Por Fernando Rosso (*)
"Milei está en su mejor momento" afirmaron casi en bloque los analistas políticos cuando hicieron el balance de la semana pasada. Se basaron en una presunta recuperación en las encuestas y junto con esta aserción volvieron a circular dos interrogantes: ¿Y si funciona?, por un lado; y por el otro: ¿Por qué no estalla? Además de la cuestión de la imagen —que tiene sus límites porque hasta los consultores que obtienen resultados en general favorables al Gobierno aclaran que este "mejor momento" tiene las cifras del "peor momento" de otros gobiernos—, pero bueno, si damos por válida esa recuperación, además le agregan el aumento de los títulos de deuda, la baja del riesgo país, cierta entrada de dólares al sistema financiero por el blanqueo y, más en general, un veranito financiero que expresa el respaldo de ciertas fracciones del capital al rumbo económico y un entusiasmo por los beneficios que han obtenido durante todo este tiempo. Ese es un rostro de la Argentina, de una minoría, mientras las mayorías sufren las consecuencias del plan en la economía real.
Ahora, las dos preguntas "¿Y si funciona?" y "¿Por qué no estalla?" encierran una trampa cada una.
En la primera hay un problema conceptual y otro político. El problema conceptual (que también es político) es esa división arbitraria entre macro y microeconomía, en la que la primera (esto es casi es un consenso generalizado) sería una cuestión "técnica" y la segunda, puede llegar a ser más política.
Esta división conceptual habilita a afirmar: bueno, en la "macro" Milei está haciendo las cosas bastante bien, o unas cuántas cosas bien, pero debería tener más cuenta la "micro". Ese es el razonamiento de algunos que son una especie de mileístas en sí o mileístas sin consciencia de clase.
Esto es falso de punta a punta. Si vos tenés una "macro" delineada en función de, en primer lugar, pagar la deuda fraudulenta, pero también rebajar impuestos a los más ricos y ajustar a los más pobres; si el "equilibrio" se logra de esa manera, la "micro" está cantada: menos salarios, menos jubilaciones, menos consumo de los sectores populares, más tarifazos, mayor desempleo o precarización etc.
Entonces "macro" y "micro" están íntimamente unidas y ambas son esencialmente políticas. Es decir, es una decisión política a qué intereses se afecta y a cuáles se beneficia. Parece una perogrullada, perdón, pero esa división (una concepción muy "neoliberal" que reduce la economía a las matemáticas) se escucha mucho, no sólo en la política, también en el periodismo.
El segundo aspecto, poco tenido en cuenta, en esto de… "¿Y si funciona?" es el rol de los colaboracionistas de todo el arco político que aceitan generosamente la maquinaria mileísta para que "funcione". Los dadores voluntarios de funcionalidad, podríamos decir. Los transeros que, por acción u omisión, forman parte del dispositivo, y quizá son esenciales para que el dispositivo "funcione" en sus propios términos.
Esto se toca con la segunda pregunta ("¿Por qué no estalla?") Una pregunta que es más tramposa aún: porque a su modo, una parte de la sociedad argentina está "estallando". Trato de explicarme y voy a parafrasear una vieja fórmula: "La sociedad argentina tiene el nivel de ‘estallido’ que las direcciones conservadoras de los trabajadores o del movimiento popular le permiten tener".
Porque esta pregunta tiene varios pliegues: uno más literal que se basa en una concepción un poco mecánica de la historia que considera que ante cada ajuste como el actual la sociedad debería responder a lo 2001. Es decir, literalmente, estallando (saqueos, revueltas, etc.). Y la realidad es que la historia nunca se repite, las condiciones nunca son las mismas (ni las económicas, ni las políticas, ni las sociales, ni las ideológicas).
Ahora, una segunda arista de esta forma de abordar la cuestión, un poco más perversa —consciente o inconscientemente— es aquella que considera que —como no se repite en la forma de aquel estallido— no pasa nada. La pregunta de por qué no estalla, se traduce como por qué no pasa nada, por qué no hay respuesta. Y esto es completamente falso.
Si miramos bien este año, desde el comienzo de la gestión de Milei hubo respuestas, hubo y hay "brotes", resistencias, algunas más parciales, otras masivas. Las primeras movilizaciones del movimiento de mujeres, el 24 de marzo; también las primeras concentraciones de la CGT (a Tribunales); acciones convocadas casi para que fracasen (sin preparación, en horarios pésimos, en lugares complicados), y sin embargo, siempre "superaban las expectativas". Es decir, hasta a las peores convocatorias se respondía bien.
Después tuvimos conflictos de la docencia de primaria o secundaria en Neuquén, en Córdoba, en Santa Fe, en Entre Ríos. Después movilizaciones de jubilados y jubiladas contra el veto al aumento de haberes, las marchas contra la "Ley Bases" resistiendo duras represiones.
Más adelante la primera marcha universitaria nacional en abril (un millón de personas), luego la segunda, hasta la rebelión nacional con tomas y asambleas, todavía en curso. Conflictos masivos como el de la AFIP; paros contundentes como el del transporte del miércoles pasado o luchas como el de nuestros entrevistados de hoy de Petroquímica Río Tercero.
Un paréntesis: no solo por abajo hay respuesta, también por arriba comienza a haber "grietas". Así lo expresó, por ejemplo, Paolo Rocca cuando en el foro Alacero (del sector del acero) dijo: "La cancha no está equilibrada. Nuestra industria no logra competir con China. Hace falta que la política de los Estados nos apoyen. La defensa contra la competencia desleal es esencial, sumado a la estabilidad en las reglas de juego, la reducción de la carga tributaria, un tipo de cambio que refleje la productividad de factores y no los flujos de capital de corto plazo". Rocca no es cualquier empresario, es uno de los más importantes. Es decir, no sólo hay respuesta por abajo, también hay fricciones por arriba.
Si ante este escenario, no transara cada uno por su lado y se unificara, podríamos tener no un "estallido" (porque tampoco los estallidos "ciegos, sordos y mudos" son la panacea de la protesta); quizá podríamos tener algo mejor: un plan de lucha, una huelga nacional (que incluya y contenga a todos los afectados, como los precarios) y que ponga en jaque a Milei. Es decir, desarmando las preguntas "impersonales" que responsabilizan a un fantasioso automatismo económico o "culpan" a la sociedad por una pasividad que no es tal, podemos llegar a los responsables hacia los cuales deberían apuntar todas las preguntas.
(*) Periodista, publicado en Radio Con Vos