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Arturo Illia, ese maestro de la dignidad, que nunca aceptó su jubilación

Por Jorge Daneri (*)

En estas horas de jubilaciones millonarias, éticamente de sin-vergüenzas, es aire fresco recordar a un ser luminoso y políticamente expresión de lo que debemos recuperar en el terreno de la dignidad de intentar ser, seres políticos con toda la integridad que el concepto en ejercicio nos demanda.

Son ejemplos además amorosos, porque trascienden los tiempos y en esta escala presente de grosería y degradante política jubilatoria, enseñan que sí es posible generar gestos que cargan de valentía y dignidad a esos otros modos de hacer, sentir y vivir la política.

Arturo Umberto Illia renunció a su jubilación de presidente de la Nación. No tenía un solo juicio en su contra, menos una condena. Hasta sus últimos días se entregó a la medicina más que nacional y popular, humana y leal para con su pueblo, su tierra, Cruz del Eje, Córdoba toda.

No tenía mansiones ni posesiones, sociedades o plantaciones de soja. No realizó acuerdos petroleros o sobre medicamentos. Fue derrocado por estas corporaciones. Su pueblo le regaló una sencilla vivienda, en lo simbólico, parecida a la humildad militante del ex presidente de la hermana Uruguay, Pepe Mujica.

Es un ejemplo no menor, frente a ex presidentas y presidentes, o este gobernador mandato cumplido Sergio Urribarri, condenado por corrupción, a que las jubilaciones de los que ocuparon lugares centrales en la gestión de gobernar para las mayorías y los sectores más vulnerables, en "la causa contra el régimen", en "la lucha por los desposeídos", tienen ejemplos que, si lo son y no privilegios que degradan el hacer política para llenar los bolsillos de miserias poco humanistas y menos igualitarias.

Nos vamos quedando sin estos ejemplos, no existen renunciamientos de ninguna naturaleza. Los procesos de apropiación son diversos y en todas direcciones. El poder como el sostenerlo, domina la agenda brutal por el preciado botín. Entonces, es una celebración recordarlos, una y otra vez, para celebrar a los seres políticos que nos precedieron y nos mantienen de pie, aún y todo así, amando la democracia y sus utopías.

(*) Especial para ANALISIS.

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