A medio año del fallecimiento de Beatriz Sarlo, reconocida ensayista y destacable figura del pensamiento argentino contemporáneo, su patrimonio intelectual y material se convirtió en el centro de una compleja disputa legal. Un testamento escrito a mano, la exclusión del exmarido de la escritora del proceso sucesorio y la reciente aparición en venta de objetos personales encienden una polémica que involucra cuestiones legales y da lugar a la formulación de demasiados interrogantes.

El conflicto comenzó cuando Melanio Alberto Meza López, quien durante años fue el encargado del edificio donde Sarlo residía en el barrio porteño de Caballito, se presentó ante la Justicia como beneficiario de un testamento ológrafo, es decir, un documento que supuestamente había sido redactado y firmado a puño y letra por la propia autora. En ese documento, dividido en dos notas escritas en una misma hoja y fechadas en junio y agosto de 2024, Sarlo habría dispuesto que Meza López se hiciera cargo tanto de su departamento como del cuidado de su gata Nini. La validez del escrito está siendo analizada mediante una pericia caligráfica ordenada por el Juzgado Civil N° 91, a cargo del magistrado Carlos Hugo Goggi.

Este testamento se convirtió en el principal obstáculo para una iniciativa impulsada por el entorno más cercano a Sarlo, que contemplaba la creación de un fideicomiso cultural. La idea era destinar su biblioteca, archivos personales y bienes a la conformación de una fundación dedicada a conservar y promover su obra. Entre quienes respaldan esta propuesta se encuentran académicos, editores y escritores como Sylvia Saítta, David Oubiña, Adriana Amante, Hugo Vezzetti, Adrián Gorelik, Ada Solari y Graciela Silvestri, quienes también acompañaron en sus últimos tiempos a la autora.

La situación se tornó aún más tensa cuando el juez Goggi resolvió excluir del proceso sucesorio a Alberto Sato Kotani, exmarido de Sarlo con quien contrajo matrimonio en 1966 y nunca se divorció formalmente. El pedido había sido formulado por la defensa de Meza López, argumentando que la pareja llevaba más de cinco décadas separada y que Sarlo había declarado su estado civil como soltera al adquirir su departamento en 2004. Sin embargo, Sato apeló la decisión ante la Cámara Civil, con el respaldo de allegados de la escritora, ya que todos ellos aseguran que mantuvo un vínculo afectivo y de acompañamiento con ella hasta el final.

La controversia adquirió un nuevo matiz cuando trascendió que parte del patrimonio de Sarlo estaría siendo comercializado. Amigos de la intelectual denunciaron la aparición en una disquería porteña de vinilos que pertenecieron a ella y a su última pareja, el cineasta Rafael Filippelli, fallecido en 2023. Esto fue inicialmente publicado por una usuaria británica radicada en Buenos Aires a través de la red social X, aunque el mensaje fue eliminado poco tiempo después. La sospecha recae sobre Meza López, quien, como encargado del edificio y con acceso irrestricto al departamento tras la muerte de Sarlo, podría haber vendido parte de sus pertenencias personales.

Frente a este escenario, el círculo cercano de Sarlo difundió un comunicado en el que exige que se garantice la preservación del legado de la escritora, apelando a la Cámara para que revierta la exclusión de Sato y se rective el proyecto del fideicomiso. También alertan sobre el riesgo de que documentos, libros, discos y objetos con valor cultural terminen fuera del alcance público o sean comercializados sin control.

En caso de que el testamento ológrafo resulte inválido y no se reconozca la legitimidad del reclamo de Meza López ni de Sato Kotani, el patrimonio podría pasar a manos del Estado, a través de la intervención de la Procuración General de la Ciudad de Buenos Aires.