El hombre de los túneles

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785
La herencia de una teoría equivocada

Claudio Cañete

Algunos intendentes como Humberto Cayetano Varisco y Julio Solanas se animaron a respaldarlo. Predicó durante casi dos décadas su famosa teoría de la existencia de una red de túneles que atravesaba la capital entrerriana. Miguel Ángel Mernes se enfrentó con los historiadores y el resto del stablishment, pero sus frecuentes denuncias lo volvieron un tanto mediático (quizás uno de los factores que le jugaron en contra al final de sus días). Sin embargo, reavivó un interrogante que hasta su irrupción, como investigador, en los medios era una simple anécdota, prácticamente olvidada de los libros de historia: ¿Qué pasó con los negros del barrio El Tambor y los pocos aborígenes? A la luz de este logro de su parte, es que desde hace unos años el Contrafestejo al 12 de octubre tiene sentido en Paraná partiendo desde aquel sitio. Y ha dejado en evidencia que sobre este tema, hasta ahora, se ha investigado poco y nada con verdadero rigor documental. Quienes usufructúan políticamente hasta hoy su polémica teoría de los túneles -ignorantes de que es adherir a la principal tesis de Mernes de que Paraná en verdad es Santa Fe-, lo siguen reivindicando desde su principal error, porque reditúa ante la opinión pública; aún a sabiendas de que entre los desprevenidos, profundiza más la confusión sobre un tema del que ya se pronunció contundentemente hasta el Conicet, cuyos estudios y conclusiones siguen negando y ocultando desde el ámbito municipal a pesar del cambio de gestión.

El pasado 6 de enero falleció Miguel Ángel Mernes, un vecino honesto y ejemplar que a comienzos de los ‘90 se lanzó por el camino de la investigación histórica, movilizado por un recuerdo de juventud. Ese recuerdo estaba protagonizado por un oficial del Ejército que obligó a él y a otros conscriptos a caminar por un túnel que iba desde el viejo edificio de Comunicaciones en el Cuartel -al sur de la ciudad- hasta el edificio del Comando, a pocas cuadras de la Plaza 1º de Mayo. Esto, según contó Mernes, ocurrió en los días de la caída de Juan Domingo Perón -virulentas horas que fueron desde el 16 hasta el 22 de septiembre de 1955 y que terminaron con la partida del líder justicialista hacia Paraguay-. En ese túnel, Mernes pudo ver esqueletos engrillados, pero nadie hizo preguntas ni comentarios posteriores. El tiempo pasó y con los años esa vivencia lo llevó a hacerse muchas preguntas sobre el origen de esas construcciones.

Éste fue el punto de partida de su periplo investigativo. A comienzos de los 90 Mernes expuso los pilares principales de su teoría. Estos túneles en verdad recorrían toda la ciudad y habían sido construidos por los jesuitas -él sostenía que habían estado en Paraná- en tiempos no muy determinados; que habían sido canales de transporte desde el puerto hasta el centro de la ciudad, protección de invasiones portuguesas.

Otros condimentos sumó a su relato, como por ejemplo que posteriormente estos túneles caídos en desuso fueron utilizados en su mayoría como desagües y directamente tapados, y que en una etapa de la historia paranaense la profunda oscuridad de estas gargantas fue el trágico destino final de los pocos aborígenes que vivían en la zona y sobre todo de la población de raza negra, que habitaba el recordado barrio El Tambor, en la zona norte de la ciudad.

Sus exposiciones causaron, obviamente, mucha molestia en las mentes conservadoras del poder. Y un gran revuelo. Sin embargo, no hizo más que poner en el tapete un viejo rumor contado por lo bajo de que eran los túneles secretos que unían la casa de Urquiza (el Correo), con la Catedral y la Escuela Normal. Y que el padre Orlando Viviani en 1980 ya se encargaba de desmentir casi a los gritos, desde su sermón en las misas de los sábados a la noche, que celebraba en la Catedral Metropolitana. “¡Aquí en la Catedral no hay túneles!”, expresó una vez, exaltado, cerrando su prédica dedicada específicamente a ese tema. Algo llamativo si es que era un tema menor.

Mernes reclamaba la apertura de los túneles, incluso aportaba la ubicación de una red, pero argumentaba que la Iglesia y el Ejército lo impedían. Y se preguntaba qué secreto insondable querían ocultar con la prohibición estos factores de poder. Agregó a su teoría que la cisterna redescubierta detrás del monumento al general San Martín, en la Plaza 1º de Mayo, tenía que ver con estas conexiones. Era como para pensarlo: al poco tiempo, allá por 1987, el foso fue recubierto con una cúpula de vidrio e iluminado por dentro, y la gente podía ver de noche el agua estancada del fondo. Hasta que poco a poco el municipio abandonó -misteriosamente- su mantenimiento acallando la atracción y expectativas que el hallazgo había generado. Resulta que para 1986, la Municipalidad realizó la ampliación de obras en la Peatonal San Martín y en ese marco levantó las viejas lajas de la Plaza 1º de Mayo, hallando el agujero sin brocal, donde en el siglo XIX los habitantes a través del voto habían elegido al patrono de la ciudad. A Mernes le sirvió mucho para ganar credibilidad y en la gente ayudó a alimentar el imaginario de que algo oculto había detrás de la historia de los túneles.

En un principio, el investigador explicaba que se intentaba silenciar la verdad ya que los túneles eran testigos de una época donde el territorio entrerriano había sido entregado a los portugueses en un pacto político que produjo corrimientos de fronteras y nombres. Y que luego restablecido el orden actual, se ocultó aquel viejo negociado entre las autoridades del Río de la Plata y el expansionismo del Imperio portugués en el Brasil. Ya con todo esto era demasiado. Aun así, Mernes no se explicaba cómo semejantes construcciones -en tramos donde según él podía transitar una carreta con caballos- eran levantadas en tiempos de la colonia, con herramientas rudimentarias y materiales escasos, que atravesaban largas distancias y el subsuelo de barrancas complicadas como las que tiene el actual Parque Urquiza y el Arroyo La Santiagueña. La explotación de la mano de obra aborigen era el recurso que esgrimía, pero nunca lo pudo documentar.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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