Carta a Aníbal Sampayo, a 90 años de su natalicio

Por Juan Luis "Gordo" Puchulu
(especial para ANALISIS DIGITAL)

En la garganta de sus detractores siempre fue una espina clavada. Pero su canto poético no fue engendrado por el odio sino por la necesidad de la justicia y de la belleza. El decía que la canción no era una herramienta para derrotar una dictadura pero era portadora de conciencia.

Pudiendo haberle cantado solamente al vino en los boliches, prefirió educar arriba de los escenarios y esa coherencia la mantuvo durante toda su vida.

Tenia muy claro que era lo popular y ser popular. “Una cosa es lo popular y otra es ser un cantor de pueblo. Hay cantores que se meten con prepotencia entre los oyentes y los medios actúan en consecuencia pero hay artistas que cantan acompañados del pueblo y esos son los que son libres para crear, para cantar y para opinar”.

Decía el músico y poeta que si la canción andaba silbada por los caminos es por que el pueblo ya la había hecho propia, es decir, que la había hecho parte de su historia. Y por supuesto, quien no silbó alguna vez su Garzas viajeras, su Ky Chororo o su Río de los pájaros.

Como buen artiguista, Sampayo nunca olvidó esa gran enseñanza del caudillo: “con la verdad no ofendo ni temo”. Y completaba: “yo digo lo que pienso y no escondo nada”.

Aníbal está considerado el más entrerriano de los uruguayos. Así lo sentimos de este lado de la orilla. Supo desarrollar gran parte de su carrera en Entre Rios, donde fue prácticamente un músico estable de la Peña Ñanderogamí, de Florencio López, en Concepción del Uruguay. Por eso como dijo un ex presidente uruguayo, “entre los ciudadanos de este país somos hermanos pero con los entrerrianos somos mellizos”.

Hay una cosa más que quiero decir, que quizás se halla olvidado o no se lo recuerde mucho. Aníbal no regresó del exilio, hasta que no soltaran al último preso político. Por eso lo solíamos visitar en la localidad de Colón al lado de su gran amigo el poeta Jorge Marti, a pocos kilómetros de su amada Paysandú, mordiéndose el corazón para no cruzarse a nado, pero sin claudicar las banderas de la coherencia.

Por supuesto no podemos terminar de pensarlo sino con el canto mismo y su compromiso.

“Vamos a remar que corriente arriba se enfrenta la vida con la adversidad/rememos amor que la zafra llama a abrir la picada de un mundo mejor”

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