
Dinámica de brazos y piernas, manejo de ritmos, hegemonía psicológica y golpes tan rápidos como certeros. Estos fueron los ingredientes del cóctel boxístico que Maravilla (50-2-2, 28 KOs) le dio a Chávez (46-1-1, 32 KOs) en los primeros tres rounds. El argentino bajó la guardia, manejó con su velocidad y magulló el rostro de su rival con su izquierda ascendente.
El mexicano, 11 años menor y cinco centímetros más alto, apostó a una mano que pudiera rescatarlo del laberinto donde lo introdujo su oponente. Sólo pudo hacerlo en la cuarta vuelta, cuando encontró la cara del quilmeño con una derecha. Pero Martínez nunca cedió el control y estableció una nítida diferencia técnica y física. Una brecha que se amplió con el correr de los asaltos.
La única virtud que exhibió Chávez Jr. fue su resistencia ante los golpes constantes de Martínez. El hijo de la gloria mexicana nunca tuvo respuestas para dar vuelta la temática de la pelea y caminó por la cornisa del nocaut técnico en el séptimo round. En cambio, el ritmo intenso del pupilo de Pablo Sarmiento no se detuvo jamás a pesar de la gran ventaja.
El único llamado de atención de Maravilla fue el corte en la ceja izquierda que le ensangrentó una parte de la cara. Pero Chávez Jr. no tuvo la inteligencia ni los recursos para sacarle provecho a esa herida. No obstante, un sorpresivo y aislado cross de izquierda del mexicano hizo estragos en Martínez en el último segmento.
Parecía un nocaut increíble del norteamericano. Y allí fue cuando se vio el corazón del argentino para resistir los segundos finales que lo separaban de la gloria merecida. Las tarjetas fueron: 117-110, 118-109 y 118-109. Un triunfo brillante, con tensión plena en el desenlace, que se meterá en los libros dorados del boxeo ecuménico, señala TyC Sports.