Roberto Zalazar, el de las enseñanzas inolvidables

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HOMENAJE. El DT tuvo la particularidad de dirigir a casi todos los equipos de básquet de Paraná.

En su galería histórica y bien poblada hay un lugar importante para alguien que sin dudas dejó una marca registrada en el básquet paranaense. Indudablemente su prestigio y su reconocimiento no se lo ganó precisamente como jugador exquisito y talentoso, sino por ser, más que nada, una persona diferente, que por sus principios y cualidades personales quedó en el recuerdo de muchos.
Aquel hombre de contextura ancha, sonrisa bien marcada y una fuerte personalidad fue el impulsor de una transformación bien definida en el baloncesto local. Nunca fue un erudito en la materia ni un apasionado en la táctica y estrategia, pero si poseía fundamentos que lo catapultaron a ser considerados como uno de los formadores más importantes que tuvo nuestra ciudad.

Roberto Antonio Zalazar, “Cachilo” para sus íntimos, tenía el don de motivar al máximo a sus dirigidos, de generarle una confianza tal que no había obstáculo que detuviera esa impronta por conseguir lo que se deseaba. Zalazar fue uno de los entrenadores que dejó huellas imborrables. Su amor y su pasión por el básquet fueron un fiel reflejo de su carácter. Transmitió esa personalidad ganadora a diferentes camadas de este deporte a nivel local. Por sus manos pasaron grandes e históricos basquetbolistas, con quienes compartió más que una competencia, una amistad de por vida.

Un claro ejemplo de sus destacada conducción es que dirigió a casi todos los clubes de la ciudad: Quique, Talleres, Echagüe, Ciclista, Recreativo, Olimpia, Estudiantes e Hindú. Como si fuese poco también fue entrenador de Independiente de La Paz y de Santa Elena. Fue coach de la selección de Entre Ríos que se coronó subcampeón del Argentino de 1984 y también de aquel fantástico seleccionado que en 1968 sorprendió a propios y extraños al quedarse con el cuadrangular disputado en el mítico Luna Park, venciendo a poderosos conjuntos como Santa Fe, Capital Federal y Maccabi Tel Aviv de Israel, sub campeón Europeo por aquel entonces. El broche de oro de su exitosa trayectoria lo cumplió con el Maxibásquet Masculino mayores de 45 años, que se consagró en 1993 Campeón del Mundo en Las Vegas, Estados Unidos.

Robertito, aquel loco de la pelota

Roberto Antonio Zalazar nació un 4 de enero de 1939. Desde muy chico su relación con la pelota se transformó en un noviazgo interminable. El básquet fue el deporte que siempre le llamó la atención, tal es así que su padre le colocó un aro en el fondo de su casa, donde Robertito se pasaba horas tirando o practicando.
No por nada, quienes tuvieron la chance de compartir gratos momentos con él aseguran que “Cachilo” era un tirador muy efectivo de larga distancia. Es más, si en su época de jugador hubiera existido el triple, él hubiera sido un gran encestador de esa media.

Zalazar fue un técnico pícaro y muy vivo, cualidades que ganó gracias a su talento como jugador. En 1957, con frescos 18 años, se dio el gran gusto de debutar en la primera división de Echagüe. Justamente fue ante un rival al cual siempre le tuvo mucho respeto, como lo fue Ciclista.

Su llegada a la máxima categoría con el club de sus amores duró poco tiempo, ya que meses después tuvo que abandonar el equipo porque decidió darle prioridad al estudio. Cuentan que al principio no le agradó para nada dejar a sus compañeros para comenzar la carrera de bioquímico, en Córdoba, ciudad donde estuvo por algunos años. Le costó y mucho despegarse de sus seres queridos, más allá de que tendía bien en claro que esa profesión era su otra pasión.
Naturalmente, haberse alejado de Echagüe no significó abandonar la práctica del básquet. Por el contrario, a los pocos días de haber llegado a Córdoba se presentó en el club Redes Cordobesas, donde jugó por un largo tiempo. No por casualidad llegó a esta entidad, ya que en el equipo había algunos entrerrianos que él ya conocía.

Por aquel entonces, Redes Cordobesas se encontraba en la segunda división del baloncesto cordobés. La llegada de Zalazar fue muy importante para aquel plantel, porque “Cachilo” le agregó su indiscutida capacidad goleadora, su temperamento y su actitud ganadora. En sí fue un gran jugador, aunque su mayor virtud fue ese lanzamiento milimétrico y preciso, casi perfecto y muy efectivo por cierto. Con el tiempo Zalazar se transformó en el referente y el jugador más respetado de este equipo. Para los rivales, “era el hombre a marcar”. En 1960, después de una campaña inolvidable y decorosa, Redes Cordobesas logró el ascenso a la primera división, consagración muy festejada por sus seguidores, con Roberto Zalazar ya transformado en ídolo.

Por sus brillantes actuaciones en su equipo, este paranaense fue convocado en varias oportunidades para integrar la selección de Córdoba, con quien participó en diferentes certámenes. Mientras paseaba su talento por las canchas de la ciudad, con sus estudios seguía firme. Es más gracias al básquet, Zalazar arregló un sueldo con Redes Cordobesas, dinero que le ayudó para costear sus gastos y así poder mantenerse económicamente mientras seguía estudiando bioquímica.
Paralelamente también fue convocado para representar a Entre Ríos en los Inter Universitarios, certamen en el cual en una oportunidad pudo salir campeón.
Poco tiempo después de recibirse de Bioquímico, Zalazar decidió regresar a su ciudad natal, para posteriormente comenzar su carrera como entrenador, profesión en la cual volcó toda su experiencia vivida.

“Cachilo”, en sus primeros pasos como entrenador, tuvo la oportunidad de dirigir el básquet femenino. En realidad esta fue una gran excusa para conocer a Ana Delia Knoll, una de sus dirigidas, con quien tiempo después se comprometió y se casó. “Yo a Roberto siempre le decía que él en realidad se equivocó porque tendría que haberse casado con el básquet y no conmigo. Su amor por este deporte fue incondicional, de toda la vida”, recordó su esposa en una de las entrevistas que le realizaron en homenaje a su esposo.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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