Encontraron muerto a Carlos Uzín, ex decano de Ciencias de la Educación y defensor acérrimo de la última dictadura

Por Daniel Enz
de ANÁLISIS DIGITAL

El ex decano de Ciencias de la Educación, Carlos Uzín, fue encontrado muerto y en absoluta soledad. Sentado, como si nada, en el sillón de su biblioteca, con sus clásicos anteojos de particular tamaño y en estado de descomposición, porque hacía varios días que era cadáver, al parecer, producto de un paro cardíaco. De hecho, el olor nauseabundo que emanaba de su inmueble de Buenos Aires 266 (el conocido edificio frente a la Universidad Católica de Paraná, donde se hacían los escraches cada 24 de marzo), ubicado en la parte de atrás de la construcción y donde también vivió su hermana hasta su muerte.

Uzín tenía 77 años y el 1 de mayo esperaba cumplir los 78, aunque peleaba contra un cáncer de hígado que lo tenía a mal traer desde hacía ya un tiempo. Muy cercano al Arzobispado de Paraná -al que concurría casi diariamente-, fue amigo personal del ex vicario castrense y confesor del dictador Jorge Videla y continuó el vínculo -aunque no con tanta cercanía-, con el actual cardenal Estanislao Esteban Karlic.

Fue por años docente de la Facultad de Ciencias de la Educación, profesor del Liceo Militar General Manuel Belgrano de Santa Fe y también secretario académico de la Universidad del Litoral hasta 1973, precisamente por su relación con las fuerzas castrenses. Cuando llegó la última dictadura, como fiel representante de la ultraderecha católica paranaense, fue de los primeros docentes en aplaudir el golpe de Estado del 24 de marzo y en ponerse a su disposición. A manera de premio, quedó como decano de Ciencias de la Educación y de inmediato decidió suspender a numerosos estudiantes y destruir, en una quema pública e histórica -por lo inadmisible- los libros que hacían referencia a temas sociales. Varios de esos suspendidos, con el paso de los días, fueron detenidos por la última dictadura y varios desaparecidos.

Hizo dar de baja un total de ciento ochenta y dos títulos, o sea, unos cuatrocientos volúmenes en total. Eliminó, por ejemplo, los veintitrés ejemplares que había, de una misma obra, del educador Paulo Freire. La grilla también comprendía a John W. Cooke, Salvador Allende, Héctor Cámpora, Juan Domingo Perón, Ariel Dorfman, Rodolfo Puiggrós, Jean Piaget, Sigmund Freud, Rogelio García Lupo, Herbert Marcase y Rodolfo Walsh, entre otros. Una comisión designada por el propio Uzín -integrada por los profesores María Inés Kojanovich de Brugo, Juan Carlos Pablo Ballesteros, Mirta López de Cacik y Ana María Duttwiler-, fue la que colaboró en la tarea de depuración ordenada en el Centro de Documentación de Ciencias de la Educación. Era su forma de hacer ostentación de poder.

Uno de sus principales aliados en Educación en esos tiempos de dolor y muerte fue el profesor Mario Collins, un ex estudiante de Derecho, nacionalista católico, cuyo nombre apareció en los diarios en febrero de 1962, al encabezar un grupo que irrumpió a las piñas en un cine santafesino, cuando se estaba proyectando un documental sobre los crímenes del nazi Adolf Eichmann. Con el tiempo Collins se transformó en mano derecha del fundador del grupo fascista Tacuara, liderado por Alberto Ezcurra. Collins tenía 73 años cuando fue asesinado, a mediados de febrero de 2000. Fue encontrado muerto en su casa de Santa Fe: estaba atado a una silla de pies y manos y había sido violado y asfixiado con una corbata, además de contar con un golpe en la cabeza.

Uzín no falleció violentamente como su amigo Collins, pero también lo hizo en soledad y con su cuerpo en descomposición. Una foto de lo que fue buena parte de su vida.

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