El sacerdote entrerriano que ofrendó su vida por la justicia y los derechos humanos

Por Manuel Lazo
(especial para ANALISIS DIGITAL)

El sacerdote, que solía pernoctar en una casa que alquilaban junto a otros integrantes de la congregación, no apareció y nadie sabía donde se encontraba. Los otros asuncionistas estudiaban teología en el Colegio Máximo de San Miguel, perteneciente a la Compañía de Jesús, ubicada a pocas cuadras donde ocurrieron los hechos. Ellos se llevaron la peor parte del cruel operativo, principalmente los hermanos Carlos Antonio Di Pietro y Raúl Eduardo Rodríguez, quienes fueron golpeados y torturados. Algunos dicen que también les dispararon, y que fueron envueltos en frazadas y subidos a uno de los vehículos que participaba del operativo y retirados del lugar.

Los dos asuncionistas habían trabajado con jóvenes de Acción Católica en las villas del norte del Gran Buenos Aires y en misiones en el interior del país. Lo cierto es que los religiosos no salieron muertos del lugar el día del procedimiento, pues a las 11.45 el superior de la Congregación de los asuncionistas recibió un llamado telefónico de Di Pietro, quien le preguntó por el padre Adur. "Recibimos un telegrama para él y se lo tenemos que entregar", dijo la voz quebrada del seminarista. El superior se extrañó de la llamada, y de inmediato recogió alguna información y se enteró de lo que ocurrió horas antes. De inmediato se comunicó con monseñor Menéndez, obispo de San Martín, bajo cuya órbita se encontraba el barrio afectado, para informarle de lo sucedido. Por su parte el mismo superior presentó un recurso de hábeas Corpus en el Juzgado Federal 3 de San Martín a favor de Di Pietro y Rodríguez. El texto fue presentado ante el Ministerio de Defensa y la Policía Federal, y ésta última respondió que Rodríguez no se encontraba en dependencias de la institución.

La misma madrugada, fue secuestrado y asesinado el seminarista obrero Juan Ignacio Isla Casares, de la parroquia Nuestra Señora de la Unidad de Olivos. Otros integrantes de la misma comunidad, y que colaboraban en el barrio Manuelita, fueron secuestrados aquella misma jornada, y tampoco volvieron a aparecer. Algunos se relacionaban con la Fraternidad del Evangelio, mientras que otros eran de la Juventud Independiente Cristiana (J.I.C.) Entre los desaparecidos de aquella jornada se encuentran María Fernanda Noguer (San Isidro), José Villar, Alejandro Sackman, Esteban Garat (Vicente López), Valeria Dixon de Garat (Vicente López) y Roberto van Gelderen.

Era evidente que el cerco intentaba cerrarse sobre el cura Adur, quien además era el superior de la congregación, pero el sacerdote logró eludir a sus captores en varias oportunidades, manteniéndose en la clandestinidad, hasta lograr salir del país..

Las Misas del Padre Jorge.

El padre Jorge hacía las misas abiertas, y desde cualquier rincón se podía orar en común con el resto. Las homilías eran muy reflexivas, con comparaciones con la actualidad, es decir que actualizaba la proclama del Evangelio. De hecho Jesús hacía eso: enseñaba a través de las parábolas. El padre Jorge las utilizaba en analogías con la actualidad que la gente de ese tiempo entendía. Les hablaba de la oveja perdida, del germen de trigo, del hijo pródigo, todo en un lenguaje sencillo pero sin negarle profundidad.

Según relató Kelo Ahumada, militante de la Juventud Peronista de Buenos Aires que frecuentaba al Padre Jorge Adur, “el Sacerdote era muy popular en el barrio, y tenía mucho que ver el trabajo social que él hacía. La casa de los seminaristas era muy abierta ya que todos los días, y no solo los fines de semana, había chicos del barrio que charlaban con los asuncionistas. En muchos de esos encuentros venía gente de San Isidro, de otros lugares, y los traía Jorge. La idea de él era que nos relacionáramos, que compartiéramos experiencias, que conociéramos distintas vivencias. La casa era sencilla, dos habitaciones, un living, una cocina comedor, y habían hecho un altar chiquito para el misal, y al fondo un depósito, que era lavadero y lo hicieron pieza, es decir que cumplía esas tres funciones. El comedorcito era amplio, y se usaba para que los jóvenes se juntaran..

Adur, Spinetta y Almendra

En una publicación del diario La Hoja de San Miguel, se revela que “en 1968 el cura Jorge Adur, luego de predicar el retiro para alumnos del colegio San Román, fue abordado por dos adolescentes que le pidieron un libro de espiritualidad. Los jóvenes eran Luis Alberto Spinetta y Emilio del Guercio, quienes cursaban el mismo año, se sentaban en el mismo banco y compartían los mismos intereses por la música, la poesía, la literatura y estaban entusiasmados con armar una banda de rock, que con el tiempo se llamaría Almendra. El sacerdote, que pertenecía a la congregación de los asuncionistas, influía notablemente en la vida espiritual del colegio, ubicado en Capital Federal. También sería importante su influencia en la de la parroquia Nuestra Señora de la Unidad de Olivos, al norte del Gran Buenos Aires, y en el barrio Manuelita, de General Sarmiento”. La prédica del Padre Jorge Adur entre pobres y militantes lo llevaron a convertirse en un auténtico líder social.

El cura entrerriano ordenado durante los primeros años de la década del '60, abrazó la opción por los pobres, como pidió la Iglesia en el encuentro de los obispos católicos del Celam en Medellín, con la presencia de Paulo VI.

También participó del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, y en septiembre de 1970 estuvo presente en el funeral de los primeros militantes muertos en un enfrentamiento con la policía: Carlos Gustavo Ramus y Fernando Abal Medina.

Durante la misa exequial, concelebrada por los tercermundistas Jorge Adur y Jorge Vernazza en la parroquia de San Francisco Solano, el que predicó la homilía fue el padre Carlos Mujica, amigo de los muertos, con quienes compartió retiros y trabajos de misión en el interior del país. Mujica y el antiguo confesor de Eva Perón, el padre Hernán Benítez, también presente en la misa, fueron arrestados por unas horas bajo el cargo de apología del crimen.

Adur organizaba reuniones en su parroquia de la diócesis de San Isidro, y en más de una oportunidad dio refugio a militantes que estaban en la clandestinidad. Muchos de los jóvenes que se inscribían en los cursos prematrimoniales, luego utilizaban el espacio para las discusiones políticas, situación que a monseñor Justo Laguna no le caía nada bien.

En 1976, luego del golpe de Estado, fue buscado intensamente por los grupos de tareas. El operativo más sangriento se llevó a cabo durante el 4 de junio de ese mismo año, con la desaparición de casi diez integrantes de la comunidad parroquial, entre ellos dos hermanos asuncionistas que fueron secuestrados de su casa en el barrio Manuelita de San Miguel .Jorge Adur logró huir, exiliarse y radicarse en Francia. Con la experiencia de ser perseguido, de ver morir a sus más allegados y ser exiliado, el sacerdote asumió un compromiso mayor con la militancia.

La opción por los pobres.

En una carta, el padre Jorge Adur puso de manifiesto su decidido compromiso con la militancia social desalentando cualquier posibilidad de abandonar los hábitos como consecuencia de las persecuciones y amenazas a las que era sometido y a pesar de estar en riesgo su propia vida. Con admirable coraje sostuvo: “He vivido 17 años de sacerdocio sin descansos, con los pobres y los ricos, con los oprimidos y los sin voz y por esa razón hoy les anuncio con alegría que continuaré junto a los que amo, asumiendo el desafío de la hora histórica, difícil prueba para nuestro pueblo, pero seguro camino para la pacificación y la libertad. Desde la Iglesia a quien todo le debo y por la cual todo lo he perdido, comparto los destinos de los hombres que viven y mueren por los grandes intereses del pueblo. Con el convencimiento de que todo se orienta a la instauración de una paz basada en la justicia y la verdad, quiero saludar a todos los que de una manera o de otra, resisten a la sangrienta dictadura militar. En especial a los prisioneros del régimen, hombres y mujeres responsables de su misión histórica, sin olvidar particularmente a los familiares muertos, presos y desaparecidos. Con este abrazo va la certeza de la victoria final".

El sacerdote Jorge Adur decide tiempo después intentar una entrevista con el Papa Juan Pablo II durante su visita pastoral a Brasil, en julio de 1980.
Adur llega a Brasil, desconociendo la existencia del Plan Cóndor, a través del cual las Fuerzas Armadas de algunos países de América Latina intercambiaban información y realizaban operativos conjuntos. El cura fue secuestrado, sin lograr entrevistarse con el Papa, y la Conferencia Episcopal Brasileña denunció el hecho a las autoridades, pero Adur jamás volvió a aparecer.

El cura en Manuelita

En un trabajo de investigación sobre la vida del sacerdote entrerriano, los periodistas bonaerenses Alfredo Sayus y Fabián Domínguez hicieron conocer un testimonio sobre el trabajo pastoral de los Asuncionistas. En la crónica periodística se destaca la palabra de Haydée Escobares, a quien Adur la casó en la capilla del barrio. "El padre Jorge Adur compró una casita sobre la calle Balcarce, cerca de la plaza de Manuelita. Vino con otros muchachos que eran diáconos, Raúl y Carlos, que cuando le allanaron la casa los mataron. Eran seminaristas o diáconos, estaban con Jorge pero no eran militantes. Con ellos estaba Luis Ramón, que vive porque en el momento del allanamiento no estaba en la casa. El trabajo que hacían era atender la capilla, daban la misa, la capilla todavía no estaba terminada, y Carlitos y Raúl trabajaban con la juventud. Cuando nosotros empezamos a militar veníamos de la Acción Católica, entramos a la JP y al tiempo me casé, y fue el padre Jorge el que nos casó, mi marido no era militante. Digamos que el trabajo del cura era barrial, similar al del padre Mujica, pero además se manejaba en otro nivel porque era un tipo importante en la organización, un ideólogo. No estaba todo el tiempo en el barrio, aquí hacía el trabajo de la capilla, pero afuera tenía otro tipo de reuniones, incluso a nivel internacional", explicó.

Según el testimonio de “Kelo” Ahumada, eran pocos los que conocían de la militancia política de Adur, y los pocos que lo sabían era porque tenían contactos aceitados con la Columna Norte de la JP. "Eramos muy pocos los que sabíamos que él era militante,no más de dos o tres de los que estábamos en el barrio. Los contactos que teníamos con Zona Norte nos permitió saber de la actividad del padre, pero más allá de eso era muy difícil sospechar algo porque él en Manuelita hizo un trabajo exclusivamente pastoral y no político.".

Las versiones sobre cómo fue tomado prisionero el sacerdote son disímiles y no existe una versión única, aunque se asegura que el sacerdote fue detenido tras cruzar el puente Paso de los Libres/ Uruguayana, en la frontera con Brasil, durante un operativo conjunto de las fuerzas binacionales en el marco del Plan Cóndor. La periodista Adriana La Rotta, sostuvo en una nota en La Nación que el Movimiento de Derechos Humanos de Porto Alegre informó que el sacerdote desapareció en territorio brasileño, el 26 de junio de 1980, cuando se desplazaba en un colectivo de Buenos Aires a Porto Alegre. Esa información motivó que el gobierno brasileño, durante el mandato de Fernando Henrique Cardozo, gestionara la entrega de indemnizaciones a tres argentinos desaparecidos en su territorio a saber: Jorge Adur, Norberto Habbeger y Enrique Ruggia.

Uno de los testimonios más conmovedores sobre las últimas horas de vida del Cura Jorge Adur fue el que dio Silvia Tolchinsky ante el juez Claudio Bonadío, en la investigación por la desaparición de militantes Montoneros durante la contraofensiva. La mujer, que igual que Adur estaba en el exilio, regresó al país en marzo de 1980 y cuando seis meses más tarde quiso volver a salir fue secuestrada en Mendoza, desde donde la trasladaron a una quinta en las cercanías de Campo de Mayo. En ese lugar dijo haber visto al militante Lorenzo Viñas y dice que escuchó los gritos bajo tortura del padre Jorge Adur. Al finalizar noviembre fue llevada a otra casa, también cerca de la guarnición militar, pero ya no vio ni a Viñas ni a Jorge Adur.

Una carta desde Chile

ANALISIS DIGITAL pudo acceder a una carta que el sacerdote Jorge Adur envió desde Las Condes, Santiago de Chile a una amiga que reside aún en Entre Ríos. La correspondencia está fechada el 28 de febrero de 1957 y en ella, el Cura ya evidenciaba su preocupación por la situación de nuestro País, al tiempo que ponía de manifiesto que su compromiso con la justicia y los derechos humanos habitaban en él desde siempre. “Son tiempos difíciles en el que el hombre tiene que jugar un papel comprometedor y necesario en la política, y la mujer no debe sino seguir la brecha del brazo fuerte y frente a esto, que es grave de por si, se encuentra otro deber ineludible: salvaguardar la vida. Es la hora del heroísmo, es la hora de la palabra difícil…”

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