Por Pablo Álvarez Miorelli (*)
A veces, lo que más duele no son las heridas abiertas, sino el peso de las cicatrices que llevamos en el alma: las marcas de torturas en los cuerpos, las secuelas del hambre impuesto a generaciones enteras. Es un legado que no podemos ignorar.
Frente a este panorama, muchos optan por levantar murallas y cerrar puertas a los ideales colectivos, porque caminar esos caminos exige un precio: el de exponerse, una vez más, a ser rotos.
Sin embargo, renunciar a caminar es un error peligroso. Decir "no más heridas" como un mantra puede alejarnos de la historia de luchas y resistencias que han conquistado derechos transformadores.
Aprender a caminar con cuidado, sin dejar de avanzar, es el desafío. Mirar lo que se debe mirar, aunque duela, con la certeza de que las heridas no tienen que dejarnos vacíos, con las cicatrices del pasado asumir las luchas del presente para asegurar el futuro de la educación pública.
En este país, cuna de la educación latinoamericana, resulta indignante tener que explicar a ciertos sectores la importancia de la Escuela y la Educación Pública. Este hecho refleja una decadencia histórica y contradicciones profundas. Belgrano, Moreno, Fray Mamerto Esquiú, Sarmiento, entre otros, vislumbraron desde los inicios de la nación Argentina la educación como un derecho fundamental, no como una mercancía. Hoy, esos principios son atacados por quienes promueven la privatización del sistema educativo.
En Entre Ríos, este antagonismo es especialmente evidente. Quienes gobernaron "a sangre y fuego" hace menos de tres décadas vuelven a implementar políticas que destruyen la educación pública.
Incluso funcionarios de aquel entonces, ahora están de regreso. Mientras tanto, los docentes enfrentamos recortes salariales brutales que empujan a nuestras familias a la indigencia. Esta situación no es casual; forma parte de un dispositivo de tortura psicológica diseñado para quebrarnos, antes, este mismo sector y sus promotores de enconces nos mataban, nos desaparecían, hoy implantan otra vez sus planes de exterminio con incitación al suicidio.
Recientemente, autoridades del Banco Mundial visitaron una "escuela modelo" en la provincia, acompañados por el Consejo General de Educación. Lo que mostraron como logros no es fruto de esta gestión. Programas como la entrega de libros o el Plan Nacional de Lectura fueron eliminados, y los recursos para la educación pública han sido sistemáticamente recortados. Incluso los proyectos sostenidos dependen de los aportes de los mismos docentes, quienes muchas veces financian materiales de su propio bolsillo.
Esta realidad también revela la complicidad de algunos sectores de la docencia. Existe una "pedagogía del cinismo" en quienes no luchan, quienes mienten para evitar descuentos salariales y quienes prefieren la comodidad de no exponerse. Mientras tanto, otros docentes ponen la sangre y la angustia frente a las políticas de ajuste.
El ataque a la Escuela y la Educación Pública es un intento de destruir un derecho humano esencial vinculado a la dignidad y al progreso social. Todos los regímenes autoritarios han seguido esta estrategia: desmantelar los entramados de derechos, comenzando por la educación. Hoy, como docente en Entre Ríos, vivo en carne propia las consecuencias de estas políticas. Pero la educación pública es también un acto de resistencia, y en esa lucha debemos encontrarnos en la batalla por la dignidad educativa.
Defender la educación pública es defender la dignidad y el futuro de nuestra sociedad. Es tiempo de tomar decisiones históricas para sostener este derecho fundamental.
¿Renunciaremos a esta lucha? ¿O seguiremos siendo parte de una historia de resistencias que transforman el mundo?
(*) Docente y escritor / Docente Titular de Lengua y Literatura, Escuela Secundaria Nro. 37 Manuel Belgrano / Docente de Geografía, 4° Ciclo Superior, Escuela Secundaria Nro. 75 Del Bicentenario / Vicedirector Titular, Escuela Nina NEP Nro. 196 Marcelino Román / Presidente, Asociación Civil Forestar Vínculos.