cuando se gestiona adecuadamente, garantiza un abastecimiento a largo plazo que contribuirá a atender las crecientes demandas y a mitigar los impactos de cambios climáticos de corto y mediano plazo.

En términos generales, el desarrollo de las aguas subterráneas requiere una inversión de capital menor que para el desarrollo de las aguas superficiales y se puede poner en práctica en un plazo de tiempo más corto. Es un recurso tan importante que su comportamiento y su manejo pueden producir efectos muy profundos en el ambiente que tornan imprescindible su comprensión para que el público pueda identificar opciones, escoger alternativas y entender las consecuencias de sus acciones o la falta de ellas.

La ecología del paisaje busca la sostenibilidad a través de la integración eficiente del hombre en la naturaleza y es sin duda el mejor escenario para interpretar la vital importancia del agua subterránea en su relación con los suelos, los humedales, los cursos de agua superficiales y la vida en general.

Con estas pocas herramientas trataré de ahondar en el tema del título, ya que la mayoría de la gente llama agua salada al agua subterránea y agua dulce a la proveniente de cursos de agua superficiales; no es correcto generalizar y utilizar estos términos porque en la naturaleza no existe el agua sin sales o gases disueltos, sino una mayor o menor concentración de éstos y es evidente que lo que entendemos por “dulce” no aplicaría al agua si no le agregamos azúcar. Aceptado el término “agua dulce” para aquella que tiene menos sales que otras, debemos considerar que los anglosajones la llaman “fresh water”, lo que sería literalmente agua fresca o que puede consumirse al igual que los alimentos en buen estado, y los alemanes “Wasser trinken” o sea agua para beber, y que no distingue entre las subterráneas y las superficiales.

El consumidor no identifica muchas veces esta diferencia y se queja del agua salada del grifo (y viceversa cuando se ha acostumbrado a un buqué diferente), o por las incrustaciones que producen las sales que le dan dureza al agua.

Todas las posturas son razonables y deberían ser atendidas y solucionadas o al menos explicadas. El agua extraída de las profundidades es en la mayoría de las veces de mejor calidad al de las fuentes superficiales, ya que en estas últimas el proceso de potabilización solamente elimina la mayoría de sólidos en suspensión, pero no las sales perjudiciales para la salud, los metales pesados ni los numerosos contaminantes en disolución que contienen; allí es muy fácil encontrar pesticidas, hidrocarburos, aceites varios, drogas utilizadas en medicamentos, nicotina y otros elementos componentes de los lixiviados. También estas aguas producen incrustaciones que obturan cañerías o reducen sensiblemente sus diámetros interiores, como se puede comprobar en la red de distribución de la ciudad de Paraná.

Prácticamente todas las aguas embotelladas de consumo humano provienen de acuíferos y generalmente las preferimos a las de red si nos lo permite su elevado precio. Una importante empresa de la zona sur de Paraná productora de un famoso jugo, llegó a embotellar y vender el agua del pozo que utilizaban para lavar sus envases y que pertenece al mismo acuífero del que se abastecen localidades vecinas como Villa Fontana y Oro Verde, debiendo destacar aquí que esta última localidad sufre un problema muy grave en la calidad, por causa de presunta mala praxis en la construcción de los pozos de extracción.

 

 

El corte de terreno idealiza el comportamiento de las aguas subterráneas y la penetración de los acuíferos mediante pozos de extracción. Cabe destacar que los acuíferos, representados de colores azules y celestes, no contienen el agua libremente sino que ésta percola a través de estratos permeables.

El esquema de pozo de la figura trata de representar una síntesis de su construcción, aunque al haber diversas formas de perforación adecuadas a cada ocasión en consonancia con la pericia del pocero y los materiales disponibles, también encontraremos diversas formas de construcción de los mismos.

Durante la prolongada sequía que soportamos y que nos dejó al borde del colapso en cuanto a abastecimiento de agua de red, solamente las localidades que utilizan el agua subterránea no sufrieron grandes sobresaltos, debiendo destacar el caso extraordinario de la ciudad de Victoria que capta el agua del riacho del mismo nombre que en ese momento era un fangal, y que la visión de su secretario de obras públicas lo llevó a consultarme a través de una figura política local. Pudimos de esa manera deducir que la Laguna Grande, sita a varios kilómetros aguas arriba, recibía su caudal de acuíferos, y desviando su escurrimiento en forma adecuada se logró abastecer a la población. ¿De dónde sino hubiera sacado Victoria suficiente agua? Hubiera sido imposible llevar agua desde otras localidades y en la zona no hay suficientes fuentes de agua subterránea para consumo. Este caso es paradigmático de la importancia de la utilización de los elementos de la ecología del paisaje mencionada al principio.

El agua subterránea aprovechada correctamente conserva además un caudal y una temperatura casi constantes, está a salvo de olas de calor, contaminaciones atmosféricas, cenizas volcánicas, radiaciones atómicas, sequías más o menos prolongadas, etc.; sólo debe preservársela de las acciones indebidas del hombre ya sea por negligencia o criminalidad, como el de la supuesta utilización de caños empetrolados como caños camisas para pozos de agua potable.

En este esquema se puede inferir el proceso de contaminación por caños empetrolados.

Los contaminantes pueden entrar localmente al acuífero internamente a través del mismo pozo actuando como el pozo de inyección, por sus lados externos en carácter de percolación y vertido señalado en color rojo (contaminación puntual) y enseguida propagarse por todos los acuíferos por transmisividad en forma ilimitada e incontrolable (contaminación difusa).

Como en muchos temas científicos atravesados por la desinformación y las creencias arraigadas en el seno de la sociedad, existen sobradas evidencias para considerar como gran amiga al agua subterránea. De hecho, y al menos en el continente europeo, los estados las utilizan mayoritariamente para abastecerse y así vemos a Dinamarca que lo hacía hasta hace poco en un 99%, seguida de Italia con un 92%, Suiza con 83%, Alemania 72% Países Bajos 70% y Francia con 63%. A raíz de las grandes sequías y desequilibrios de las aguas superficiales es de esperar que, lejos de disminuir, estos porcentajes se hayan incrementado.

En Entre Ríos se las utiliza satisfactoriamente en la mayor parte de los servicios de agua potable, casi en su totalidad en el riego y para abrevar en la producción animal, en el uso de las aguas termales y envasándola para su comercialización como agua de mesa y sodas.

Es menester hacer los esfuerzos necesarios para conocer nuestras fuentes de agua subterránea y hacer un uso sustentable de ellas mediante un estricto plan de control y monitoreo, y la difusión entre la población de sus virtudes y beneficios.

Referencias: Hidrología Subterránea (E. Custodio/ M. R. Llamas); Agua Subterránea (Michael Price); Ecología del Paisaje (Richard Forman); Metodología de las investigaciones hidrogeológicas (Kliméntov y Kónonov).

(*) Magíster en ecología, hidrólogo ambiental y geofísico

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