La salud de Lorena Barrichi pasó a ser la principal preocupación de Martín Palermo

El delantero boquense Martín Palermo cambió y vive para su mujer, la ex modelo entrerriana Lorena Barrichi, quien sufrió un accidente cerebrovascular hace seis meses. Juntos padecen un drama que los hizo crecer y madurar de golpe, según indicó en su última edición un semanario porteño.

Sale poco, está muy flaca, algo nerviosa, pero en vías de recuperación. Con el pelo muy corto, en virtud de los permanentes estudios que le realizan en la cabeza, Lorena Barrichi (29) resiste, bajo perfil mediante, el tormentoso momento que vivió en mayo pasado, cuando estuvo al borde de la muerte en España por un accidente cerebrovascular. Y es que la mujer de Martín Palermo (31) - desde hace cuatro años- suele pasar largos períodos de angustia en el departamento que comparte con su marido en el barrio de Palermo. Sólo recibe amigas que la ayudan para salir del mal momento y la buscan para que no se recluya en su convulsionado mundo, según señaló la revista Semana, de la Editorial Perfil, en su nota de tapa.

Martín también tuvo que cambiar sus costumbres desde aquella tarde en la española Vitoria, cuando ella tras desmayarse en el baño de su departamento, sufrió serios dolores de cabeza, perdió parcialmente el habla y enseguida debió ser operada -producto de una especie de aneurisma- con serios riesgos de vida. Fueron cuatro días eternos en los que nadie podía asegurarle al jugador cómo iba a salir su mujer, luego de la delicada intervención Desde entonces, en el interior de Palermo, algo cambió.

Ni el peor dolor en la cancha puede compararse al pánico que vivió. Ningún desborde o ‘locura’ de los que tenía acostumbrado a sus hinchas, como cuando se transformó en una mujer para la tapa de una revista deportiva en 1997, puede apenas rozar la sensación de escalofrío que Martín Palermo sintió en su piel. Ícono de Boca, jugador de área y duro de temer para los rivales, hoy está más maduro. “Descubrió que el fútbol no lo es todo. Está más calmado interiormente”, contó un amigo. Prueba de ello fue su reacción durante el último superclásico del domingo 7: ese día cumplió 31 años y, pese a la derrota justo contra River, tragó su bronca y se escudó en los brazos de Lorena, que estaba en el estadio, en una celebración muy íntima.

Lorena estuvo cerca de la muerte. Hoy, todavía no del todo recuperada, dice que le cuesta explicar qué fue lo que le pasó aquel día de mayo en España cuando, en soledad, nadaba contra la peor adversidad. “Gracias a Dios estoy muy recuperada, me hice estudios en estos días y me faltan completar otros -cuenta Lorena con mucha serenidad. Ni yo sé qué es lo que pasó ese día. Fue todo de un momento a otro, nadie me explicó por qué me pasó eso en la cabeza aunque ahora me siento bien”.

-¿Tuviste síntomas previos?
Lo que me pasó fue insólito, yo hacía deportes, tenía una vida sana. No se sabe específicamente qué fue lo que me ocurrió.

-¿Qué mensaje te dejó lo que viviste?
Ahora me encanta disfrutar de la vida, de la gente que quiero. Valoro mucho la vida, lo que me pasó fue milagroso. Tengo que agradecer a Dios por todo lo que me dio. Nunca valoré tanto la vida. Cuando estás mal, sólo querés salud. Lo demás en la vida va y viene. Insisto: quiero agradecerle a Dios por darme la posibilidad de caminar.

-¿Cómo es un día en tu vida actualmente?
Mi vida es muy tranquila. Cada tanto voy a ver carreras o algún desfile. A Martín también lo apoyo como él a mí y es la persona más importante de mi vida. Quiero que sea muy feliz.

Hincha de River, aunque lo diga en voz baja, Lorena Barrichi no gritó los dos goles que sufrió Boca el domingo pasado. Dos días antes, el viernes 5, una amiga la fue a buscar al mediodía y la llevó a la Bombonera. Allí se encontró con Martín y junto con Roberto Abbondanzieri y su mujer, los cuatro se fueron a La Plata a visitar al amigo de ambos, el corredor de turismo carretera Roberto Del Bo. Como en los viejos tiempos, cuando Lorena y Martín se conocieron en las pistas, vieron las pruebas clasificatorias del piloto favorito.

Lorena nació en Bovril, a 130 kilómetros de Paraná, Entre Ríos. Cuando tenía 9 años su papá murió y con su mamá, Marcelina, se mudaron a Paraná. A los 14 se incorporó a la agencia de modelos de Beto Zanetti. Cerca de 1995 conoció efímera fama al desfilar para Ante Garmaz en ATC y más tarde resultó elegida Primera Princesa de Canal 3 de Rosario. Hasta que llegó Martín, vivía en el Barrio Parana Quinto, una zona relativamente humilde. Barrichi fue también promotora de la empresa Esco y vendedora de la concesionaria Haimovich en Paraná. Se le adjudicaron varios romances con empresarios y hasta con un corredor de TC de Entre Ríos, pero eso ahora poco importa. A Palermo lo conoció a mediados de 2000 en una competencia de turismo carretera, otra pasión del futbolista.

Los años en España fueron decididamente duros y la novela parece una historia negra. Palermo fue contratado por el club Villarreal en junio de 2001 y su pase fue valuado en 9 millones de dólares. Desde el primer día, Lorena estuvo con él. En noviembre de ese año, Martín se lesionó cuando festejó un gol: sufrió una fractura de tibia y peroné que lo tuvo cuatro meses y medio alejado de las canchas. Su mujer lo ayudó anímicamente y fue quien le propuso poner un negocio de ropa en Villarreal. Lorena atendía al público en Esencia, donde vendían marcas argentinas como Ricky Sarkany, Ona Sáez y Kosiuko, entre otras. Ubicado en una de las callecitas más bellas del lugar, Martín se daba una vueltita al caer la tarde. Recién lo cerraron cuando él, harto de todo -después de migrar al Betis y al Alavés- y luego de lo que sufrió Lorena con su salud, decidió volver a su país. Antes de regresar, ella debió someterse a varios estudios para poder subir a un avión.

“Aquí vine para recuperar la alegría, compartir un vestuario tomando mate y recibir el cariño de la gente”, contó hace poco un desconocido Martín Palermo. El que vive, desde hace seis meses, el drama de su vida. Ni rubio platinado, ni festejos de goles a paso de tarantela ni patotero con los fotógrafos. Palermo sensible.

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