Informe especial: las vulnerabilidades del colectivo LGTBI

El colectivo LGTBI en Paraná como en cualquier ciudad de la provincia y del país, atraviesa diversas vulnerabilidades nacidas en el prejuicio y en la falta de la cultura de la diversidad.

El colectivo LGTBI en Paraná como en cualquier ciudad de la provincia y del país, atraviesa diversas vulnerabilidades nacidas en el prejuicio y en la falta de la cultura de la diversidad.

El transfemicidio de Lucía Mansilla “La Loba” de 37 años, registrado la semana pasada en su casa de calle Ameghino de Paraná, puso el foco -una vez más- en la situación de vulnerabilidad que vive el colectivo LGTBI (las siglas que designan colectivamente a Lesbianas, Gays, Bisexuales, personas Transgénero e Intersexuales), no solo en la capital provincial sino en toda la provincia y en el país, se expresó en un informe especial divulgado en el programa Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral).

Esta vulneración se da cotidianamente a pesar de que el 9 de mayo de 2012 se sancionó en Argentina la Ley N° 26.743 de Identidad de Género.

En la Municipalidad de Paraná se creó por Decreto en 2015 el Consejo Municipal de Diversidad Sexual que luego se transformó en ordenanza, comúnmente conocida como “de cupo laboral trans”, pero que en realidad establece en el ámbito de la capital provincial el desarrollo de un “Plan de Inclusión Integral y Acciones de Reparación a personas Travestis y Trans de la Ciudad de Paraná”.

Se trata de una iniciativa ambiciosa que plantea la implementación de programas de salud, educación, vivienda, trabajo y capacitaciones. También dispone que el uno por ciento de los puestos laborales deben insertar a personas trans y crea la Dirección de Diversidad Sexual y Géneros en el ámbito de la Secretaría General y de Derechos Humanos de la Municipalidad de Paraná.

Un año después –en 2016-, se sancionó en la Legislatura provincial la ley que creó el área de Políticas de Género e Identidad Sexual.

Lentamente, la legislación ha ido avanzando; pero en los hechos la población trans y travesti sigue siendo objeto de hechos de violencia y discriminación, y son víctimas de una profunda marginación que se sostiene en obstáculos estructurales para el acceso a derechos básicos como la educación, la salud, el trabajo, la justicia, la identidad y el derecho a una vida libre de violencia, entre otros.

Como resultado de esta discriminación estructural se estima que las personas trans y travestis tienen una expectativa de vida de 35 años en la Argentina, según el informe de la “Situación de los Derechos Humanos de las travestis y trans en la Argentina”, un trabajo realizado en octubre de 2018 por un importante grupo de entidades relacionadas al colectivo, se indicó en el programa Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral).

La provincia y la ciudad de Paraná no son ajenas a esta realidad y ejemplo de ello son las muertes de Jésica Benavidez, conocida como “La Nicky”, en enero de este año, y de Lucía Torres Mansilla, “La Loba”, asesinada la semana pasada en su casa de Paraná.

Su muerte se suma a las estadísticas que revelan más de 40 personas trans asesinadas de manera violenta en lo que va del 2019 en la Argentina.

 

Crímenes de Odio

 

Según el Informe del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio, en 2018 se registraron 147 crímenes de odio por orientación sexual, identidad y expresión de género, de los cuales el 64 por ciento corresponden a mujeres trans y el uno por ciento a varones trans.

En Paraná se realizó también un Relevamiento de Personas Trans con el fin de “recabar información sobre el colectivo LGBTIQ+ y, de esta manera, conocer sus condiciones de vida y sus características sociodemográficas”.

Se desarrolló en el segundo semestre de 2018 como prueba piloto a nivel nacional junto al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, representado por la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural; la Universidad Autónoma de Entre Ríos; el INADI y la Municipalidad de Paraná.

En el mismo se censaron 80 personas trans y travestis, lo cual obviamente no refleja la realidad del colectivo.

 

Testimonios de vida

 

Iara Quiroga pertenece a la Red Diversa Positiva; Ximena Monzón es del Frente Diversidad del Movimiento Evita y Nora Aracil es el alma mater del Refugio, un espacio de ayuda que está ubicado en el corazón del barrio El Sol de Paraná.

El programa Cuestión de Fondo (Canal 9 Litroal) dialogó con ellas, para aproximarse al umbral de una vida que ha sido marcada por la discriminación, pero también la violencia concreta y la simbólica.

 

* El colectivo: “En la comunidad están las que están más expuestas. Están las que tratan de no ser tan visibles; y también hay diferencias sociales; hay de todo un poco. Se puede decir que no hay consolidada una unión por esas mismas diferencias de clases que tenemos las compañeras. Y en otras ocasiones, a raíz de eso se viven otras consecuencias o conflictos en la misma comunidad. Es algo feo pero real y existe aquí y en todos lados”, describió Iara Quiroga.

 

* La discriminación, moneda corriente: “Vivimos en una sociedad discriminadora y racista; más allá de que muchas veces dentro del colectivo tomamos esos insultos para reivindicarnos. Y tenemos una discriminación cotidiana y sobre naturalizada desde nuestras personas, porque nos acostumbramos a vivir discriminadas. Y por ahí no nos damos cuenta que hay cosas que nos afectan más de lo que nosotras creemos, porque tampoco lo tenemos tan asumido”, reconoció Iara Quiroga.

Con respecto a la sociedad, ella sostiene “que ha cambiado poco y nada y las trava, las travestis y las trans, somos personas que no pasamos desapercibidas. Somos personas que, al poner el pie en la vereda de nuestras casas, ya está todo el mundo controlándonos como si fuéramos unos bichos raros o cualquier cosa. Están continuamente persiguiéndonos con sus miradas. Muchas veces son miradas malas, casi siempre en un constante murmullo y con muchos prejuicios. Creo que la sociedad sigue muy cerrada y sigue como queriéndose meter en nuestra sexualidad. Por ejemplo, si vamos a un negocio con una calza ya vamos a buscar machos. Si vamos a otro lado y nos ponemos un short nos pasa algo similar. Incluso me ha pasado de querer subir al colectivo de mini faldas y no me han dejado subir”, describió Iara Quiroga.

“Creo que hay un prejuicio muy grande socialmente. Porque no es lo mismo la vida que lleva una chica con la vida que llevamos nosotras. Capaz que ella hace algo y pasa desapercibida, pero si a esa misma acción la hacemos nosotras, por ser travestis ya somos prejuzgadas. Y eso, la verdad, duele mucho”.

“La vez pasada me crucé con dos tipos y uno me chistó y como no le respondí, me tiró con una piedra. Y así me han ocurrido muchas situaciones feas”, aporta su testimonio otra compañera que forma parte del diálogo.

“A mí me ha pasado de ir a un negocio y una señora grande que está atendiendo me dice: muchacho que está buscando. No se ubica, porque me está viendo vestida de mujer. Cuando me encuentro ante una situación así, se los planteo. Me pasó con el kiosquero de la esquina de mi casa, hasta que se acostumbró”, suma Ximena Monzón, que es parte del Frente Diversidad del Movimiento Evita.

 

* Violencia policial: “La Policía es una familia muy grande y por eso no podemos generalizar o englobar a todos, porque no son todos los mismos. Por ahí la guardia de hoy pasa y nos pregunta cómo estamos y al otro día puede haber otros que si pueden golpearnos nos golpean o nos maltratan. Esto también tiene una problemática bastante amplia, que hay que darle un tiempo y una dimensión a todo esto”, expresó Iara Quiroga, de la Red Diversa Positiva.

 

* La prostitución: salida laboral “segura”: “No nos dan un trabajo y nos cierran las puertas. Podemos tener estudios, estar capacitadas, pero igual nos cierran las puertas. La prostitución para la comunidad trans es la única salida laboral. Siempre digo lo mismo en casi todas las entrevistas, la prostitución es la única entrada económica que tiene una para poder subsistir. Mayormente se atraviesa la prostitución en la comunidad trans a partir de los 14-15 años que es la edad en que las compañeras manifiestan su deseo. Muchas veces están desamparadas por sus propias familias y otras eligen hacer su proceso fuera de su hogar”.

“Para una persona gay o lesbiana es más fácil conseguir trabajo. Pero, nosotros siendo travestis, mostrándonos cómo queremos ser, es muy difícil”, advierten.

 

* Los riesgos de trabajar en la calle: “El miedo que te lleven a un descampado y te dejen tirada. O que te lleven a un descampado y te esperen dos o tres. O por ahí te tocan despedidas de solteros, donde hay que ir a casa quintas donde los tipos están alcoholizados o drogados. Y una va porque es plata segura y seguramente en una noche no se la recaudaría”.

 

* Cupo laboral trans: “Es una estrategia fea que hicieron para que la comunidad siga peleando y esté en conflicto con el gobierno entrante. Desde que se aprobó la Ordenanza ninguna entró a trabajar. Y hay compañeras que estamos trabajando en el Municipio (de Paraná) pero fuera de esa Ordenanza. Esa norma salió porque la presentó una concejala, que luego no nos quiso dar quorum durante cuatro años que se lo veníamos pidiendo, aunque más no sea para que viera el proyecto de inclusión laboral trans. Ella nunca nos atendió y a meses de dejar su banca nos deja un proyecto, luego de cuatro años de habernos negado quorum”, criticó Iara Quiroga.

 

* El acceso a la educación y el problema de la inserción: “Particularmente dejé de estudiar hace muchos años y hace tres años los retomé. Voy a la universidad. No voy a decir ´por suerte´, porque me costó insertarme ahí. Hace tres años que voy a la Facultad y todavía me siento sapo de otro pozo”, confío Iara Quiroga.

Y con un claro manejo de la ironía, ella admitió que “la Facultad de Trabajo Social es una de las más inclusivas comparativamente con otras: ahí tenemos baños sin género, tenemos protocolos contra la violencia sexista”.

 

* “Me siento mujer”, la aceptación de la familia: “Decidí irme de mi casa cuando mi papá me dijo que su casa no era un circo para que me vistiera de mujer. Mi mamá y mis hermanos me aceptaban; pero mi papá aceptaba que fuera gay pero no quería que me vistiera de mujer. Y como todo eso generaba un conflicto, decidí irme. Estuve mucho tiempo sin regresar a mi casa, hasta que mi papá falleció. También decidí una vida lejos. Y eso a muchas les pasó lo mismo”, recordó Iara Quiroga.

“En mi caso, mis viejos se enteraron. Mi vieja fue la que apostó para que saliera adelante y ser lo que soy por mi vieja. Después tengo un hermano que es gay; una hermana que es lesbiana. Y agradezco la mente abierta que tiene mi vieja, que nos apoyó siempre”, aporta otra experiencia Ximena Monzón.

 

* “Sueño con que nos reconozcan como personas”: “Mi sueño capaz que es una utopía. Pero, sueño que nos reconozcan como personas. Solamente eso. Sin rótulos. Que no tengamos que poner el rótulo del gay, el puto, la torta, la travesti. No. No creo que pueda ver mi sueño porque soy una persona grande, pero igual sigo soñando con eso: de que seamos reconocidos como personas y en todo caso después se fijen en el resto, que en realidad no es nada. Primero persona y después sí soy”.

 

* El refugio: “En un momento de mi vida me quedo en la casa que fue de mi madre, gracias a la generosidad de mis hermanos que me permitieron quedarme para criar a dos hijos y con el abrazo del colectivo ´de los raros´. El departamento era grande y mi trabajo era entre la danza y otras cuestiones. Siempre había lugar para alguien que no tuviera dónde estar. En mi casa tenía lugar y a su vez yo tenía alguien que me pudiera abrazar y ayudarme a cuidar a los hijos, especialmente de noche cuando me tocaba ir a algún lugar a bailar”, recordó Nora Aracil los tiempos previos al “refugio”.

“En ese entonces no pensábamos en un refugio, hasta que un día llegó a nuestras vidas Iara Quiroga. Y en ese ejercicio de preguntarnos con qué soñamos cada una, ella compartió que soñaba con tener un refugio para mis compañeras. Y así hubo una acción política para que ese refugio sea un lugar y una ONG separada de la biblioteca. Hicimos un montón de acciones; Iara se acercó a Hebe de Bonafini y toda una movida que quedó en las fotografías. Pero, las chicas la escucharon y había un montón de personas que estaban en la calle y le empezaron a pedir dónde quedarse”.

“Así que la primera etapa fue en la Biblioteca y como eran muchas nos fuimos corriendo en la casa y fueron cada vez más. Y de ser una o dos pasaron a ser ocho. En realidad, me gustaría que no se necesitaran refugios o los comedores”, expresó Aracil.

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