Un país sin puntos cardinales

Argentina

Argentina sin puntos cardinales.

Por José Carlos Elinson (*)

Un país sin puntos cardinales, sin referencias ciertas, sin casuística, sin proyectos serios a tomar en cuenta por los que ofrecieron rescatar tanta ignominia de los arrabales de la opacidad.

Estamos en el rumbo equivocado pero no por error imputable a cualquier humano. Estamos en el rumbo equivocado y esto se evidencia como resultado de los fallidos a prueba y error. Es decir, estamos en el rumbo equivocado por ausencia de marco referencial. Para ser lo más claros posible: estamos con el rumbo equivocado porque estamos sin rumbos definidos; como dicen en la esquina, no sabemos para qué lado agarrar. Un día estamos a punto de superar los problemas que no son pocos ni son simples, y las actividades que se relanzan hacen imaginar la ansiada llegada del principio del fin de la costosísima pesadilla por la que nos toca atravesar. Pero cuando los ánimos comienzan a mostrar su rostro más amigable y el futuro cercano aparece como promisorio, aunque habrá que barajar y dar de nuevo en circunstancias que no serán, seguramente iguales a las que vivíamos antes de la declaración de la pandemia, llega –y perdón por la falta de originalidad- el baldazo de agua fría que nos devuelve a una realidad  que por un momento pensamos superada.

Para el que mira desde afuera, es decir para el que es ajeno a la intimidad que se vive en el seno de una gestión de gobierno que no encuentra el camino para comenzar a poner distancia con la pandemia que nos aqueja a propios y extraños, la esperanza es cada vez menor por la falta de señales que puedan albergar aunque sea una mínima ilusión.

Y el que mira desde adentro, debe contemplarse, seguramente, inmerso en un terreno cenagoso, de difícil avance y complejo retroceso.

Nuestros parentescos con la muerte en la última centuria mostraron sus peores rostros entre 1976 y 1982, extensión secuestradora, torturadora y mortal comandada por los jefes de las Fuerzas Armadas, y entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 en la borrachera que originó el conflicto del Atlántico Sur, pero a partir de la presencia y el avance de una pandemia, no teníamos experiencia. Y seguimos sin tenerla, pero así y todo, los responsables de la conducción del país viven la cotidianidad de un desgaste para el que no estaban –ni están- preparados a excepción de los científicos que han dejado hasta la vida para poner a salvo la vida de los demás.

Hoy, no sólo sectores de la población sino buena parte del funcionariado encabezado por el gobernador y siguiendo por la vice gobernadora está atravesado por el contagio del Cobid-19 y la expectativa lamentable es que el fenómeno pueda extenderse hasta límites insospechados ya que las fechas que se barajan como posibles para la presentación en sociedad de la vacuna tan esperada para detener el avance del mal, todavía son lejanas.

Es una cuestión de límites, o de puntos cardinales como referencias necesarias pero ausentes. Alguien tendrá –ya hubiera tenido- que hacerse cargo de la realidad que nos afecta, y no es que si nos demoramos será tarde. Ya es tarde aunque los responsables de las vidas de todos insistan en mirar para otro lado y aseguren que están haciendo las cosas bien.

(*) Especial para ANÁLISIS.

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