La historia de la “división perdida”: 31 desaparecidos en la Escuela Normal de Banfield

Mónica Tresaco, Rubén Gerenschtein y Margarita Ercole, tres de los jóvenes que siguen desaparecidos

Mónica Tresaco, Rubén Gerenschtein y Margarita Ercole, tres de los jóvenes que siguen desaparecidos.

El colegio Antonio Mentruyt fue uno de los más golpeados por la represión ilegal de la última dictadura. La complicidad de un interventor que entregó los legajos de las víctimas a los grupos de tareas y el revelador testimonio ante los jueces de la única sobreviviente.

Por Eduardo Anguita y Daniel Cecchini 
Publicado en Infobae

“Cada uno de nuestros hogares se siente mutilado. Hay una o más ausencias que nadie ni nada podrá jamás reemplazar. Vacíos que dejan estos chicos que estudiaban o trabajaban -o ambas cosas- sin ocultar su identidad ni sus movimientos. Siempre tenemos dolorosamente presentes sus rostros asustados. Fueron, en muchos casos, arrancados de sus lechos, a altas horas de la madrugada, ante el estupor de sus padres reducidos a la impotencia de no poder defender la seguridad de su hogar. ¿Qué pasó con ellos?”, decía la carta.

Terminaba la década de los '70 y las violaciones de los derechos humanos que había cometido y seguía cometiendo la dictadura argentina ya habían sido denunciadas internacionalmente. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) organizaba una visita al país -que se concretó en septiembre de 1979- para preparar un informe y hasta el gobierno de los Estados Unidos, bajo la presidencia del demócrata Jimmy Carter, había bloqueado la venta de armas a la Argentina como una inequívoca sanción a los crímenes de los dictadores.

Cansados de deambular de un tribunal a otro, desesperados ante la falta de respuesta sobre el paradero de sus hijos, impotentes frente a las puertas que se les cerraban una tras otra, unos 100 padres de adolescentes presentaron una desgarradora carta a la Junta Militar reclamando por su suerte. Eran padres de chicos de entre 15 y 18 años, la mayoría de ellos estudiantes secundarios secuestrados de sus propias casas.

Las cifras dejaban claro que el plan sistemático de desaparición de personas de la dictadura no se detenía ante la minoría de edad de sus víctimas y que los colegios secundarios de las grandes ciudades habían sido blanco de la represión ilegal.

El Colegio Nacional Buenos Aires –dependiente de la UBA– sumaba 108 desaparecidos entre docentes y estudiantes; en el Colegio Nacional Rafael Hernández –de la órbita de la Universidad Nacional de La Plata– la cantidad de víctimas llegaba casi al centenar. En la Escuela Normal Superior Antonio Mentruyt (ENAM) de Banfield los desaparecidos eran 31, una cifra que con el tiempo llevaría a que se lo conociera como el colegio de la “división perdida”.

Entre las firmas al pie de aquella carta estaban las de algunos padres de los estudiantes desaparecidos del ENAM de Banfield.

Una escuela con historia

La Escuela Normal Mixta de Lomas de Zamora –el primer nombre que tuvo– fue fundada el 23 de abril de 1912 a pedido de un importante grupo de vecinos en busca de la posibilidad de que sus hijos pudieran cursar los estudios secundarios cerca de sus casas. Con los años cambió su nombre por el de Escuela Normal Antonio Mentruyt, en homenaje a un maestro autodidacta de la zona, creador de bibliotecas populares y luchador contra el analfabetismo.

En 1948 –para su 36 aniversario– se trasladó al edificio que ocupa actualmente, en la calle Manuel Castro al 900, en Banfield. La inauguración contó con la presencia del entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, quien izó la bandera del nuevo edificio en un mástil que fue llevado desde el edificio anterior a pie, cargado por los propios estudiantes en una larga procesión aplaudida por los vecinos.

La historia del colegio cuenta -como una curiosidad que tiene ribetes de misterio– que el cuadro con la foto de Perón izando la bandera nunca fue retirado de sus paredes, ni siquiera cuando, después del golpe de septiembre de 1955, en la Argentina estaba prohibido incluso nombrar el presidente derrocado.

Para principios de la década de los '70, el Mentruyt era, junto con la Escuela Normal Superior Prospero Alemandri de Avellaneda y el Colegio Nacional de Adrogué, una de las tres escuelas públicas más reconocidas –y buscadas a la hora de inscribirse– de la Zona Sur del Gran Buenos Aires.

La “división perdida”

La recuperación de la democracia en 1973 produjo un proceso de aumento de la participación política de los estudiantes secundarios que en el ENAM de Banfield se plasmó en un Centro de Estudiantes muy activo, no sólo dentro del colegio sino en sus relaciones con la comunidad.

“Había, como en todos lados, mucha ebullición política; se hacían cosas, se debatía, se discutía y se reclamaba a las autoridades del colegio. Eso fue así hasta el golpe o poco antes. Después el centro siguió funcionando, pero quedó un poco aislado del resto de los estudiantes. Había mucho miedo”, recuerda para Infobae un ex alumno que prefiere que no se publique su nombre.

El miedo surgía de hechos bien concretos. En poco más de un año, 31 personas relacionadas con el colegio –entre maestros, alumnos y ex alumnos- fueron desaparecidas por los grupos de tareas de la dictadura.

El Mentruyt tenía divisiones de entre 28 y 30 alumnos por curso, por lo que esa trágica cifra llevó a que con el tiempo se lo llamara “el colegio de la división perdida”.

De todos los secuestrados, hubo sólo una sobreviviente.

Los secuestros de mayo de 1977

El golpe más duro ocurrió el viernes 27 mayo de 1977, cuando en una sola noche fueron secuestrados cuatro alumnos y ex alumnos. En un sentido texto, el escritor Omar Genovese recuerda sus emociones cuando supo lo que había pasado.

Genovese cuenta que había ido con amigos a ver una función de la ópera Carmina Burana al Teatro Colón y que se sorprendió cuando vio que un compañero del colegio lo esperaba a la salida: “Nos esperaba Joaquín con una noticia terrible. El día anterior, en distintos lugares y horarios, habían detenido a Margarita Ercole, Nina Goldberg, ambas de 18 años, Rubén Gerenschtein, de 17 años, y María Silvia Bucci, de 16. Por la metodología aplicada (hombres vestidos informalmente, autos sin chapa patente) sabíamos que el arresto era una desaparición, pero lo alarmante consistía en que no se trataba de militantes con entrenamiento militar (…) Pertenecían al centro de estudiantes, del que formé parte en 1976, y cuya inconsistencia y nulo apoyo entre los alumnos era producto de la desmovilización política causada por el golpe de Estado”, recuerda.

Los compañeros de los estudiantes secuestrados no demoraron en relacionar el operativo ilegal de esa noche con un hecho que había ocurrido pocos días antes cuando un grupo de personas –a las que identificaron como policías de civil– se había reunido con el interventor del ENAM, Luis Héctor Bucci (ya fallecido) en su despacho. Al terminar la reunión, los hombres salieron cargando una serie de cajas con carpetas que luego se supo cuál era su contenido: los legajos de muchos alumnos, docentes y ex alumnos del colegio.

La única sobreviviente de los secuestrados de esa noche, María Silvia Bucci (que no tenía parentesco alguno con el interventor del mismo apellido) lo confirmaría en sus declaraciones de los Juicios por la Verdad y en su testimonio en el juicio a los represores del Centro Clandestino de Detención conocido como La Cacha, donde la tuvieron detenida ilegalmente durante más de dos meses.

Un testimonio revelador

María Silvia Bucci fue secuestrada por un grupo de civil aquel viernes 27 de mayo por la noche, en su casa, ante la mirada impotente de su familia. “Pidieron por mí, me solicitaron el documento, me dijeron que me vistiera, porque había estado durmiendo. Estaban mi papá, mi mamá y mi hermano, que era chiquitito. Yo tenía 16 años”, contó ante la Cámara Federal de La Plata en 2014. Ese párrafo, tan breve como aterrador, forma parte de una historia argentina que es imprescindible incorporar y mantenerla viva en la memoria.

Apenas la subieron a un auto, María Silvia, supo que sus captores contaban con documentación para elegir a sus blancos, aunque ella fuera apenas una adolescente. “Cuando me llevaban, pasamos cerca de la escuela para buscar a alguien más, pero no lo encontraron. Tenían el plano de la casa”, relató.


María Silvia Bucci en su declaración en el juicio por los crímenes en el centro clandestino de detención La Cacha.

Los secuestradores llevaron a María Silvia al tenebroso centro clandestino La Cacha. Allí fue interrogada varias veces sobre sus actividades en el Centro de Estudiantes del ENAM. La revelación de la colaboración del interventor Bucci resultó evidente cuando, durante esas sesiones, pudo ver su propio legajo del colegio así como el de otros compañeros suyos que siguen desaparecidos, como Rubén Gerenschtein, Margarita Ercole y Mónica Tresaco. “Tenían todos los legajos, no solo de las personas que secuestraron sino de todos los alumnos, de algunos tenían el plano de la casa, información específica”, recordó ante el tribunal.

María Silvia Bucci fue liberada el 8 de agosto de 1977, cuando la llevaron a su casa en auto con los ojos vendados. La soltaron repitiéndole una advertencia que ya le habían hecho mientras la interrogaban: “Siempre recibía amenazas tras los interrogatorios, y me decían que en caso de salir libre no debía participar en nada”, contó.

La Memoria

El jueves 23 de marzo de 2006, un día antes de cumplirse los 30 años del golpe de Estado de marzo de 1976, el ENAM de Banfield realizó un acto en homenaje a los integrantes de lo que ya llamaban la división perdida. Por entonces tenían identificados a 29 desaparecidos del colegio. La difusión de esa actividad hizo que, en los años posteriores, hubiera personas que se animaran a dar nuevos datos. Fue entonces que la cifra se elevaría a 31 detenidos desaparecidos.

Durante la ceremonia de aquel jueves 23 de marzo -que se realizó con el lema “Por las huellas de los que nunca desaparecerán mientras construyamos con sus sueños”- sus ex compañeros y familiares descubrieron placas y baldosas con sus nombres.

En el discurso de apertura, ante alumnos, familiares de esos alumnos y las nuevas autoridades escolares, leyeron un escrito elaborado en forma colectiva:

“No es sólo el recuerdo lo que nos une. Es la memoria la que nos convoca. Memoria es la historia de los pueblos que no dejan de luchar por sus ideales, por sus convicciones, por sus semejantes. Como lo hicieron los compañeros de 'la división perdida' de ENAM. ¿Por qué la 'división perdida' de la ENAM? Porque tantos son los compañeros muertos y desaparecidos como para conformar una división entera de la escuela. Ellos fueron parte de esta escuela y de su historia. Reconocemos en ellos su espíritu de lucha, su compromiso por una transformación social con mayor equidad y justicia”.

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