
Por Valeria Enderle(*)
Vivir en el mundo en el que vivimos, en el que pensamos como pensamos, en el que comemos cómo comemos y amamos como amamos, como dijo Dario, no es casual. Es impuesto.
Y está en cada uno de nosotros, nosotras cambiar esa realidad, ese paradigma. Quizás no es necesario una gran revolución (o si?) O con mínimas resistencias podremos modificar algunos esquemas y reordenarlos, reacomodarlos, es decir, deconstruirlos.
Ponernos los lentes de niños y niñas que admiran la hermosura de una flor, el canto de un pájaro y el contacto con un animal como la mejor compañía, es un poco de lo que necesitamos. Un poco más de empatía, de ver al de al lado (ser humano o no humano) como un ser igual, como alguien que partió y que regresa al mismo lugar: la Madre Tierra. Así podremos ver a un animal, a un río, un arroyo, una planta, un árbol no como algo que debe ser transformado, eliminado, sujetado, estudiado y analizado, experimentado, limitado, cosificado sino como un sujeto, con características diferentes a otros pero sujeto al fin, como nosotros, como nosotras.
Hoy en día la inmediatez, la rapidez, lo efímero, el consumo sin pensar en reales necesidades (si no en las creadas por el mercado) en los sentimientos propios y ajenos nos ata a formas de vida que no son sustentables, no son armoniosas con aquella Madre que nos dio la vida.
Ante la inminencia del colapso y pensando en el fin del mundo como oportunidad ¡qué bueno sería que sigamos haciéndonos preguntas, abriendo nuestros corazones a los reales sentimientos, saliendo del sentido común y volviendo a imaginar pero imaginar de verdad!, como decía Soledad.
En esta actualidad en la que a los decisores de políticas públicas desde la creación, ejecución y aplicación de normas les toca adoptar decisiones interpelamos a que sea con el respeto de la esencia de las aguas y los humedales, de los árboles, los bosques y las selvas, de los suelos y sus nutrientes, de los animales y sus hogares, del aire que respiramos y de todo lo que somos y seremos porque respetar, preservar y promocionar su vida es no sólo una tarea propia de cada uno/a sí no también una deuda actual con el futuro que viene, con nuestros gurises y gurisas que merecen conocer un arroyo vivo en la ciudad en la que viven, animales y árboles nativos, consumir verdaderos alimentos y respirar aire limpio.
Si el colapso es inminente, ¿estaremos aún a tiempo de actuar? Por supuesto que sí. No hay que olvidar que ese cambio, esa torcida de rumbo, ese golpe de timón depende de nosotros, nosotras y de manera colectiva, pensando en un hacer común por un buen vivir.
Escuchar a Dario Sztajnszrajber y Soledad Barruti, en un Teatro 3 de Febrero, completó un dia miercoles por la noche, en el inicio de la estación primaveral con lluvia y un clima bastante frío, es ya un signo de esperanza que aparece como luz en un oscuro túnel donde empieza a haber lugar para pensar diferente desde otras lógicas de cuidado y desde las emociones vividas y sentidas tal cual son o se manifiestan.
(*) Directora Ejecutiva de Cauce Cultura Ambiental,Causa Ecologista