El día que nacía el Túnel Subfluvial y Frondizi tambaleaba por no romper con Cuba

Aunque hoy parezca mentira, hasta mediados del siglo XX se creía que la Mesopotamia era un territorio que se podía perder en caso de una guerra con Brasil.

Esa era la principal hipótesis de conflicto que se enseñaba en los institutos militares. Y fue el marco para la concepción geoestratégica argentina durante décadas.

Los defensores de esta política estaban convencidos de que ante un eventual avance de las tropas brasileñas, las provincias de Misiones, Corrientes y Entre Ríos iban a ser un perfecto tapón protector, un escudo, una porción de territorio nacional que se podía perder. Y creían que aún en esa hipótesis extrema, los invasores no iban a poder seguir adelante porque el río Paraná haría las veces de una Línea Maginot natural.

Esta doctrina nacional de defensa, que se apoyaba en la hipótesis de conflicto con Brasil, impidió que se construyeran grandes obras de infraestructura en la Mesopotamia. ¿Para qué hacerlas, si podrían ser destruidas durante una eventual guerra? En cambio, fue nutrida la presencia de regimientos en la región.

El precio que se pagó por esta concepción fue altísimo: subdesarrollo, aislamiento, atraso, incomunicación.

Con todo derecho, el lector puede creer que estoy exagerando.

Por eso le ofrezco estos datos concretos, para demostrar cuánto tiempo demoraron en llegar las obras que integraron esa región al resto del país:

* El primer emprendimiento vial de la historia que unió a Entre Ríos con Santa Fe y de allí al resto del país fue el Túnel Subfluvial. Se comenzó el 3 de febrero de 1962, y concluyó en 1969.

* El puente General Belgrano, de Resistencia a Corrientes, se inauguró en 1973

* En 1975 comenzó a funcionar el puente José Gervasio de Artigas, que conecta Colón (Entre Ríos) con Paysandú (República Oriental del Uruguay).

* El puente Libertador General San Martín, que va de Puerto Unzué (Entre Ríos) a Fray Bentos (ROU) se inauguró en 1976.

* El viaducto Zárate-Brazo Largo, de Buenos Aires a Entre Ríos, comenzó a funcionar el 14 de diciembre de 1977.

* Mucho más acá en el tiempo, en el 2003, se concluyó el puente Rosario-Victoria

¿Y antes? ¿Cómo se pasaba de Santa Fe a Entre Ríos o a Corrientes? ¿Cómo se viajaba del Chaco a la Mesopotamia?

Los millennials de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, lo mismo que aquellos jóvenes quienes leen Infobae en Santa Fe, podrán confirmarlo en las charlas familiares: la única posibilidad era pasar el río en lancha, ferry o pontón. O en balsa.

Por entonces, la gran novedad fue “La maroma”, una gran balsa impulsada a cadena, que disminuyó el tiempo del viaje entre Santa Fe y Paraná: de 2 horas que demoraba la balsa tradicional se pasó a 50 minutos. Ese era el tiempo neto, al que había que sumarle las demoras del embarque, los desperfectos o el habitual desenganche de la cadena, que dejaba la embarcación a la deriva. La embarcación tenía 43 metros de largo por 10 de ancho y podía cargar hasta 10 vehículos por viaje. Los pasajeros se sentaban lateralmente y debía mantener los vidrios cerrados, debido a la enorme cantidad de mosquitos que había en el río.

En esos años, en la misma época en la que Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke presentaban 2001 Una odisea del espacio, los argentinos de la Mesopotamia viajaban en “La maroma”.

Por eso, para entrerrianos, correntinos y misioneros, la puesta en marcha del Túnel Subfluvial fue también entrar al futuro.

Como ocurre con tantas grandes obras en la Argentina, el primer proyecto de vincular Paraná con Santa Fe es muy anterior, concretamente de 1911, aunque según el investigador Juan Carlos Reffino se trataba de un puente ferro-automotor-peatonal. Sin duda, una revolución para la época. Lo mismo que la propuesta del legislador entrerriano Atanasio Eguiguren, quien en 1936 planteaba construir un túnel subfluvial, sobre la base de algunos antecedentes exitosos: el de 1899 bajo el río Spree, en Alemania; el de 1927, en EE.UU. bajo el río Hudson, y el que une Liverpool con Birkenhadd bajo el río Ramsey, en Inglaterra, construido en 1934.

Se sucedieron varias iniciativas, en general orientadas a la construcción de un puente sobre el río. Hasta que coincidieron el ingeniero Luciano Micheletti en 1952, y sus colegas Carlos Laucher, Ernesto Altgelt y Corrado Vittori, en 1954, todos en torno de un túnel subfluvial. Con toda intención mencionamos estos nombres y apellidos, porque cada uno de ellos contribuyó para mantener viva una idea que parecía lejana, pero que tuvo su primera ratificación oficial a través de Felipe Texier, quien fue gobernador de Entre Ríos entre 1952 y 1955. Él firmó el decreto que ordenó el estudio para la construcción del túnel subfluvial entre Paraná y Santa Fe.

A partir de ese momento, comenzaba a tomar forma el sueño romper el aislamiento de la Mesopotamia.

El primer nombre del Túnel Subfluvial fue Hernandarias, en homenaje a Hernando Arias de Saavedra, que entró a la historia por haber sido el primer nativo criollo nombrado gobernador del Río de la Plata y del Paraguay.

Pero en 2011 se lo rebautizó Raúl Uranga - Carlos Sylvestre Begnis, como reconocimiento a los gobernadores -uno de Entre Ríos, el otro de Santa Fe- que hicieron posible la obra. En realidad, más que eso, ellos fueron los protagonistas de una formidable demostración de federalismo.



Sylvestre Begnis, gobernador de Santa Fe (pipa, anteojos) y Raúl Uranga, gobernador de Entre Ríos. 

Fue cuando, hartos de que los funcionarios nacionales del Ministerio de Economía les negaran el apoyo económico indispensable, decidieron encarar la obra con la exclusiva responsabilidad de sus provincias. Y el 25 de febrero de 1960, luego de señalar a los funcionarios de la Secretaria de Obras Públicas de la Nación como “decididos enemigos” del Túnel Subfluvial, suscribieron una declaración conjunta y decidieron la construcción de acuerdo al anteproyecto de Altgelt y Laucher. Ese día, el gobernador Uranga dijo:

-Al federalismo no es llorando como lo vamos a reconstruir, sino actuando. Hay que hacer menos viajes a Buenos Aires para pedir recursos y permisos. Hay que tener más confianza en nuestras fuerzas, en nuestra inteligencia, en nuestra decisión.

¿Pero por qué optaron por el túnel y desecharon la posibilidad de hacer un puente?

Porque el lecho del río correspondía a las provincias participantes y no a la Nación. En otras palabras, para la construcción de un puente la responsabilidad era del gobierno nacional, por ser el espacio aéreo jurisdicción de la Nación. Por el contrario, un túnel puede ser construido por acuerdo de las dos provincias intervinientes, porque el fondo del río es jurisdicción interprovincial.

Y se pusieron en marcha. “El río es nuestro”, dijo Sylvestre Begnis. Se apoyaba en el artículo 107 de la Constitución Nacional, que permite a las provincias hacer tratados para ejecutar obras de interés común.

El acta fue primer tratado interprovincial firmado desde la Constitución de 1853. Y muy pocas veces -quizás ninguna- emulado después.

En aquel documento conjunto Uranga y Sylvestre Begnis aseguraron: “estamos compenetrados de la aguda necesidad de poner fin al aislamiento e incomunicación que soportan ambas provincias debido a la falta de una vinculación firme y permanente a través del río Paraná, que impide a la Mesopotamia unirse al sector continental del país.”

Y se decidió que la piedra fundamental se iba a poner el 3 de febrero de 1962, en Paraná.

No faltaron las opiniones en contra. El entonces ministro de Economía, Álvaro Alsogaray, objetaba el costo del proyecto y sostuvo que la obra era inoportuna para la coyuntura económica y aconsejaba continuar con el sistema de las balsas.

Por su parte, la Asociación de Ingenieros de Santa Fe, argumentó que estadísticamente “había más puentes que túneles” y desaconsejaban la construcción.

Pero nada detuvo a Uranga y a Begnis. Éste afirmó:

- El costo de la obra no debe asustarnos, pues tenemos los recursos y si estos no estuvieran, hay mil soluciones que van desde la aplicación de impuestos de emergencia a la emisión de bonos de alto interés y libres de gravámenes. Esta obra es un hecho aleccionador para el país, porque se concreta un esfuerzo del federalismo para ejecutar la obra pública más importante de Sudamérica.

No exageraba: el Túnel Subfluvial se convirtió en el sexto túnel subacuático del mundo en extensión y el primero en el continente.

El 13 de diciembre de 1969, el presidente de facto Juan Carlos Onganía, junto a los gobernadores Aldo Tessio (Santa Fe) y Carlos Raúl Contín (Entre Ríos) inauguraron una megaobra que demandó 7 años (exactamente 2.870 días) y costó 61 millones de dólares.

Tres empresas se asociaron para la construcción: Viannini, de Roma; Hochtief, de Alemania y Sailav, un grupo de firmas argentinas.


El túnel tuvo 2.397 metros de largo, desde Paraná a la isla Santa Cándida, más 542 de las rampas de acceso.

El túnel tuvo 2.397 metros de largo, desde Paraná a la isla Santa Cándida, más 542 de las rampas de acceso. Hay imágenes de archivo que revelan la magnitud de la obra, compuesta por 36 tubos de 65,45 mts. de longitud, que se fabricaron en el dique seco, un rectángulo de 185 metros de largo por 40 de ancho y una profundidad de 14 metros. Todo gigantesco. Los tubos se cerraban por los extremos, se inundaba el dique, se los sacaba y se llevaban al lugar en el que serían colocados mediante una isla flotante, que ponía cada tubo en el lecho del río, que allí tiene 30 metros de profundidad.

La lancha “La maroma” empezaba a formar parte del pasado.

Pero aún faltaba un hecho inesperado, que le iba a dar un perfil dramático a aquel 3 de febrero de 1962, cuando se puso la piedra fundamental de esa obra gigantesca, con la presencia del presidente Arturo Frondizi.

En el Balneario Thompson, a orillas del río Paraná, estaba todo preparado. El palco, la banda, las banderas. Pese al tremendo calor de esa mañana, una multitud estaba desde muy temprano, bajo el sol, aguardando el principio de la ceremonia.

Fueron llegando los funcionarios, los invitados, el protocolo se cumplía con toda precisión. Allí estaban los gobernadores Sylvestre Begnis y Uranga, el dueño de casa. Llegó el presidente de Uruguay, Eduardo Víctor Haedo. Había gobernadores de otras provincias, diputados, senadores, jefes militares, obispos. Y muchos periodistas. Uno de ellos, Enrique Smiles, del diario El Litoral de Santa Fe, recordó los hechos con toda precisión:

-Se disponía de sólo dos lanchas, que salían cada hora del puerto. En la balsa era imposible ir, porque era muy lenta. Así que salimos muy temprano, en una lancha, desde el Club de Regatas de Santa Fe. Navegamos el riacho Santa Fe, el Colastiné, el Tiradero y el Paraná, llegamos al Paraná Rowing Club y partimos para el lugar del acto. En esa época los periodistas usábamos saco y corbata… Pero no pensábamos en el calor, el día era de un enorme valor histórico para todos nosotros… Ya nos habían repartido los textos de los discursos… Y cuando empezó la ceremonia, el jefe de la Casa Militar, que era el coronel santafesino Wilfredo Peresutti, nos advirtió: “Miren que el Presidente Frondizi ha cambiado su discurso en el viaje, anulen el que ya tienen. El nuevo texto aún no me lo dieron, espero entregárselos después…”.

Luego del Himno Nacional, empezaron a sucederse los funcionarios frente al micrófono. Todos se refirieron al histórico acontecimiento, que después de décadas de postergación volvía a poner a la Mesopotamia en el mapa del país. Obviamente, Sylvestre Begnis y Uranga fueron los más aplaudidos.

Y llegó el momento del discurso del presidente Frondizi.

Sin duda, como correntino nacido en Paso de los Libres, iba a darle a sus palabras un sesgo íntimamente ligado al significado de una obra decisiva para el desarrollo de la región.

Pero para sorpresa de todos, de los funcionarios y de los invitados, de la muchedumbre y de los periodistas. El presidente no mencionó ni una sola vez el Túnel Subfluvial. No dijo una sola palabra sobre el sentido del acto, nada con respecto a la colocación de la piedra fundamental. En cambio, pronunció ese otro discurso que escribió a último momento, durante el viaje.

Sería quizás el más importante, el más emotivo, el más crudo discurso de su vida. Con el paso de los años se lo recuerda como “El discurso de Paraná”.

Recuerdo perfectamente aquel 3 de febrero de 1962. Era sábado. Yo estaba escuchando el discurso por la radio y me impresionaron dos cosas: la enorme tensión que reflejaba la voz de Frondizi y el sonido de los aviones que sobrevolaban el lugar. Nunca supe si esto último formaba parte del acto o era una impertinente incursión admonitoria. Lo cierto es que pocas semanas después, el 29 de marzo de 1962, el presidente Frondizi fue derrocado por un golpe cívico-militar.

¿Y de qué habló el presidente Frondizi, esa calurosa mañana en la que dejó de lado toda referencia al Túnel Subfluvial? ¿Qué otro tema, tan importante, lo hizo reemplazar el texto previsto?

Frondizi habló de la política exterior argentina. De Kennedy, del comunismo, de Fidel Castro, de la OEA, de la Conferencia de Cancilleres que acaba de finalizar en Punta del Este. Y de la autodeterminación de los pueblos.

La revolución cubana se había proclamado comunista y su gobierno mantenía pésimas relaciones con los Estados Unidos, especialmente después de la fallida invasión de Bahía de los Cochinos, en abril de 1961. Al mismo tiempo, el gobierno de Fidel Castro recibía claras invitaciones de la Unión Soviética para reorientar su comercio exterior, afectado por las restricciones que le imponían los norteamericanos. Frondizi, por su parte, había estado en diciembre de 1961 en la India y en Japón:

-Comerciar con todo el mundo es condición vital de la preservación de nuestra entidad nacional y de la ejecución de nuestros planes de desarrollo. Por eso hemos ido antes a Europa y a los Estados Unidos para conservar y ampliar nuestros mercados tradicionales y señalar los peligros del proteccionismo de los bloques regionales. Por eso hemos ido ahora a Asia para explorar nuevos mercados.

 

En aquel 1962 Punta del Este carecía del perfil glamoroso que hoy es su sello. La sala del casino del viejo Hotel San Rafael fue el escenario elegido para la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA (Organización de Estados Americanos). Uno de los delegados dijo, con buen humor:

-Fue necesario retirar las mesas de bacará, los dados y las ruletas para que los cancilleres pudieran tomar asiento…

En esas deliberaciones, se votó la expulsión de Cuba de la OEA, por su “alineamiento con el bloque comunista, lo cual quebranta la unidad y la solidaridad del hemisferio”.

Argentina no votó esa expulsión, se abstuvo. En su discurso de Paraná, horas después de esas sesiones, el presidente Frondizi dijo:

-Frente a la intriga y la violencia del comunismo internacional, que amenaza nuestra propia existencia en América, no se puede emplear cualquier expediente, como el de violar la ley internacional, que es la única coraza que nos protege.

Y agregó:

-Hemos sostenido la intangible vigencia del derecho americano en Punta del Este. Con ello no quisimos aprobar la conducta del gobierno cubano, que hemos calificado dura y categóricamente, y que representa de manera exacta la antípoda del proceso democrático y cristiano que estamos consolidando los argentinos. Pero sí quisimos defender a toda América del peligroso precedente de vulnerar, aún en un caso aislado, los principios permanentes del derecho internacional.

Unas semanas antes, exactamente el 24 de diciembre de 1961, Frondizi había estado con Kennedy en Palm Beach. El presidente norteamericano le pidió que se vieran para hablar del caso Cuba. Frondizi, que venía de la gira por Oriente, le dijo que había que evitar que Cuba saliera del ámbito americano, porque en ese caso iba a terminar aliada a la Unión Soviética. Esta entrevista ha sido relatada de una manera excepcional por entonces embajador Carlos Ortiz de Rozas, en su libro Confidencias diplomáticas, en el que ambos mandatarios fueron descarnadamente sinceros. Frondizi le dijo a Kennedy:

-Estados Unidos nos pide que lo acompañemos en su posición con respecto a Cuba, y sin embargo un día nos encontramos ante el hecho consumado del desembarco en Playa Girón. La ruptura colectiva con Cuba va a consolidar aún más el aislamiento de Cuba. Y en lugar de dar resultados favorables, va a determinar la total incorporación de ese país a la esfera soviética.

No se equivocó. Pocas semanas después, en la revista Vea y Lea, el gran cronista Jerónimo Jutronich comentaba las consecuencias de la Conferencia de Cancilleres de Punta del Este y señaló:

- Finalmente, llegó el esperado mensaje de apoyo de Nikita Kruschev: “El pueblo de la Unión Soviética está siempre con ustedes, queridos hermanos cubanos.”

Han pasado 58 años.

Aquel 3 de febrero de 1962 simboliza un triunfo del federalismo, con el comienzo de la obra del Túnel Subfluvial. Y también refleja -acaso no sólo como un recuerdo- el difícil camino de una política exterior independiente.

Fuente y fotos: Infobae

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