Ayelén Waigandt
A pesar de ser un hombre joven, el titular de la Unidad de Gestión Local (UGL) XXXIV de PAMI, en Paraná, Carlos Alonso, no es un improvisado. Trabajó muchos años en la Auditoría General de la Nación y proviene directamente del riñón de Graciela Ocaña, que le propuso hacerse cargo del organismo de esta costa del río por “ser conocedor de la realidad de la provincia debido a estar casado con una entrerriana, oriunda de Concepción del Uruguay”, según él mismo cuenta. Al momento de recibir a ANALISIS para la entrevista previamente pautada, soluciona problemas por teléfono y cierra cuestiones pertinentes a la obra social, a la que llega generalmente a las 7.30 y de la que se retira pasadas las 15. Durante la charla, el hombre encargado de administrar y cuidar la salud de miles de abuelos argentinos se muestra muy cauto a la hora de criticar a sus antecesores, a quienes evita mencionar, y prefiere hablar de los logros de su gestión y de sus expectativas para el futuro.
Carlos Alonso arribó a la Unidad de Gestión Local (UGL) XXXIV de PAMI, en Paraná, en noviembre de 2005, en medio de gravísimos problemas y profundas resistencias de los prestadores médicos ante la implementación del nuevo modelo prestacional que pretendía imponer la titular del PAMI a nivel nacional, Graciela Ocaña.
Pese a su juventud, no es un improvisado. Entre 1994 y 2003 trabajó en la Auditoría General de la Nación y entre otros organismos debió auditar a la obra social más importante del país, la de los jubilados. En 2003 pasó a desempeñarse específicamente como auditor interno de PAMI, hasta que en 2004 Ocaña lo invitó a conformar su equipo de trabajo en diferentes áreas a nivel central.
Luego de trabajar más de un año ligado al riñón de Ocaña, a finales de 2005 se lo convocó para hacerse cargo de la conducción de la UGL de la Costa del Paraná -según según él mismo dice- por “ser conocedor de la realidad de la provincia debido a estar casado con una entrerriana”.
Al recordar los momentos en que debió hacerse cargo de esa brasa caliente en que se había convertido el organismo, en diálogo con ANALISIS, destacó que “había un atraso importante con los prestadores por un desfase financiero, con una deuda corriente de ese año de cuatro meses, en promedio”. Dicha deuda se traducía en 3,5 millones de pesos que debían pagarse de modo urgente a los prestadores. Además, “no había un circuito administrativo coherente de los expedientes, por lo que los trámites se demoraban, y en vez de realizar un camino lógico tenían muchas paradas innecesarias buscando un orden que no se lograba y, por el contrario, contribuía más al caos”.
Respecto de las soluciones de estos puntos, comentó que “con el apoyo de Buenos Aires se diseñó un nuevo circuito administrativo y un cronograma de pagos, en función de las situaciones más atrasadas y las prestaciones más delicadas, así como de la presión de aquellos prestadores que tienen más poder, como la Asociación de Anestesiología, que en caso de falta de pago corta el servicio de inmediato”.
Otro de los inconvenientes que debió afrontar Alonso se relaciona con la parte más delicada del problema, las prestaciones médicas que se brinda a los abuelos argentinos. Al respecto, recordó que “en diciembre de 2004, las gerenciadoras realizaron un corte del servicio, con lo cual la demanda contenida y las prestaciones no realizadas en ese tiempo produjeron un pico prestacional muy alto entre marzo y mayo de 2005. Al momento de asumir encontré los coletazos de esa demanda contenida, pero había un buen ritmo de atención”, aseveró.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)