El convento de Carmelitas de Nogoyá era “el mismo infierno”, dijo una de las víctimas

 La ex superiora del convento Carmelitas de Nogoyá, Luisa Toledo, junto a su abogado Miguel Cullen.

Imputada. La ex superiora del convento Carmelitas de Nogoyá, Luisa Toledo, junto a su abogado Miguel Cullen, el martes pasado, en el primer día del juicio (Foto: Ricardo Santellán).

Una de las víctimas en el juicio a la ex superiora del convento de Carmelitas Descalzas de Nogoyá, Luisa Toledo, acusada de privación ilegítima de la libertad y reducción a la servidumbre, dijo que lo vivido allí era “el mismo infierno”.

Toledo -acusada de privación ilegítima de la libertad y reducción a la servidumbre- “no las dejaba salir, las obligaba a golpearse con látigos, usar cilicios y mordazas, y las encerraba por semanas a pan y agua, en un tratamiento inhumano e indigno constante”, expresó el fiscal Jorge Gamal Taleb.

Esta segunda víctima declaró el viernes durante tres horas y señaló que había intentado “irse en 2015, pero recién pudo escapar del convento en 2016 y acreditó todo lo denunciado”, publicó el diario Uno de Paraná.

La religiosa sufrió “una constante mortificación psicológica, y castigos por cada acto cotidiano con auto flagelamiento”, como “romper un vaso, con siete días de encierro. Era un régimen muy cerrado, eso que se hizo no se ve en ninguna cárcel ni en ningún ejército”, sostuvo Gamal Taleb.

 

“Infierno”

 

Esta segunda víctima “dijo seis o siete veces que lo que vivió fue el mismo infierno, porque (Toledo) las encerraba más de una semana con pan y agua, no las dejaba salir del convento, y las obligaba a golpearse con látigos y usar cilicios y mordazas”, detalló.

Ella “pidió el traslado, le dijeron que no se lo iban a dar, luego en 2015 intentó irse pero le pedían hacer una nota formal, que realizó, pero tras un mes la imputada le dijo que no la iba a enviar”, agregó el fiscal.

A partir de allí “comenzó con la idea de escaparse, estudiando los movimientos del convento porque pensó que iba a terminar matándose, y logró salir en 2016 tras recibir la ayudar del jardinero”, que le dejó la puerta abierta.

Los dichos de esta víctima confirmaron la declaración de la primera víctima que declaró el martes pasado y que también afirmó estar “destruida psicológicamente por los maltratos” que vivió en el convento.

El fiscal consideró que con ambas declaraciones “quedó muy claro que ni la constitución (de una orden religiosa) más rígida prevé la posibilidad de mortificación corporal, que aparece en la constitución del siglo XV, y eliminada en el Concilio Vaticano II”, a mediados de los años 60.

“Según las víctimas la imputada quería volver al siglo XV, con autoflagelos por más tiempos y en situaciones prohibidas hasta en la constitución más rígida”, añadió.

 

Audiencias

 

Durante las primeras tres audiencias del juicio declararon 12 testigos, entre curas, amigos y familiares, y se esperan otros cuatro testimonios el próximo martes de psicólogos, policías y ex carmelitas.

La acusada se presentó el primer día, pero luego no concurrió al resto de las audiencias y justificó esa ausencia a través de certificados que dan cuenta de afectación a su salud física.

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