
Por Coni Cherep
Es dificil trazar la ucronía de la Argentina Massista, pero está claro que sería distinta. Milei vino no sólo a quebrar un estado de ánimo social, sino a poner en dudas un montón de cosas que no se admitían en el país. En Santa Fe, la gestión política resiste al temporal anarcoliberal y mientras procura salidas anticíclicas, aprovecha los vientos de cambios.
Milei pateó el tablero. En seis meses, no pudo avanzar demasiado en sus pretensiones concretas, pero dejó en claro que habrá un antes y un después de su paso por el Estado.
Su temperamento hostil y delirante, sus funcionarios débiles y sin ninguna experiencia, y especialmente su ajuste cruel, han dejado el terreno baldío de certezas. Y lo que ayer se resolvía postergando y acordando, hoy es precipicio.
La política, la tradicional, está encerrada en sus propias carencias. Los viejos liderazgos pelean por internas partidarias y buscan refugios judiciales, pactando designaciones inmorales en la Corte Suprema. Todo lo demás, es papel picado.
La oposición, junta y separada, muestra un poco los dientes pero retrocede ante el discurso antideluviano de un presidente que no parece tener temores: a Milei, le da lo mismo estar o no en el poder. Lo suyo es el espectáculo, los escenarios, las puestas en escena y las reuniones con las referencias más excecrables de la derecha mundial. Lo otro, la gestión, la politica cotidiana, «eso de la comida», es para los giles que financia. De eso se ocupan los Caputo, Francos, la interminable tránsfuga Patricia Bullrich, esta chica Petovello, bajo la tarótica mirada de Karina. Casi una reina.
La calle es un asunto ajeno. Pero no tanto. Las encuestas, todas, dicen que la mayor parte de la población argentina sigue respaldando al presidente. A pesar de sus malidicencias y sus delirios de hombre que vino del futuro, para evitar el apocalipsis comunista. Vaya límite que cruzó. Un estado de delirio personal que se extiende por el mapa humano sin demasiado lugar para la piedad.
En otro momento esto se resolvía con una pericia psiquiatrica y los votos de los dos tercios de las cámaras. Ambas cosas están latentes, pero los opositores saben que hoy, al menos hoy, ese sería un escenario social insoportable. Villarruel lo sabe también, aunque no se descarta que ocurra, mejor será esperar a que «la gente» se canse.
En Santa Fe, hay un gobierno que soporta ese delirio, con un humor estoico. Insoportablemente ecuanime ante semejante desgracia.
El gobernador aprovechó adecuadamente el «viento liberal» y ajustó las desaguisadas cuentas del antecesor ¿ incapáz o simplemente corrupto? y le bastaron estos seis meses para dejar en claro que la mayoría de los problemas resolubles de la provincia eran un tema de gestión, de pura gestión.
En seis meses bajaron drásticamente las estadisticas criminales en Rosario y en toda la bota. No es magia, decía el Kirchnerismo en sus años de relato glorioso: con aislar a los presos que mandaban a matar, poner patrulleros en las calles, y devolverle un poco de respeto a la policia, se podía. Pero había que quererlo, claro.
Pullaro avanza sobre asuntos que no se querian discutir en Santa Fe,mientras capea los desplantes presidenciales. No descuida a la «tropa propia», distribuye el juego con paciencia, le pone la oreja a todos los sectores, mantiene con amabilidad los acuerdos electorales y se manifiesta abierto al dialogo con todos. Incluso con quienes lo atacaron despiadamente en campaña.
Así obtuvo las leyes que obtuvo, sin otro esfuerzo que el acuerdo.
Pullaro no es Ghandi, claro. No se trata sólo de perdonar a los vencidos, sino de sumarlos a sus propios objetivos, que requieren de discusiones duras y dificiles de sostener en soledad: «Los deficits que nos quedan, son las libertades que nos faltan» dicen sin decir los principales espadachines del gobernador y avanzan sobre las dolorosas reformas en la Caja de Jubilaciones y las empresas públicas.
Las cuentas estaban verdes sobre la superficie, pero muy rojas abajo de la alfombra. El viento Milei le ofreció a la gestión provincial un campo propicio para no profundizar la crisis. Entonces vino el «acomodamiento» de los salarios al nivel de la recaucdación, se dió una batalla abierta contra el ausentismo docente, y finalmente, se decretó el descuento de uno de los trece dias de paros docentes y con eso, alcanzó para ponerlos en linea.
La dirigencia sindical santafesina, al igual que sus referencias nacionales, están demasiado gordos y faltos de estado, o sobrados de Estado, y el espejo les devuelve una imagen lamentable: se volvieron empresarios de la pobreza de sus representados, son el símbolo de una larga noche de ajustes lentos y fueron socios de quienes les comieron por años, las ilusiones a los trabajadores.
Ellos dicen que Pullaro es como Milei, pero mientras eso ocurre, el gobernador señala la salida a contramano del presidente: el principal eje del «relato pullarista» está representado por el ministro de la Producción que no pasó un sólo día de gestión, sin promover reuniones y anunciar acuerdos con el sector agropecuario y la industria local.
En el país todo es incertidumbre y tensión. En Santa Fe se siente lo mismo, claro, pero hay aroma a gobernabilidad y a proceso largo. De eso empezaron a hablar en la legislatura: Pullaro no parece haber venido a gobernar sólo cuatro años la provincia, aunque no hable de eso, aunque lo niegue de manera rotunda. Cómo las reformas que se postergaban en asuntos fiscales, de seguridad, educación y justicia- esa viene un poco demorada- la que asoma es la Constitucional. No habrá que esperar mucho.
Así van las cosas, seis meses después.
En un país que se cansó de tanto manoseo a la caja pública, de tanta oportunidad macro desaprovechada, y de tanto gremialista y dirigente social enriquecido: sólo por eso se puede explicar semejante nivel de paciencia de la clase media. Intoxicación, dijo el actor Gerardo Romano.
Seis meses después, quedan pocas cosas iguales en Argentina.
Lo de Santa Fe dependerá mucho de la suerte del país, por supuesto, pero parece tener hoja de ruta.
Lo de Argentina en cambio, dependerá de… ¿ La fuerzas del cielo o de la paciencia social?
Lo que está claro es que lo sabremos. Y lo charlamos dentro de seis meses.