
Por Oliva Taleb
(especial para ANALISIS DIGITAL)
Resulta absurdo que muchas veces quienes las pronuncian tienen la posibilidad de estar abrigados, de tomar algo caliente, disfrutando de una película, de la lectura de un libro cerca de una estufa, o simplemente optan por una siesta con frazadas apiladas. Si uno piensa más allá de sí mismo, podría preguntarse si la ha escuchado de boca de aquellos que en verdad sufren la crueldad del frío callejero, o en hogares donde las brasas o el kerosén representan la única esperanza de paliarlo, enfrentando así, con tan poco, con casi “nada”, el desafío de tolerarlo. Por el contrario puede vérselos sentados a la siesta aprovechando el sol cuando asoma tímidamente. No es poesía llamarlo “poncho de los pobres”. ¡Para qué recordar los zaguanes que por las noches son el hogar de los sin hogar! Triste realidad que no logra despertar las mentes de los responsables de la deuda interna sin monitoreo de organismos internacionales.
Ella tiene fresca en su memoria la reacción de su padre, ante la frase dicha, -cuándo no- por un ministro de economía anunciando medidas de ajuste “Hay que pasar el invierno”… A la distancia, podría preguntarse, si era sólo un buen argumento para señalarlo como responsable de la debacle económica, con la esperanza de que llegada la primavera, la economía habría encontrado el primario concepto de “satisfacer las necesidades”… Lo cierto es que el padre no la vivió con menos tristeza y menor crueldad, que haber escuchado “sangre,
sudor y lágrimas” cuando dijera Churchill a los suyos al decidir combatir por aire, por tierra, por mar... No es descabellado pensar que alguien barajó frases célebres y reformulara, recreara alguna, tiempo atrás, al pronosticar un segundo semestre sin necesidad de ajustarse el cinturón… Dijeron “el próximo semestre”, lo que llevaría a decirles “ya pasó, ergo, mintieron”, o si obviaron especificar el año, bien cabría decirles... que la omisión también es una mentira, no hay piedad que justifiquen la mentira ni la omisión….
Hay que echar mano a la voluntad, a la empatía, para comprender a quien las dice, sin medir las consecuencias que producen. Sobre todo, por los que las sufren. Que no son por supuesto los que se quejan del frío con estufa, o del calor con ventilador o aire acondicionado. Es por los que pasan frío, hambre, en serio. Los pobres. De pobreza material absoluta. Los cientos de miles que conforman gravosos índices de indigencia… Los que no recibirán un céntimo de dólar de los que ingresen, para dejar de serlo. A ellos, sólo a ellos. les deben estar agradecidos los que mienten. Los que sin leer, saben que están en la letra chica de los acuerdos. Que son sus protagonistas. Actores principales de una película que se viene filmando, hace décadas, con lamentables directores, ninguno candidato al Oscar, por supuesto. Actores que conocen de memoria la letra… “Los salarios tienen permiso para crecer hasta un 15 %, la energía, los combustibles cuando les plazca”… Los que piden explicaciones por los subsidios recibidos sin las inversiones mínimas que los justificaran, rápidamente quedan excluidos.
Hay que pasar el invierno, por supuesto… sin detestarlo. Sin odiarlo… Ninguna estación del año merece distraerse con injustos reproches. Vivirlo… Vacunados contra la gripe, la neumonía. Protegerse por supuesto, sin ninguna duda… Pero hay otros que no dudan en un refuerzo. Que no trae contraindicaciones. Un remedio casero que se comparte tan sólo un día, un instante, por la mañana, tarde o noche, con la familia, con los vecinos. Con el que se enteró, tocó timbre y entró. Un remedio, desagradable como pocos, pero que nadie se atreve a desairar. De boca en boca, de generación en generación lo ha sostenido la fe. No la ciencia. Es “el” remedio, para que no te “lleve” agosto. Una copita de caña con ruda, fondo blanco, para estar de pie, el próximo invierno. A pesar de ellos...