La ex esposa de Claudio Lencina brindó un conmovedor testimonio en la novena jornada del juicio por la desaparición de Fernanda Aguirre

Ayelen Waigandt (de ANALISIS DIGITAL)

En la novena jornada del juicio por la desaparición de Fernanda Aguirre Carina Andrea Villanueva, la ex esposa de Claudio Jorobado Lencina, dio una emotiva declaración sobre su relación con el hermano de Miguel Ángel Lencina y brindó detalles de los vínculos que mantenía con el resto de la familia mientras vivía con ellos. Sumamente acongojada y con la voz cortada por las lágrimas contó que era obligada a prostituirse y que padeció los golpes de su pareja, ante las risas y las miradas del resto de la familia. También declaró su madre, Sara Mabel Engelberger, quien durante la instrucción dijo que su hija le manifestó que Esther Torres la quería involucrar como la persona que cobró el dinero del rescate por el secuestro de Fernanda Aguirre, pero ahora dijo desconocer esa información y no aportó mayores detalles a la causa. Cristian Fabián Torres, que es primo de Miguel Lencina, no se presentó a declarar y se envió una comisión policial a buscarlo, pero no pudieron localizarlo. Su madre, María del Carmen Barreto, informó que padecía problemas de salud que no le permitían comparecer. De todos modos, el tribunal dispuso que se le realizara un examen médico para conocer su estado por lo cual se presentó poco antes del mediodía y luego de ser revisada por los forenses se ratificó que no estaba en condiciones de declarar y se la trasladó a un centro asistencial. Se reiterará su citación para días posteriores.

Como es habitual, la jornada de este miércoles –prevista para las 9- comenzó con más de media de retraso y sólo se presentaron Carina Villanueva y su madre, Sara Mabel Engelberger. El testimonio de la primera fue el más importante de la audiencia, dado que brindó detalles escalofriantes y conmovedores de la vida que compartió con su ex marido, Claudio Jorobado Lencina, y la familia de éste.

El recuerdo de esa noche

Contó que el domingo 25 de julio de 2004, cerca de las 20, debía encontrase “con alguien” en el restaurante El Portal, ubicado sobre calle Almafuerte, y en la intersección con calle 777 donde esperaba un remise se encontró con Miguel Ángel Lencina y su mujer Mirta Cháves. Éstos le convidaron un sándwich, que rechazó, y caminaron los tres hacia el restaurante.

Recordó que en ese lugar se encontraron con otros integrantes de la familia Lencina e identificó a Delia Lencina, Alejandra La Choco Casalino y un primo de ésta, Cristian Torres, quienes comentaron que “esperaban el colectivo”. La muchacha aseveró que no vio en ese momento a Raúl Monzón ni tampoco lo ubicó en la zona esa noche, y agregó que ella se retiró del lugar mientras Cháves y Lencina se quedaron.

Sin embargo, comentó que poco después, mientras se dirigía a Plaza Vea con otras dos personas que la aguardaban, volvió a ver a Cháves y a Lencina “que iba caminando atrás” de ella, en dirección hacia Paraná. Esto lo comentó con sus acompañantes y les indicó: “La debe estar haciendo trabajar a la mujer”. Luego, al salir del hipermercado, observó nuevamente a Miguel Lencina pero esta vez “estaba solo en la garita del colectivo” ubicada pocos metros antes de llegar al puente de hierro.

Más precisiones

El Tribunal le pidió insistentemente detalles sobre el trato que mantenía la pareja, ante lo cual aclaró que “no tenía relación con ellos” como darse cuenta si “estaban nerviosos o raros”. Recordó que el día en que Lencina presentó a su mujer ante la familia le dieron “una buena impresión y se llevaban bien”. No supo precisar si Lencina golpeaba a Cháves y mencionó que “a simple vista ellos estaban bien”.

Respecto de Monzón contó haberlo visto en el velorio de Andrea Lencina, prima de Raúl y hermana de Miguel Ángel, y aseveró que “tenía un auto” pero no recordó detalles del mismo, excepto que “era un auto grande y viejo”.

Más adelante contó que se enteró del secuestro de Fernanda Aguirre “por un comentario” que le hizo su madre al otro día del hecho y allí le contó a su progenitora del encuentro mantenido con los integrantes de la familia Lencina. Cuando el querellante le preguntó porqué había relacionado ambos episodios no supo dar una explicación y atinó a contestar: “Cuando uno conoce la gente”, dejando la frase sin terminar. Asimismo, consultada específicamente si sabía si Fernanda había pasado por la casa de los Lencina, aseveró: “Yo eso no lo sé, señor”.

Cuando se le consultaron precisiones sobre los horarios en que se dieron estos encuentros dijo no recordar exactamente, pero al contrastarlo con su declaración anterior justificó: “Es que la Policía me decía los horarios y me preguntaba y a uno lo ponen nervioso”.

Vivir el horror

Villanueva dijo que no recibió amenazas ni presiones de parte de la familia Lencina ni de su ex suegra, Esther Torres. “No tengo contacto con ellos. Prefiero no tener contacto”, aseveró.
- “¿Esther Torres la amenazó?”, inquirió directamente el presidente del Tribunal, José María Chemez.
- “No, nunca me dijo nada”, fue su respuesta, casi automática.
- “¿Usted le tiene miedo a la familia Lencina?”, fue la pregunta que la hizo romper desconsoladamente en llanto.
- “Ahora no, antes sí”, respondió luego de reponerse de las lágrimas.

El momento más conmovedor de su relato, fue ante el pedido de precisiones en que contó, entre llantos, que “cuando vivía con ellos era muy golpeada y obligada a estar ahí. Las veces que intenté irme tenía que volver, y no podía decirle a nadie que me pegaban”. “Es imposible no haberles tenido miedo. Vivir ahí era como vivir en una jungla. No tenía contacto con nadie, sólo con mi familia. No tuve más amigos, no tuve más nada”, afirmó.

Sobre la forma en que conoció a Claudio Lencina, en ese momento de 26 años, y con quien tiene una hija pequeña, indicó que “era amigo de la familia”. “Yo tenía mucho problemas con mi padrastro y por eso me fui de mi casa con él. Tenía 13 años y él me ofreció como una ayuda para salir de ese lugar”, sentenció. Y agregó: “Ahora ya no les tengo miedo, porque cuando a una le pasa algo así, puede enfrentarse a cualquier cosa”.

Pese a esto, reiteró no haber sido amenazada por su ex suegra.

“Cháves no parece una mala mujer”

Tras aclarar al tribunal que su pregunta era subjetiva y considerar que “nadie debería hacer preguntas de este tipo, pero teniendo en cuenta que el resto de los abogados las realizaron”, Lanfranqui le consultó a la muchacha sobre su impresión de Mirta Cháves. “A simple vista no parece una mala mujer, pero no la conozco”, aseveró.

La “tribu” Lencina

Por su parte, el defensor de Monzón, Rubén Pagliotto, se encargó de desnudar las relaciones familiares de los Lencina, y mediante sus preguntas llevó a Villanueva a considerar que “por lo que se conocía de Lencina”, era capaz de secuestrar de Fernanda.

Dijo que “la mayoría de las mujeres de la familia ejercen la prostitución” y que Esther Torres lo sabe, ya que “en esa familia manda la madre”. “A cierta edad las mandan a dedicarse a eso”, sentenció para acotar de inmediato que eso le pasó a ella. Cuando el defensor le pide que “cuente alguna anécdota” irrumpe nuevamente en llanto y el abogado retira la pregunta.

Contó también que Ramón Lencina, alias Moncho, convive con Esther Torres –a quien calificó de “mentirosa”- y que el ex marido de la mujer, Cipriano Reyes -también apodado Moncho- es el padre de sus hijos, pero habita “un rancho ubicado al lado de la casa de ellos”.

Respecto de la vinculación que podrían tener con redes de prostitución, sentenció que nunca escuchó comentarios al respecto y especificó: “Son como una tribu. Son ellos y nada más. Trabajan para la familia, para ellas”, manifestó.

“Yo soy madre y si supiera donde está Fernanda lo diría”

Luego de un cuarto intermedio, en el que jocosamente Pagliotto destacó ante los periodistas que “hoy no nos peleamos”, en alusión a sus fuertes cruces que mantuvo en anteriores oportunidades con los abogados querellantes, depuso Sara Mabel Engelberger.

Su testimonio de no brindó mayores detalles a la causa, ratificó lo dialogado con su hija el lunes posterior a la desaparición de Fernanda y lo que la muchacha le había contado sobre su encuentro con los integrantes de la familia Lencina. También negó haber recibido amenazas o presiones, aunque aseveró que su hijo, hoy de 22 años, “fue golpeado por la Policía para sacarle información” de esta causa.

Dijo no recordar haber declarado que Esther Torres amenazó a su hija con involucrarla en la causa y aseveró: “Ella no la quiere a Carina, puede ser que haya sido así”.

Las preguntas de las partes y del propio tribunal se centraron en sus dichos sobre la presencia de “un auto rojo en la casa de los Lencina y merodeando el barrio”, que sería propiedad del marido de Andrea Lencina, hermana de Miguel Ángel, fallecida hace varios años. Aunque aseveró no recordar detalles, ante la insistencia de las consultas, describió que el vehículo “sería rojo, grande y tenía un dibujo en el vidrio trasero, que puede haber sido una calavera”.

Dijo desconocer al dueño del automóvil, pero estimó que “era del marido de Andrea”, porque la vio a ella en el vehículo, pero tampoco pudo precisar el nombre del supuesto propietario, ni detalles de su apariencia física, excepto que “tenía pelo largo”.

Ante la consulta puntual de Federik sobre si sabe donde está Fernanda, aseveró: “Yo soy madre, y si supiera dónde está lo diría”.

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