Jorge Riani
En el Consejo General de Educación quedan cinco cargos de coordinadores que, según el presidente Jorge Kerz, no son otra cosa que generadores de sueldos de funcionarios si ninguna prestación laboral. Cuando aún no se ha disipado la tensa situación que generó su amague de renuncia, el funcionario se dispone a dar de baja esos paquetes de salarios, uno de los cuales está en manos del secretario gremial de ATE, Víctor Grandoli. El gremialista ha prometido dar batalla para defender como sindicalista su cargo de funcionario, a la vez que lanzó una advertencia: Kerz deberá irse si mantiene su idea. Lo mismo le había dicho hace dos años a Felipe Ascúa, para después terminar despedido. Quienes conocen al actual presidente, aseguran que dará la pelea hasta las últimas consecuencias, aunque genere temblores y turbulencias en el área más sensible que depende del ministro y candidato a gobernador Sergio Urribarri.
Hubo negros nubarrones y se disiparon al calor de un sol de campaña. La tormenta siguió de largo con su andar amenazante hasta disipar el alerta inmediato. De tal modo se vivió en la primera fila del oficialismo la posibilidad de renuncia del presidente del Consejo General de Educación (CGE), Jorge Kerz. No obstante, hay quienes aconsejan no apartar la mirada del cielo para advertir si las nubes hacen su aparición nuevamente, de modo que el temporal no tome de sorpresa. Nada ha ocurrido tan determinante para que las posibilidades de renuncias no vuelvan a ser lanzadas.
Hay que recordar que hace dos semanas, ANALISIS daba cuenta de que el titular del área educativa evaluaba su alejamiento si no conseguía el respaldo político para conducir su gestión, al punto que envió una carta a la fiscal de Estado, Claudia Mizawak, para que ratificara sus poderes e interviniera el área Legal del CGE.
Durante las últimas horas se produjo un hecho que cualquier pronosticador basado en las sobradas observaciones empíricas no dejaría pasar sin evaluar su efecto. El secretario gremial de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), Víctor Grandoli, sentenció que Kerz deberá dejar el principal sillón del CGE si no estaba a lo que considera el gremialista, debe ser la altura de su cargo.
El punto es que el licenciado Kerz parece dispuesto a abrir otro frente de batalla si persiste en la idea de que cinco cargos de coordinadores sean borrados de la estructura administrativa del CGE. El argumento que encuentra el funcionario es que son simples fachadas de cargos que tienen asignados pagos de funcionarios y ninguna contraprestación por parte de los beneficiarios. Uno de los cargos está a nombre del mismísimo Grandoli, que en las planillas figura como coordinador de Talleres Industriales, donde alguna vez trabajó hasta los primeros años de la década del '90.
Según la óptica de la cabeza del CGE, la situación ha generado la modalidad de funcionarios-ñoquis. Hasta el momento, en su pretensión de borrar del gasto esas erogaciones, logró la mitad de su cometido. Eran 10 los coordinadores sin función pero con sueldos y ahora queda la mitad, merced a la reubicación de sus beneficiarios en otros cobijos del Estado.
Para otro análisis que escapa al objeto de esta nota queda el hecho de que un dirigente gremial sea funcionario del gobierno que ejerce el patronazgo en la relación laboral. En términos sin pretensión de originalidad se podría decir: estar de un lado y otro del mostrador. No es el único caso.
La advertencia del secretario gremial al presidente del CGE encuentra un antecedente muy claro en diciembre de 2004. La única variante era quién estaba al frente del área educativa en ese tiempo: el profesor Felipe Ascúa. Por aquellos días el gremialista bustista realizó una visita de respaldo al gobernador Jorge Busti, donde plasmó su adhesión a que se encare una reforma de Constitución con reelección.
Tras cantar la música que el mandatario esperaba escuchar, El Colorado se arrinconó a un tema de su particular interés. Concretamente, se quejó de la mala relación de algunos funcionarios con los empleados y por eso consideró que es necesario que renuncien.
El entonces vocal del CGE, Alejandro Richardet, había desplegado su política dura contra los cargos pagados y no cumplidos. Se reveló que había groseras irregularidades administrativas generando pagos millonarios que se perdían en los insondables recodos de la burocracia.
Pero en la volteada había críticas a los cargos en manos de los amigos de Grandoli y del mismo personaje gremial. La historia es conocida: Richardet se fue, y la partida del funcionario significó la transformación –lisa y llana- de Ascúa en una marioneta sin decisiones. El presidente conservó su cargo pero renunció al poder y la iniciativa, mientras que Grandoli siguió gozando de su sueldo de funcionario.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)