Hugo Remedi
Agazapada e implacable, transita peligrosamente la calma de los argentinos el camino del estallido social si, como se prevé, el oficialismo cumple en el Congreso Nacional con el mandado de la Presidenta Cristina Kirchner de ratificar la polémica resolución 125 que metió mano en las retenciones. Dando de ese modo, la espalda a la reconsideración de la medida, como exige casi todo el mundo que no sea parte del universo del gobierno.
Días cruciales se viven en Argentina porque, por ahora, todo se mantiene como entonces, a plena intransigencia y sin una solución a la vista que pueda dejar conformes a ambas partes y, sobre todo, al argentino que pierde.
Lejos de morigerar los efectos de la fiebre, en plena gestación de un ámbito de análisis y de participación como es el Congreso, el kirchnerismo, por el contrario, no cedió en su actitud desafiante y hostil hacia el sector agropecuario. Sin darse tiempo a observar –o tal vez no le importe– que por el sendero de sus diatribas cruza gran parte de la sociedad argentina azotada y asolada por un conflicto que no “le perteneció en forma directa” hasta que le vaciaron las góndolas, la dejaron sin transporte y sin trabajo.
Algo pasa evidentemente. Si el tema quedara reducido solo a un problema de renta extraordinaria de ningún modo se hubiese extendido al resto del estrato social, esto está claro y a la vista.
El movimiento que sigue en este juego culposo, lo tiene el Congreso Nacional hoy sometido a una presión sistemática y abominable que le resta capacidad de independencia y lo llena de condicionantes.
En su totalidad, las miradas recaen en la Cámara de Diputados, debido a que el paso del proyecto del kirchnerismo por el Senado se considera un mero trámite de adhesión. De pronto la Cámara Baja se ha vuelto inmersa en un fragor impensado y ha puesto a la mayoría de sus integrantes bajo la mirada social. Pero también, en la perspectiva de gobernadores, intendentes y presidentes de junta de gobierno que reclaman menos obsecuencia con el gobierno nacional y más compromiso con el parroquiano de la zona que los votó. Acaso, en muchas de las circunstancias sea esta misma gente la que hoy vive la realidad cotidiana en cada uno de los escenarios en forma directa y en trato casi personal y no a tantos kilómetros de los hechos, como ocurre con los legisladores nacionales.
Encerrados en el corral
Todos los legisladores oficialistas están en un gran brete: por un lado cómo hacer para conformar al campo al que le adjudican cierto grado de razonabilidad en su reclamo; y, por el otro, cómo vivir políticamente y no morir en el intento luego de desobedecer al matrimonio presidencial si así lo decidiesen.
Quien piense que en el Congreso se termina el conflicto se equivoca, por el contrario, la Argentina comenzará a vivir de una manera diferente. El Parlamento no podrá dejar conformes a todos. Los cambios que pueden sobrevolar a la crisis no sirven, ni tendrán demasiada valoración en la gente que ya sabe quién es quién y cómo se maneja cada uno de los protagonistas. La diferencia radica en que los personajes del campo volverán a sus chacras y muchos de ellos al anonimato. En cambio, la tropa contraria seguirá gobernando el país por tres años y medio más con una profunda crisis en su credibilidad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)