Entre Ríos posee actualmente 1.024 escuelas primarias, de las cuales 870 son consideradas rurales. De estas últimas, la mayoría son por aglomerado (ubicadas en poblaciones menores a 2.000 habitantes). Pero hay escuelas denominadas rurales aisladas. Se trata de aquellas alejadas de los centros urbanos: Establecimientos educativos que, en su momento, supieron educar y contener a cientos de niños, niñas y adolescentes de todo el territorio provincial.

Estas últimas décadas, sin embargo, la situación fue cambiando a raíz de la incesante emigración de familias rurales a pueblos o ciudades. Y ese “éxodo” provocó un panorama casi desolador: Muchas escuelas de campo poseen hoy poquísimos alumnos y con escasa proyección de crecimiento vegetativo.

Según indicaron desde la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (AGMER) al programa “Cuestión de Fondo” (Canal 9, Litoral), estas escuelas de zonas aisladas poseen entre 1 y 12 alumnos. Y hay un dato que describe cabalmente la delicada situación: En Entre Ríos ya han cerrado 73 establecimientos educativos rurales.

“Las diferentes políticas agropecuarias, las nuevas maneras de producción y la dificultad de acceso a bienes y servicios, provocó una fuerte emigración del campo a la ciudad”, explicó a “Cuestión de Fondo” la secretaria Gremial de AGMER Paraná, Fabiana Cogno.

Además, indicó la gremialista, las escuelas rurales aisladas han quedado con muy pocos alumnos debido a que las familias se van del campo por la falta de caminos en condiciones, poco acceso a la educación secundaria para sus hijos y falta de Centros de salud. “En otros momentos, esas escuelas supieron ser muy pujantes”.

Del 60 por ciento al 14 por ciento

Según los diferentes censos nacionales, a principio del Siglo XX, vivía en el campo entrerriano el 60 por ciento de la población. Ese número fue disminuyendo constantemente al punto que, en la actualidad, sólo vive en la zona rural el 14% de la población de nuestra provincia.

Tres generaciones, tres números

Tres generaciones de la familia Pagnone dieron clases en la misma zona rural del Departamento Nogoyá. Lo que ocurrió con esas tres generaciones de docentes es la muestra más clara del éxodo rural que ha sufrido Entre Ríos durante décadas.

“Mi madre dio clases y llegó a tener 144 alumnos en la Escuela rural de este lugar. En cambio, cuando ejercí yo, tuve entre 80 y 90 alumnos. Y ahora, la escuela donde actualmente trabaja mi hijo concurren solamente 4 estudiantes”. Quien lo cuenta es el docente jubilado Edgardo Pagnone. Ayer, 144 alumnos. Hoy, apenas 4.

Su hijo Adolfo así lo confirma. Y agrega: “Entre las causas principales se encuentra la falta de políticas gubernamentales de apoyo a las familias que viven en el campo”.

Escuelas con 3 y 4 alumnos

Numerosas entidades educativas rurales que relevamos del campo profundo en los departamentos Nogoyá y Villaguay, poseen una matrícula de 3, 4 y 5 alumnos. Lo preocupante es que varias de esas escuelas, hasta hace unos años, superaban los 15, 20, o hasta 40 alumnos.

Lo dicho: La emigración rural es un proceso que viene de años, y que difícilmente se revierta en el corto o mediano plazo.

En transporte y en “bici”

Daiana Noguera concurre a Quinto Año de la Escuela Secundaria N°14 Palmas de Yatay, del Departamento Villaguay. Vive a unos 10 kilómetros del establecimiento, por lo que todos los días viaja en el transporte escolar.

Sin embargo, para llevar y buscar a su chiquito al jardín de infantes (Escuela primaria N°31 Madre Patria), pedalea a diario en su bici unos 10 kilómetros para ir y otros 10 km para buscarlo. No tiene una escuela más cerca, por lo que esos 10 kilómetros los debe transitar sin excepción.

La situación de Daiana se repite a lo largo y ancho de la provincia. Algunos alumnos recorren unos kilómetros más; otros menos. Pero a ninguno le queda demasiado cerca la escuela.

Algunos viajan en transporte escolar y muchos en bicicleta, moto o caminando.

Diego Capurro es Director de la Escuela Secundaria “Palmas de Yatay”, del departamento Villaguay. El directivo reconoce que la mayor parte de alumnos debe recorrer al menos 5 kilómetros para llegar al establecimiento escolar. Muchos de esos alumnos atraviesan chacras y montes para acortar camino.

73, un número variable

Martín Müller, titular del Consejo General de Educación explicó a “Cuestión de Fondo” que el número de las 73 escuelas cerradas no es fijo, sino que varía constantemente. “La escuela permanece abierta si hay al menos un solo alumno en la zona. Y si no queda nadie en ese lugar, se hace un trámite administrativo y la escuela se cierra, pero no definitivamente. El edificio queda a cargo del Supervisor”.

El establecimiento vuelve a abrir cuando llega más gente a vivir al lugar. En ese caso, se hace un trabajo desde la Departamental de Escuelas para su reapertura. Este último tiempo se han reabierto establecimientos educativos en la zona de Victoria y Federal. “Pero también se han ido cerrado otras escuelas, ya que es muy dinámico teniendo en cuenta la caída de la población rural”, explicó el funcionario.

Para campamentos

Para evitar un mayor deterioro de los edificios, estos últimos años se ha implementado una modalidad nueva con las escuelas rurales que no están abiertas: la habilitación de plantas “campamentiles”.

Según reconocen en el área educativa, esta política ha logrado muy buenos resultados ya que se usan habitualmente. Esta iniciativa se encuentra bajo la órbita de la Dirección de educación física para realizar campamentos estudiantiles.

Modernización para pocos

El Profesor Mauricio Castaldo, autor del libro “La señorita Reneé”, entiende que el drama del cierre de las escuelas rurales “responde a las políticas de ajuste que han acompañado al modelo de modernización excluyente que genera el capitalismo en los últimos siglos. Se trata de una modernización para pocos, que implica el despoblamiento del campo y de la tierra. La concentración de la riqueza en pocas manos y el cierre de escuelas responde a estas lógicas excluyentes que las políticas de ajustes han generado”.

Según entiende el docente, a la situación delicada de las escuelas rurales se le suma el problema de las fumigaciones, “que envenena a docentes y alumnos”.