En Villaguay, Puiggari debió enfrentar reclamos de fieles y de víctimas de abuso

Por J.C. desde Villaguay,
especial para ANÁLISIS DIGITAL

El presbítero se extendió en un soliloquio de explicaciones confusas sobre lo sucedido en el caso Illaraz y algo agregó del caso Moya, extendiéndose en detalles legales y sobre todo poniendo el acento en el rol de los clérigos en el asunto. Desde un lugar meramente técnico habló a su gente sobre un caso de abuso sexual infantil. Le echó la culpa a los medios, habló de las supuestas mentiras que manchan la buena reputación de la institución eclesiástica, trató de limpiar la “imagen” de los sacerdotes y profundizó la idea de que “se quiere atacar a la Iglesia”.

Monseñor estaba seguro de que serían convincentes sus argumentos, que sus “ovejas” aceptarían sin chistar sus falacias. Sin embargo, las voces empezaron a romper el silencio. Voces de mujeres y hombres que le pidieron explicaciones serias, que le argumentaron con la propia palabra de Jesús y que no se callaron ante la autoridad. “La verdad nos hará libres” dijo una mujer, mirándolo a los ojos, recordándole que la comunidad necesita sinceridad. “Usted dijo que eran tres casos, y que los medios habían dicho que eran 50. Y yo me pregunto ¿hay diferencia? Yo creo que no” agregó, haciendo alusión a un comentario del cura que minimizaba los abusos por la poca cantidad de víctimas. “No hay que ocultar, digamos la verdad: a nosotros, que somos Iglesia, que sepamos la verdad” le pidió.

Lo que tampoco supuso el señor Puiggari, es que allí también estaban las víctimas y sus familias, acompañándolos, para mirarlo a los ojos y pedirle justicia. Ese hombre de sotana pálida, jamás imaginó que una madre le diría “mentiroso” en su propia cara, porque nunca (en estos seis meses desde que se inició la causa) algún representante de la Iglesia se acercó a las familias, a brindar apoyo moral y contención espiritual, como lo había prometido en un comunicado oficial. Esa madre, rompió el silencio hipócrita que nos envuelve como sociedad, y que nos pide discreción en lugar de justicia. Y esa madre le habló de igual a igual: “¿usted entiende el dolor de madre de una víctima? No, porque ni siquiera se acercó. Toda mi familia y yo fuimos parte de esta Iglesia, mi hijo fue parte de esta Iglesia y le troncharon la vida. ¿A usted le pueden quedar dudas…. Usted todavía puede ocultar? Es hora de que corramos los velos. Francisco dijo hagan bulla, denuncien. No silencio, señor Puiggari, no más silencio”, y entre otras cosas agregó “no se lo pido como monseñor, le estoy hablando como a un hermano más, no mienta”.

Pocas palabras le habían quedado de su discurso inicial al monseñor. De pronto algunos velos empezaron a caerse, de pronto no había respuestas pensadas para enfrentar esa verdad.

“Los que fueron abusados fueron citados varias veces, y ellos prefirieron no ir” aseguró Puiggari, deslindándose de responsabilidades y culpas, creyendo encontrar un argumento que respalde su cobardía. Lo que tampoco tuvo en cuenta, fue que junto a esa madre, estaba el hijo: aquel niño que fue abusado hace más de 20 años, hoy un hombre que ya no tiene miedo de hablar. Este hombre lo miró directo a los ojos. Y habló.

“A mí se me acercaron desde el tecnicismo de la investigación de la Iglesia, a mí nadie me preguntó ni como estaba ni si había sufrido o no… se me dijo que tenía la oportunidad de declarar con respecto al `asunto´ con el padre Moya, se habló de asunto… pero nunca me acercó el corazón”. Le habló al sacerdote directamente, reflejándole el coraje del cual él, pastor de la iglesia, carece: “lo escuché hablar a usted con la voz bastante quebrada… y creo que esa cuestión nerviosa que tiene es porque usted en el fondo sabe lo que esconde… la justicia en algún momento lo va a dar a luz y usted también va a recibir condena, de eso estoy más que seguro”. Inmediatamente, se levantó y le habló a la comunidad presente: “Yo fui abusado por el padre Moya. La iglesia de la cual formé parte y estuve mucho tiempo acá adentro… yo me fui a raíz de un abuso”.

Luego puso varios puntos en claro, relacionados a los casos Illaraz y Moya, develando el discurso falaz del monseñor con respecto a la veracidad de los hechos y la falta de compromiso real por parte de la Iglesia por conocer la verdad. “Simplemente, para dejarles en claro… a los que tienen hijos, sobrinos: el tema de los abusos no pasa sólo dentro de la Iglesia, pasa en todos los contextos… y daña, daña un montón”. Recordó también que el sacerdote tuvo en sus manos una carta enviada por el (ex) cura José Carlos Wendler, donde se denunciaba ante el clero los hechos de abuso perpetrados por Moya y que conocía lo que sucedía.
“Ante la justicia real esto se va a saber, y creo que todos sabemos que muchas cosas se tapan, hay mucha careta, mucha cosa por mostrar, mucha investidura pero por detrás, hay mucho ocultamiento. Usted sabe que yo estoy diciendo la verdad: hoy lo puedo soltar, lo puedo decir. Cuiden a los pibes, cuiden a los pibes de la Iglesia. Yo fui monaguillo, fui abanderado, fui un pibe que se portó bien y caí en las manos de este `guía espiritual´. Pasa en todos lados, pasa en el club, pero en la Iglesia yo les doy fe que en la Iglesia hay abuso de menores”, finalizó.

La charla continuó con un clima tenso: varios fieles tomaron la palabra, para reforzar el pedido de justicia y verdad. Y recordando también que el padre José Pepe Doumoulin tuvo que abandonar su cargo sin haber logrado algún tipo de diálogo con su superior, que incluso fueron testigos que sus mensajes no eran respondidos por el propio Puiggari. “Las víctimas hoy hablan porque hubo un sacerdote que los escuchó, y no sólo eso: hubo una comunidad que los apoyó. Porque en la balsa de Cristo muchos se quedaron sabiendo que estaba Cristo, pero en esta balsa muchos abandonaron la barca y se fueron ante la tormenta, muchos roedores se fueron de acá, y muchos otros masticaron las cuerdas para que esto se hunda. Y lamentablemente, esto sucedió porque la Iglesia se ha encargado de toda la vida de ir tapando” expresó uno de los integrantes de la asamblea. Hubo planteos de situaciones concretas que dejaron al descubierto la clara hipocresía de los la cúpula eclesiástica (que incluyó una denuncia de abuso), voces de los feligreses que le exigían al representante del Arzobispado respuestas verdaderas.

Durante un largo rato, el obispo continuó escuchando a su comunidad, sin muchas más respuestas. Sólo excusas poco sólidas, argumentos sin respaldo. “Bueno, si ustedes no me creen, yo no puedo hacer nada” respondió ante quienes le llamaban mentiroso.

Las víctimas y sus familiares que acompañaban se retiraron antes de que finalizara la reunión, así como muchos otros fieles que, lentamente, fueron yéndose del recinto. Las conversaciones y temáticas se fueron mezclando, pero algunas cosas claras quedaron. Una de ellas, sin dudas, es que el silencio no es tan fácil de comprar, cuando todavía existen hombres y mujeres que sueltan el miedo, y se arriesgan a seguir luchando por la Justicia. Este camino recién empieza.

La palabra del cura Pepe

Consultado por ANALISIS DIGITAL sobre lo que opinaba respecto a las declaraciones del obispo en Villaguay y el cruce de palabras que hubo con los fieles, el cura Pepe expresó: “Lo que más me duele cuando leo estas cosas es que seguimos poniendo la mirada en otro lado. Predicamos sobre la misericordia en este año pero la realidad va por otro. Nada concreto en el acompañamiento a las víctimas. Sin justicia y sin verdad no se puede vivir. Son los pilares sobre los que se sustenta la caridad que no es tal si no las tiene en cuenta”.

Foto archivo.

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