
En rigor, los obispos nunca cejaron en ese empeño con una cadena de declaraciones y gestos ya desde los tiempos de la campaña electoral, cuando advertían que el nuevo gobierno no iba a contar con mayoría en el Congreso y que los desafíos, por su magnitud, no podrían ser afrontados con eficacia sólo por los nuevos moradores de la Casa Rosada. Y si bien inicialmente el Gobierno de Mauricio Macri contempló esa idea, luego la descartó, acaso porque temió poner en duda su flamante poder y se tuvo fe.
El último en pronunciarse en ese sentido fue esta semana el obispo de Santo Tomé, Hugo Santiago, quien recurrió a un severo llamado de atención: “Por experiencia sabemos que cuando empieza a haber mucha gente excluida, viene la violencia, el aumento de la droga; empiezan con los delitos menores y los problemas… todo el mundo está notando esta problemática y sabe que hay que trabajar en la inclusión. Ojalá dejemos los intereses personales y sectoriales y pensemos en el bien común”, afirmó.
Monseñor Santiago no se quedó en el terreno discursivo. Mostró como ejemplo de un camino que, a su juicio, debería seguirse a nivel nacional el Acuerdo-Compromiso que dirigentes políticos y sociales de la provincia suscribieron recientemente en Yapeyú. Allí, entre otras cosas, se proponen luchar juntos contra la pobreza y la exclusión, trabajar por la generación de empleo digno, combatir la corrupción, impulsar la educación y procurar el acceso universal a la salud y al agua potable.
El gesto fue una réplica a nivel provincial del Acta-Compromiso “Una casa fraterna y solidaria” que dirigentes políticos nacionales de diversas extracciones -entre ellos, la vicepresidenta Gabriela Michetti- firmaron el 18 de junio en la Casa de Tucumán, en el marco del Congreso Eucarístico Nacional. En diócesis como la de 9 de Julio, en la provincia de Buenos Aires, hubo gestos similares. Ya antes, intendentes bonaerenses habían suscripto el Pacto de San Antonio de Padua, alentados por la Iglesia.
Una de las voces más empinadas de la Iglesia, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, había dicho en el tedeum del 25 de Mayo: “(Señor) danos coraje para crear espacios y mesas donde podamos compartir la sabiduría del diálogo, donde las ideas superen a las ideologías y donde nadie se levante hasta encontrar acuerdos razonables y duraderos, de los que dependen tantas vidas, proyectos y sueños; tantas nobles instituciones que le dan sentido y fortaleza a la Nación que nos merecemos”.
Más recientemente, el 8 de agosto, durante el Encuentro Repensando la Política que la comisión de Pastoral Social del Episcopado organizó en el Congreso de la Nación, el obispo Jorge Casaretto cerró su alocución con preguntas cuyas respuestas quizá permitan dilucidar si la propuesta de la Iglesia tiene futuro: “¿Estamos en la Argentina ante la necesidad de un nuevo pacto social? Un pacto social para un gobierno, ¿qué es? ¿Es un signo de debilidad o un signo de grandeza?”.