China, la emperatriz dormida

China

China y el nuevo orden mundial.

Por Ana Laura Banega Villarruel
(publicado en revistacivitas.com)

El mundo entero se halla consternado por la coyuntura social, política y económica surgida a partir de la aparición del SARS-COV-2. La pandemia que asola a la sociedad internacional nos invita a reflexionar sobre la distribución del poder en el sistema de Estados, que ya con anterioridad venía marcada por la disputa oriente-occidente entre China y Estados Unidos (EE.UU.). Si bien la lucha arancelaria que marcó el 2019 hizo visible la confrontación por el poder mundial, podemos decir que dicha confrontación comenzó hace ya bastante tiempo atrás.

Para contextualizar, hemos de remontarnos a la caída del muro de Berlín en 1989. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), única superpotencia que disputaba  a EE.UU. la hegemonía en el sistema internacional de Estados, cae rendida ante su propia crisis interna. El líder occidental termina, así, consagrándose como la potencia regente de un mundo que ingresa de lleno al orden capitalista. Este será el estatus quo durante toda una década.

Sin embargo, los sucesos acaecidos el 11 de septiembre de 2001 pusieron en tela de juicio el poderío estadounidense, tirando abajo su imagen de estabilidad. El golpeado país reorienta su política exterior a la acción antiterrorista, dejando en segundo plano - aunque no desatendidas- otras formas de relación con el mundo.

Dadas estas circunstancias, y luego de más de dos décadas de preparación, la política china de Reforma y Apertura entra en su fase fundamental: en un contexto post- crisis económica mundial, con EE.UU. parcialmente fuera de escena, el gigante asiático comenzó a andar un camino estrecho para obtener la confianza de los Estados y articular su política exterior de apertura comercial, financiera, política y militar.

De esta manera y durante diez años (2000-2010) China trabajó incansablemente en la firma de acuerdos varios con Estados nacionales, subnacionales y organismos internacionales de la escena global, volviéndose un socio confiable, un miembro respetado y una potencia influyente.

Durante los siguientes cinco años, China profundizó sus políticas de soft power llevando inversiones de diversa índole y préstamos blandos a países en vías de desarrollo y economías emergentes de todo el mundo, haciendo crecer de manera exponencial sus ‘amigos’ en el plano político.

Dicho esto, pareciera que la actual crisis sanitaria viene a tirar por la borda un esfuerzo de más de cuatro décadas de este país oriental para obtener la reputación que hoy le conocemos. Empero, y aun habiendo comenzado en su territorio, la propagación del SARS-COV-2 le da a China una oportunidad para consagrarse como nuevo hegemón del sistema internacional de Estados. Esto se vislumbra en las siguientes consideraciones. Socialismo ‘a la china’. El régimen popular comunista chino reposa sobre una cultura social apegada al respeto, al trabajo y a las jerarquías definidas. El poder se encuentra concentrado en el Comité Central del Partido Comunista Chino (PCC), lo cual hace que el control social tenga rasgos divergentes de las democracias occidentales.

Esto último facilita la toma de decisiones, la imposición de medidas de restricción de las libertades y de medidas sancionatorias en caso de incumplimiento de lo dispuesto. El carácter autoritario del sistema político permite, además, el control de la información a la que podemos acceder sobre la realidad interna del país, lo cual permite a China concentrarse en los aspectos relevantes de la construcción de su posición y su prestigio internacionales.

El papel de Estados Unidos. Si EE.UU. venía afectado por los sucesos económicos y sociales de su realidad interna, que comienzan a tener lugar durante la segunda parte de la gestión Trump, la pandemia significa la gota que rebalsa el vaso. Ante esta situación imprevisible, el presidente renueva el perfil aislacionista que Norteamérica ha sabido adoptar antes en la historia.

Con el cese de los aportes a la Organización Mundial de la Salud (OMS), sumado a la inyección de liquidez en la economía interna a través de créditos a los emprendedores y mayor presupuesto a la seguridad social; a la vez que habiendo tomado la decisión de suspender el envío de cargamento con material sanitario a aquellos países que habían efectuado compras, EE.UU. da muestras de su ensimismamiento, postura radicalmente opuesta a la China.

La diplomacia del barbijo. Apenas la OMS calificó la propagación del virus como “pandemia”, China comenzó a enviar suministros sanitarios (barbijos, trajes de protección y termómetros digitales ‘made in china’) a numerosos países del mundo, empezando por sus socios y continuando de forma progresiva con aquellos menos cercanos al régimen.

Si bien los países de Europa, como España, no recibieron con calidez estas medidas, los países de África y América Latina aceptaron con buena cara la colaboración, en un contexto donde todos los países del mundo compiten por el acceso a bienes urgentes y escasos. Esto fue posible de llevar adelante puesto que China concentra, junto con EE.UU. y Alemania, la producción mayoritaria del equipamiento sanitario a nivel mundial. (Pérez Izquierdo, 2020)

Imposibilidad de castigar. Las denuncias por falta de transparencia en la difusión de información sobre la situación epidemiológica china se hicieron oír desde todas las latitudes, siendo el presidente estadounidense Trump su portavoz. Sumado a esto, la ciudad china de Wuhan -epicentro de la pandemia- sorprendió a la opinión pública al actualizar la cifra de fallecidos, incrementándola en un 50% de los reconocidos hasta entonces. Sin embargo, la comunidad internacional carece de medios para sancionar de forma efectiva al gigante asiático.

En numerosas ocasiones China ha afirmado que no reconoce la autoridad de la Corte Internacional de Justicia de La Haya para decidir sobre asuntos que considera sujetos a la soberanía interior. Del mismo modo, es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), por lo cual puede vetar cualquier decisión tomada en el órgano que considere contraria a sus intereses.

En cuanto a las sanciones económicas, previstas por el órgano de solución de diferencias de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y por EE.UU. en su ley de comercio exterior, el país oriental ha demostrado varias veces su capacidad de resistirlas.

Su economía, orientada a la exportación de bienes manufacturados, parece aguantar los más duros embates.

La economía emergente. De hecho, China ingresó a la OMC en la condición de economía emergente, lo cual supone ciertas bonanzas en relación con los países desarrollados. A pesar de poseer la segunda mayor economía del mundo en términos de Producto Bruto Interno (PBI), luego de EE.UU. -la tercera si consideramos a la Unión Europea como un todo.

La inserción comercial internacional china ha sido de las más exitosas en el último tiempo – sino la más exitosa. La exportación de bienes y servicios alcanza a casi todos los países del mundo, siendo Estados Unidos su principal destino y, paradójicamente, su tercer proveedor.

La política económica china se orienta a mantener un mercado doméstico enorme, y tiene como premisa abastecerse de materias primas siempre y cuando no pueda producirlas al interior. En adición al incremento de las relaciones comerciales, se suma el de las financieras a través de los créditos que van de China al mundo, a través de tratados, pero también de la banca comercial, siendo el International Commercial Bank of China (ICBC) una pata fundamental de la política financiera y de soft power.

Si le sumamos las remesas de los ciudadanos chinos que viven en otros países, y la circulación de dinero entre las empresas transnacionales chinas y sus franquicias o subsidiarias, obtenemos un aporte interesante al dinamismo de una economía elefantiásica, ampliamente integrada y hasta cierto punto autónoma.

El despliegue militar. China no ha descuidado ningún aspecto del poder real: en 2019, sumado a Rusia, India y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), incrementó el gasto militar contribuyendo a un nuevo máximo histórico a nivel mundial. La potencia ha llevado adelante movimientos expansionistas hacia el Pacífico, ocupando espacios en el llamado “Mar de China”, espacio que disputa con otros países sud-asiáticos. Ha instalado numerosas bases militares, modernizado su sistema armamentístico y hasta creado islas artificiales en zonas del mar consideradas estratégicas, tanto por la circulación del comercio marítimo como por la existencia de gas y petróleo en la plataforma submarina.

Xi Jinping, actual secretario general del PCC, expresó durante el XIX Congreso del partido su objetivo de transformar al Ejército Popular de Liberación (EPL) en una fuerza de clase mundial para el 2049. (Chouza, 2019)

Recursos estratégicos. China encaró una política hacia los países del hemisferio sur para la instalación de centros de investigación o la financiación de obra pública, que tiene como característica complementaria el acceso a recursos naturales o posiciones geográficas de conveniencia.

Es el caso de Venezuela y la financiación de la actividad petrolera, o de Etiopía y el acompañamiento económico para la construcción de la gran represa del Nilo. De este modo, por medio de créditos blandos, pero con cláusulas contractuales estrictas -y a veces confidenciales- China se asegura el acceso a recursos preciosos a la vez que a lugares de gran valor geopolítico y estratégico.

En la propia Argentina, más específicamente en Neuquén, China instaló una base para la exploración del espacio profundo cuyo funcionamiento depende de un brazo del EPL. En esta línea, ha propugnado acuerdos de financiamiento y cooperación con provincias como Río Negro, Chubut, Entre Ríos, Jujuy y San Juan, que la acercan a recursos tales como el agua dulce, tierras cultivables, gas natural y minas de litio y metales útiles.

China se asegura, de esta forma, una presencia extendida y bien asentada alrededor del planeta que, sin descuidar las buenas formas diplomáticas, le provee acceso a variedad de recursos fundamentales ante cualquier eventualidad.

Lo que se viene. El desapego a la democracia occidental y a la corrección política hará que China sea, sin lugar a duda, uno de los primeros países en salir del profundo pozo de depresión económica en el que nos está sumergiendo la pandemia del SARS-COV-2.

Recuperadas sus cuentas se verán recuperadas, también, sus ambiciones políticas y estratégicas. El corrimiento del eje de crecimiento económico y demográfico al oriente nos hace prestarle especial atención a la cuestión China.

Por otro lado, y considerando las tendencias de la política estadounidense -y de su opinión pública- podemos prever una tendencia al aislacionismo para la recuperación de los niveles de vida del hasta ahora líder occidental. EE.UU. no estará interesado en sostener políticas que no se relacionen de forma directa con su sanación.

Por último, observamos en China la presencia de todos los elementos necesarios para el despliegue de una gran potencia: poder económico, poder militar, y una inmersión en el soft power que lo asemeja a cualquier potencia occidental. Es por esto, también, que no se nos ocurre pensar en un sistema bipolar sino en el cambio de país hegemónico: China no representa algo distinto del capitalismo estadounidense sino, simplemente, su superación.

 

Bibliografía

Chouza, P. (28 de Diciembre de 2019). La expansión de la armada china pone en alerta a EEUU. El País, págs. -.

Dinatale, M. (7 de Enero de 2019). Argentina reveló algunos de los misterios que esconde la estación espacial de China en Neuquén. Infobae, págs. -.

Escudé, C. (2012). Principios de realismo periférico. Una teoría argentina y su vigencia ante el ascenso de China. Buenos Aires: Lumiere.

Escudé, C. (27 de Abril de 2020). Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Obtenido de CARI: http://www.cari.org.ar/pdf/china_insercion_argentina.pdf

Pérez Izquierdo, L. (26 de Abril de 2020). La “diplomacia de las mascarillas” de China: dos objetivos ocultos y la capacidad de quedar a un click de controlarlo todo. Infobae, págs. -.

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