Por José Carlos Elinson (*)

Que no soy querellante ni defensor de nadie.

Que no hay valor más importante que la vida.

Que hay gente que ha puesto su propia vida al servicio de la vida de los otros.

Que esa dedicación no se mide en términos temporales.

Que trabajan con esmero poniendo muchas veces en juego su propia salud.

Que son celosos custodios del bienestar de todos.

Que no siempre cuentan con los elementos que aportarían la seguridad necesaria a su cometido.

Que son padres, madres, hijos, hermanos, novios y novias que sueñan un proyecto de vida que puede verse truncado por el compromiso asumido.

Que, si las condiciones de trabajo son las mejores o las peores, se ven superadas por las necesidades que los convocan.

Que se debe conducir de la mejor manera el estado de angustia que provoca, como en el caso que nos atañe y atañe al mundo, todo indicio de alerta.

Que en los días que nos toca vivir los horarios son una anécdota.

Que nada puede más que el empecinamiento personal y profesional por doblegar el mal.

Que no hay buenos y malos profesionales, hay buenos, malos y peores días.

Que médicos, enfermeros, auxiliares, camilleros, choferes, mucamas, cocineros y más toman como propio cada caso y le dan batalla hasta las últimas consecuencias.

Que, si se cometen errores, los errores forman parte del ser y estar en todas las instancias de la vida.

Que sin restarle razón a quienes alzan sus voces de protesta por el decir y el hacer de los profesionales, hay que convivir 24 horas diarias cerca de ellos para descubrir ¡oh sorpresa! que también son humanos.

Que la convivencia diaria nos permite acceder a perfiles ocultos de su personalidad por más que se empeñen en ocultarlos.

Que la viga en el ojo propio es un impedimento para tomar verdadera conciencia de lo que ocurre alrededor.

Que coincidimos en el dolor y a veces la impotencia que, como la alegría y las celebraciones, también tienen sus espacios en el diario trajinar de los pasillos.

Que quién escribe esto, lejos de ser un profesional de la salud es nada más que un paciente que pasa sus días en una cama del Hospital Pascual Palma, del que dijimos alguna vez es un modesto hospital de provincia con todo el orgullo y la entrega cotidiana que eso significa.

(*) Especial para ANALISIS.