Abel Pintos enamoró a Gualeguaychú y llenó el estadio de Juventud Unida

(de ANALISIS DIGITAL, desde Gualeguaychú)

Abel Pintos está en su mejor momento. Lo sigue gente de una franja de edad que va desde los 17 hasta los 50 años; casi todos conocen sus canciones y no se privan de cantarlas en el recital y festejan cada una de sus poses sobre el escenario, en esa mezcla de cantante y aprendiz de bailarín clásico que quiere mostrar, en el complejo manejo de su desgarbada figura. Llegó poco antes del mediodía de ayer a Gualeguaychú y dejó demostrado que no es un muchacho que anda posando y se muestra de otra manera horas después. “Para nosotros unos sanguchitos, agua y algunas gaseosas; así estará bien”, le dijo a los organizadores, cuando fue a probar sonido al Club Juventud Unida y le prepararon una especie de living en un sector de la escuela ubicada en el mismo predio, para esperar el recital.

El cantautor nacido en el sur de la provincia de Buenos Aires subió al escenario cerca de las 22.15 y realizó un recital intenso que se extendió hasta cerca de la medianoche, en un estadio repleto, donde no entraba nadie más y hasta quedó gente afuera, porque a un determinado horario se optó por no vender más entradas y así también preservar la seguridad del lugar. En ese lapso, desarrolló un ajustado y medido recital, junto a su afinada banda que comandan los violeros Ariel Pintos (su hermano) y Marcelo Predacino.

Siempre acompañado por el público preferentemente joven, que cantaba con él cada una de las canciones, al punto tal que Pintos en varias instancias se detenía, para escuchar su melodía en los espectadores. Hizo las nuevas versiones de sus clásicos grabados en el álbum en vivo "Sueño dorado" y otros de su más reciente disco de estudio, "Revolución". Incluso, anticipó algunos de los temas –ya conocidos por su difusión- que comenzará a grabar entre marzo y agosto –después de un periplo de 50 recitales- y que verá la luz en un nuevo cd, en el mes de octubre.

Cantó y cantó. Unicamente se detuvo para agradecer a la gente, a los organizadores, habló del valor de “Dios, de la virgen y de la vida para quienes no creen” y pidió aplausos no sólo para sus músicos, sino también para cada uno de los que trabajan a su alrededor en estos viajes, que totalizan cerca de 20. Se fue del escenario para tomar un respiro, cambiarse la camisa por una remera oscura y regresó para cantar El Antigal, ese tema maravilloso que arranca a capella, ante el silencio respetuoso de la gente y que nadie se animaría a cantar entre nuestros artistas, por los tonos a los que únicamente llega Pintos con esa voz maravillosa que pone la piel de gallina cada vez que lo interpreta. “Haré una más”, dijo después de cantar ese himno de Ariel Petrocelli, Daniel Toro y Lito Nieva, ex integrante de Los Nombradores. Y lo cumplió a rajatablas.

Pero nadie pidió más. Con El Antigal fue suficiente. Ni siquiera era necesaria esa última canción. Es el himno de Pintos, con todo ese sentimiento y corazón que deja de manifiesto en el escenario. El sello de un cantante que sigue creciendo; que demuestra en cada recital que es una marca de renovación que le hacía falta al folklore. Que alcanza y sobra con la pasión y la sencillez. No es necesaria tanta pose. Y Abel Pintos lo sintetiza.

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