José Vicentín no pudo sacar su auto del garaje, por el mal estacionamiento de una camioneta en calle Feliciano.
A pesar de que está prohibido estacionar frente a las puertas de garajes de casas particulares y estacionamientos comerciales, hay quienes no respetan esta normativa, entorpecen y perjudican a terceros. Ayer el artista y profesor de teatro de la capital provincial, José Vicentín, manifestó su indignación en un posteo en redes sociales, con motivo del mal estacionamiento de una camioneta que le impidió sacar el auto de su casa en calle Feliciano.
“Ayer teníamos el cumpleaños de una sobrina muy querida. Y digo teníamos porque, en lugar de celebrarlo como esperábamos, pasamos de 22:30 a 01:30 hs atrapados, esperando a que la persona dueña de una Kangoo Berlingo se dignara a mover su camioneta, que había dejado en nuestro garaje”, comenzó Vicentín.
Y continuó: “Más allá de lo que nos perdimos y de cuánto deseábamos estar allí, lo que realmente me cuesta comprender es: ¿qué pasa por la cabeza de alguien que actúa de esta manera? ¿Qué lo lleva a creerse dueño del espacio ajeno, ignorando normas básicas de convivencia? ¿Cómo es posible semejante desprecio por los demás? Vivimos en una sociedad donde el individualismo crece sin freno, acompañado de una indiferencia alarmante hacia el otro”, indicó.
Más adelante, expresó: “El garaje está perfectamente señalizado, como se aprecia en las fotos, tremendo cartelazo. No hay margen para excusas. Sin embargo, ahí estaba la camioneta. ¿Qué habría pasado si, en lugar de ir a una fiesta, hubiéramos tenido una urgencia? ¿Si alguien en nuestra familia hubiera estado enfermo? Estas actitudes te llenan de impotencia por pequeñas que puedan parecer e inevitablemente, te llevan a más violencia. Recorrimos las calles, los comedores y reuniones cercanas y nada. Personas y vecinos que se acercaron a acompañar con distintas ideas. Optamos, finalmente, por dejarle unos carteles pero no voy a negar que la bronca nos hizo pensar en otras respuestas. Llamamos a la grúa, que en un principio iba a venir, pero luego decidimos cancelarla. En medio de la indignación, tuvimos un instante de lucidez: cualquier escalada solo hubiera derivado en más conflicto. No es el camino, y mucho menos es gratuito. Nunca se sabe cómo puede reaccionar alguien que ya se siente con el derecho de apropiarse de tu espacio y de tu tiempo. Espero, al menos, que nuestros carteles le hayan servido de alguna lección”, escribió el docente.
Para concluir, reflexionó: “Estoy convencido de que cuando desde nuestros gobernantes se transmiten mensajes cargados de violencia, desprecio y agresión, cuando el ejemplo que se da es de constante confrontación, y cuando las redes sociales se inundan de odio desbordante, todo eso termina filtrándose en la vida cotidiana. Esa manera de pensar se derrama (es lo único que derrama) pero no en oportunidades ni en crecimiento con un sentido de comunidad, sino en actitudes como esta: en la falta de respeto, en la indiferencia, en el desprecio por el otro. Vivimos tiempos difíciles, tiempos que duelen. Y aunque hoy me cueste dimensionar hasta dónde podemos llegar de esta manera, sí sé hacia dónde deberíamos ir. El único camino posible es el que nos lleva de regreso a los valores: al respeto, responsabilidad, cooperación, a la empatía, a la sana convivencia. Solo recuperando eso podemos empezar a reconstruir algo mejor y más justo. El atropello y el egoísmo son cortos, muy cortos. Ojalá que esta anécdota ayude al que la lea para pensar como nos movemos en los lugares comunes destinados y ordenados para compartir en sociedad. ¡Feliz cumple Cati!”, finalizó Vicentín.