Por Luis María Serroels,
especial para ANÁLISIS DIGITAL
“Aquél primitivo centro poblado de escasas manzanas que rodeaban la plaza y la iglesia, estaba como recogido en el magnífico paisaje que lo circundaba. Extendió sus calles guardando el mismo ancho de las ya trazadas que sólo permitían veredas estrechas, persistiéndose, así, en la continuidad de los viejos delineamientos de la época de la Colonia. De aquellos tiempos iniciales provienen nuestras calles del sector central y algunas que se prolongaron siguiendo con el antiguo sistema”, cuenta la escritora en su libro cuya segunda edición data de 1994.
En su primer centenario, es decir el 26 de agosto de 1926, apareció un valioso libro titulado Páginas de Oro de la ciudad de Paraná, que contiene aspectos de la vida social, cultural, artística, literaria, política, religiosa, educacional, económica, industrial, comercial, portuaria y productiva de la ex capital de la Confederación Argentina. Un trabajo monumental de autoría del arquitecto Alfeo Zanini con aportes literarios en prosa y poesía y en especial datos y estadísticas actualizados en un orden envidiable e ilustraciones de una calidad admirable si se piensa la antigüedad del trabajo.
¿Cuántas cosas podríamos decir de nuestra amada ciudad? ¿De su caprichosa topografía? ¿Del espíritu de su gente? ¿De la peculiar conformación de sus plazas, parques, calles, avenidas, cortadas y pasajes?¿De sus modernas torres? ¿De su remozada costanera? ¿Del entorno cautivante de su vasta campiña? ¿De sus quintas generosas? ¿De la magnificencia de su escenografía circundante y del colosal marco que le da ese eterno caminante, incansable amigo, que es el río que le da nombre?
¡Tantos sitios nos pueden distinguir! ¡Tantos lugares típicos nos definen ante el mundo! ¡Tantos elementos distintivos nos otorgan identidad propia! ¡Tantas glorias nos sirven para erguirnos orgullosos! ¡Tantos logros en lo educativo, científico y cultural y cuánta laboriosidad nos marcan la historia desde sus primeros habitantes!
Paraná y sus pobladores siempre supieron marchar por caminos claros, con horizontes de paz y tolerancia, con prepotencia de trabajo, con ganas de hacer y de crecer. Con errores y aciertos, pero siempre mirando hacia las estrellas.
Esta Paraná tiene alma que. No deseamos desafiar doctrinas religiosas, teorías metafísicas ni escuelas filosóficas, pero no hay dudas de que esa alma existe. Y está anidada en el corazón y el alma de todos aquellos que la han venido sosteniendo fervorosamente y que la sueñan cada vez más grande, más recoleta y más acogedora. Que la han venido edificando con entusiasmo y la van dejando, siempre joven, para gloria de todas las generaciones.
Así es hoy nuestra casa. Fresca y pujante, que desde hace 45 años le viene acariciando la panza al caudaloso río color de león desde esa especie de anaconda gigante de acero y cemento que nos lleva a la orilla santafesina.Y enlazada física y afectivamente con Colonia Avellaneda, San Benito y Oro Verde.
En la letra de la canción Ciudad Jacarandá, el poeta Juan Manuel Alfaro dice: “Suspendida como un vuelo que la barranca hacia el cielo quiere y no quiere soltar, cielo y río te reflejan y el regalo que te dejan se vuelve jacarandá. Y así entre río y cielo, entre cielo, río y vuelo, te levantas Paraná”. Y así ha de ser por siempre.