Por Roberto Rodríguez Vagaría (*)
Ha tenido mucha influencia el planteo de López Murphy: “ya votamos nuestro candidato en primera vuelta”. “Ahora es el turno de resolver quién no debe ser presidente y mucho menos qué tipo de dirigencia no debe guiar la Argentina”. “En esa opción a fuego y lejos de nuestras preferencias votemos por la República y una interpretación liberal de nuestra liberal Constitución”.
Está definición y propuesta incluye inexorablemente a Milei, que no es nuestro enemigo, sino Massa y su cofradía de condenados, o en vías de serlo. Los causantes de nuestra ruina. El drama radical argentino es haber extraviado la brújula como el radicalismo en la España republicana, en Francia, en Italia, en Chile, en Perú. No hemos sabido a quiénes representamos, ni contribuido a acrecentar pertenencia imitando al PSOE, o influidos por el oriental Múgica (un Viejo Vizcacha del subdesarrollo, divertido y ocurrente), o profundizando nuestras propias diferencias de interpretación. Muchos de mis más queridos amigos de la era universitaria creen de buena fe que con Massa se garantiza el Sistema Democrático, que está en peligro por él mismo. Otros se persignan como ante un demonio de sacristía ante el ecuagético Milei, que por lo menos ha leído el Programa de JxC que contribuimos a que exista, tantos anónimos radicales ante la prensa y que ahora promueve el Dr. Francos, que apoyó a Alfonsín en los ´80 con su jefe Manrique.
Todos los jóvenes de 15 a 45 años de mi propia familia desean votarlo. Mis amigos de primaria y secundaria que cumplimos 60 de egresados, también. Se me hace difícil comprender mi propio voto si no fuera por el terrible daño hecho a la clase media argentina, la única clase interesada en la Democracia Republicana desde los tiempos de Alem y de Alvear, la misma que apoyó a Yrigoyen, a Illia con aquel 25% y la que se unió desesperadamente para dar el triunfo a Don Raúl y a Fernando.
Voy a hacer un voto “clasista y grupal”, un voto peleador como si fuera Caseros, un voto tristón con mi conciencia en angustia esperanzada. No es para influir en alguien, es más bien, para no quedarme puteando encerrado en el baño un domingo de definiciones no queridas por los radicales. Esta vida es la que tenemos y no voy a disparar hacia el falso polo del pensamiento político correcto pleno de incorreciones y deriva.
(*) Roberto Rodríguez Vagaría es consultor del CARI. Profesor de Política Internacional. Dirigente radical.